Economía y Empresas > ANÁLISIS FEDERICO COMESAÑA

Temporada de pegarle a los economistas privados

Es difícil que la hostilidad del gobierno ante los expertos privados logre su cometido de reforzar la confianza
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09 de octubre de 2015 a las 05:00
De un tiempo a esta parte, los analistas del sector privado se han convertido en el blanco favorito de las autoridades del equipo económico. El postulado del gobierno es que el deterioro de las expectativas de los uruguayos y el recorte de las decisiones de consumo, inversión y contratación de personal se verán potenciadas por pronósticos poco alentadores de los principales formadores de opinión en materia económica.

Tanto el ministro de Economía, Danilo Astori, como el presidente del Banco Central, Mario Bergara, han dedicado un tiempo considerable en sus últimas exposiciones públicas –ricas en calificativos y golpes de sarcasmo– a reprocharles a sus colegas del sector privado su irresponsabilidad a la hora de dirigirse a la opinión pública, que siembran el miedo y profundizan una desaceleración económica y desequilibrios macro que nada tienen que ver con decisiones de política.

Hay dos niveles relevantes para analizar el acierto o el error de las autoridades en declararle la guerra a los privados. El primero, es la veracidad del estrecho vínculo que establecen las autoridades entre las opiniones expresadas a través de la prensa por los analistas privados y las decisiones de los agentes económicos. El segundo, es la conveniencia de la estrategia de cargar a los expertos privados con la responsabilidad del deterioro de las condiciones económicas.

Respecto a ese primer nivel de análisis, de carácter económico, hay evidencia que sugiere que el poder de incidencia de los analistas privados en las decisiones de gasto del día a día de los consumidores locales está sobrevalorado por las autoridades de gobierno.

La última encuesta realizada por la consultora Cifra sobre la percepción de los uruguayos respecto a la situación económica muestra un rápido deterioro en los últimos meses. Según dijo la socia de la encuestadora, Adriana Raga, en el programa A las pruebas me remito de Nuevo Siglo TV, si los expertos privados estuvieran detrás de esta caída, sería esperable un mayor deterioro de la confianza en los sectores más educados y de mayor poder adquisitivo, que son los más expuestos a la opinión de los economistas. Los datos muestran justamente lo contrario. Mientras que el 46% de los uruguayos de nivel socioeconómico medio alto y alto perciben una situación buena o muy buena, el ratio cae a 36% en los niveles medio bajos y apenas 25% en los bajos.

El deterioro de la confianza no viene dado por un pronóstico menos alentador por parte de los analistas privados sino por experiencias concretas del día a día que viven los uruguayos. Que los precios en los productos de consumo diario se encarecen, que el dólar salta de $ 24 a $ 29 en poco más de un año, que se habla de recortes en el ámbito laboral e incluso desde el propio gobierno.

En el Uruguay ideal, Gabriel Oddone, Pablo Rosselli, Javier de Haedo y Ernesto Talvi serían figuras reconocidas por todos los uruguayos y su opinión sería una referencia ineludible para la toma de decisiones. Pero en un país donde más de la mitad de los trabajadores no aprobaron quinto año de liceo y la educación económica y financiera está divorciada del sistema formal y masivo, difícilmente los expertos logren llegar con sus pronósticos y argumentos al gran público.

Seguramente el ministro de Economía, Danilo Astori, tenga una mayor capacidad de influir en las expectativas que el grueso de los analistas privados. El cambio en el discurso de las autoridades en los meses posteriores al triunfo electoral del Frente Amplio, desde una apología del déficit fiscal de 3,5% del PIB y una visión edulcorada de las perspectivas económicas durante la campaña, a un discurso oficial que privilegia conceptos como "cautela" y "prudencia", puede que haya tenido una mayor llegada al uruguayo medio.

Crecimiento Encuesta de Expectativas Económicas 2015 09
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Un segundo nivel de análisis surge de la pregunta acerca de la conveniencia de un enfrentamiento entre el gobierno y los analistas privados. La evaluación no es tanto de carácter económico sino más bien comunicacional. Si el objetivo de las autoridades es preservar la confianza de los uruguayos, no parece ser una estrategia acertada.

La hostilidad de las declaraciones de los dos principales referentes de la política económica magnifica la postura de los analistas privados, que leída en frío, es menos pesimista de lo que el gobierno la pinta. "Trazar paralelismos con la crisis de 2002 roza con la imprudencia", dijo Bergara la semana pasada, aunque el grueso de los analistas no ven un panorama tan negro. La mediana de los 12 expertos que contestaron a fines de setiembre la Encuesta de Expectativas Económicas de El Observador, proyectaban un crecimiento de 1,7% para este año y de 1,4% para 2016.

La visión del gobierno es algo más optimista, pero ninguno de los 12 encuestados ni del resto de los expertos que expusieron públicamente hablan de una contracción económica sostenida. Solo dos respuestas a la encuesta prevén una caída de la actividad en 2016, lo que hace de ésta una postura minoritaria entre los analistas.

A los efectos del día a día del grueso de los uruguayos, las diferencias se convierten en matices técnicos. La economía puede crecer más cerca de 1% o de 2%, la inflación puede estar más cerca de 10% que de 8%, si hay que priorizar la recuperación de la competitividad o el combate a la inflación. El riesgo es que esos matices sean vistos por un público no especializado como un abismo entre dos posturas.

La polarización a la que conducen los reiterados achaques del equipo económico a los técnicos fuera del gobierno, obliga al público a tomar una postura y no es claro que el gobierno se lleve las de ganar en la disputa por la confianza, no ya del gran público, sino de los empresarios e inversores, más dispuestos a identificarse con sus consultores que con sus gobernantes.

Una y solo una de las partes debe de tener la razón. ¿Y si llegara a confirmarse una desaceleración económica más pronunciada de lo que espera el gobierno? ¿Si la razón asiste a los analistas? La apuesta del gobierno por polarizar el debate es alta, porque de salirle mal esta jugada, es la credibilidad del equipo económico la que se vería afectada en momentos en los cuales es necesario contar con una conducción fuerte y creíble, sensata y receptiva, que no busque antagonistas sino que construya un discurso coherente y convincente, con margen suficiente para que, aun si el escenario se agravara, genere la tranquilidad que los uruguayos hoy no manifiestan tener.

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