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El derecho a la privacidad en nuestra interacción con herramientas digitales y el uso de un dispositivo como testigo en un juicio por asesinato
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04 de mayo de 2017 a las 05:00

Por Martin Litwak

A nuestros clientes latinoamericanos les preocupaba más proteger su privacidad que pagar menos impuestos o digitar al milímetro qué sucederá con sus bienes luego de su fallecimiento.

En esta ocasión, vamos a referirnos a un tema que se relaciona estrictamente con el derecho a la privacidad, en este caso, al derecho a la privacidad de los usuarios de Alexa.

Alexa es un asistente personal de voz creada por Amazon que opera en forma similar a “Siri” o “Cortana”, los asistentes de voz de Apple y Microsoft. La mayor diferencia con aquellas es que Alexa no funciona como una aplicación dentro de un dispositivo, sino que es un dispositivo inalámbrico en sí mismo.

Permanentemente conectada a Internet, Alexa permite realizar un sinnúmero de funciones, desde pasar la música que uno quiere, hasta reservar un restaurante o informarnos la temperatura o la mejor ruta para ir al trabajo. Alexa puede también responder todo tipo de preguntas.

El problema no es tanto lo que puede “decir” Alexa, sino lo que “ve” u “oye”.

El dispositivo está “siempre alerta” y hace grabaciones de audio de una fracción de segundo antes de detectar las palabras que lo activan, “Alexa” o “Amazon”. Este audio se transmite a los servidores de Amazon, que analizan la petición y le indican cómo responder.

Si bien Amazon ha dicho en varias ocasiones que no almacena información personal de los usuarios en sus bases de datos y que, desde ya, no la entrega a terceros, lo cierto es que desde un punto de vista tecnológico podría perfectamente hacerlo (al igual que Siri y Cortana).

Pero dejemos la teoría, y pasemos a la práctica.

En noviembre de 2015, James Bates se comunicó con la policía de Bentonville, en el Estado de Arkansas, Estados Unidos, para informar que había encontrado el cuerpo su amigo Víctor Collins boca abajo en el agua en un jacuzzi en su domicilio.

Dado que unos de los ojos y los labios del fallecido estaban hinchados y había manchas sospechosas de sangre en el borde de la bañera, los investigadores concluyeron rápidamente que Collins había sido asesinado y no tardaron en señalar a Bates como el principal sospechoso.

Según la versión de Bates, él invitó a Collins y a dos amigos más a su casa para ver un partido de fútbol americano. El anfitrión se fue a la cama a la una de la madrugada. La víctima y uno de los otros amigos siguieron echando el rato y bebiendo en el jacuzzi. La defensa de Bates segura que lo encontró boca abajo en el agua al despertar al día siguiente.

Hasta aquí, nada fuera de lo normal.

Al lado del jacuzzi donde se encontró el cuerpo sin vida de Collins, había un Alexa, que pertenecía al presunto asesino y allí es justamente donde el tema se pone interesante.

Al recibir el pedido de los fiscales de Arkansas para entregar los datos de voz y transcripciones registradas por Alexa, a fin de ser utilizados en el juicio, Amazon respondió lo siguiente:

a) los diálogos recogidos por Alexa están protegidos por la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, como podcast, audiolibros o cualquier “contenido expresivo”, y que solo se utilizarían estas grabaciones si fuesen cruciales para la resolución del caso;

b) la compañía solo proporcionará la información si los fiscales prueban que estos datos no están disponibles en ningún otro lugar; y

c) Amazon no pretende obstaculizar ninguna investigación judicial, sino que tiene por objeto proteger los derechos de privacidad de sus clientes cuando el gobierno solicita sus datos de Amazon, especialmente cuando esos datos pueden incluir contenido expresivo protegido por la primera enmienda.

Se trata de un caso similar a la batalla legal de Apple con el FBI tras el tiroteo de San Bernardino, en el que las autoridades querían desbloquear un iPhone utilizado por el terrorista mediante el desarrollo de una ‘puerta trasera’, pero con un agravante que puede pasar en un principio desapercibido

En efecto, en ese momento Apple argumentó que desbloquear el teléfono por ese método y descifrar los datos debilitaría la seguridad de todos los usuarios de sus dispositivos. No se trataba de información que Apple tuviera respaldada fuera del dispositivo en cuestión y que por ende pudiera entregar a los investigadores. Finalmente, aunque no viene al caso, las autoridades dijeron que fueron capaces de extraer información sin la ayuda de la firma tecnológica.

En cuanto a Amazon, en ningún momento la empresa se defiende argumentando que no tiene acceso a la información que se le ha solicitado, con lo cual queda en evidencia que no es cierto que no almacena en sus bases de datos información privada perteneciente a sus clientes. El argumento para no entregar la información, que sí posee, fue que la entrega de la misma sería contraria a la libertad de expresión consagrada en la Primera Enmienda a la constitución de los Estados Unidos.

Alexa será testigo

Después de meses de discutir con las autoridades, Amazon ha accedido a aportar los datos recolectados por Alexa para que la justicia dirima si James Andrew Bates es o no culpable del asesinato de Victor Collins.

Si bien no sabemos aún si Bates estranguló y ahogó a Collins, si sabemos que en primer lugar, la transparencia casi total hacia la que se mueve el mundo excede en mucho el mero intercambio de información financiera. En segundo lugar, Amazon en efecto guarda en sus bases de datos (cuya ubicación exacta se desconoce) información privada perteneciente a sus usuarios recolectada por sus dispositivos.

Y finalmente, por primera vez en la historia, una inteligencia artificial y sus archivos servirán como prueba en un juicio.

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