El presidente de
Brasil, Michel Temer, apuesta el legado de su turbulento gobierno a la aprobación de un programa de reformas económicas liberales, mientras el país es bombardeado con revelaciones de
corrupción en la política.
Apoyado por el establishment y por los partidos que impulsaron la destitución de su exaliada, la izquierdista Dilma Rousseff (2011-2016), Temer encabeza las negociaciones con el Congreso, su gran socio desde que llegó a la presidencia, pero que últimamente envió señales alarmantes al Ejecutivo.
Las cosas cambiaron drásticamente desde que la corte suprema autorizó abrir 76 investigaciones a políticos sobre posibles desvíos millonarios basadas en las confesiones de exejecutivos de Odebrecht, que regaron de acusaciones a ocho ministros, 29 senadores y 42
diputados, muchos del núcleo del gobierno conservador.
Ya en condiciones normales, endurecer las condiciones de jubilación o flexibilizar al mercado laboral no son proyectos fáciles de promover.
Pero en medio de la peor recesión de la historia y con casi una generación política entera sentada en el banquillo de los acusados, exige mucho más trabajo.
Intención
Cuando falta un año y ocho meses para que concluya su mandato, Temer pretende aprobar sus reformas y compensar la pérdida de imagen por el escándalo de corrupción de Petrobras, que salpica a su gobierno.
Cambios
La prioridad de Temer fue encauzar la economía con cambios estructurales que requieren un alto apoyo parlamentario.
Jubilaciones
El presidente ya logró congelar el gasto público por 20 años y ahora quiere modificar el sistema de pensiones al aumentar la edad de retiro.