El compositor argentino Roberto Firpo estaba en Montevideo una noche de 1917, cuando tuvo la oportunidad de dirigir su orquesta en La Giralda, el café más lujoso de la ciudad. Allí, Firpo hizo sonar por primera vez La Cumparsita mientras que su compositor, el entonces estudiante de arquitectura Gerardo Matos Rodríguez, lo escuchaba desde el público. Cinco años más tarde la confitería se derrumbó para dar inicio a las obras del futuro Palacio Salvo.
Algo de esa noche quedó entre los escombros. Nueve pisos más arriba, cuatro artistas del
tango recuerdan su himno, uno de los más conocidos en el mundo. Luis Olivera, Zahira Kascalt, Ruben Alberto Ferreri y Lina Pacheco eligieron ese piso para vivir y de un modo u otro reviven esa parte de la historia. La Cumparsita "quedó como un alma que hay que aprovecharla", dice Olivera antes de homenajear la pieza con los habilidosos firuletes y gráciles movimientos que logra junto con su pareja de baile, en medio del pasillo que es su pista de baile favorita. Del otro lado de la puerta, en el apartamento 912, el pianista Ruben Alberto Ferrari la recuerda a su modo. Piensa que hay tangos más lindos, pero no duda en sentarse al piano y comenzar a tocarlo cuando se lo piden.
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