La banda agregó un pétalo más a la identidad del uruguayo que ruega que está mal ser rico y lindo
Todos envidiamos sana o insanamente a Rombay; todos queremos ser así de lindos, de ricos, de divertidos y de talentosos. Todos queremos que de la nada una idea loca se nos convierta en un éxito rotundo que haga que nuestras cuentas bancarias crezcan mientras que hacemos lo que más nos gusta.
Todos queremos grabar un video en el yate de papá. Todos queremos que papá tenga un yate –y para arrancar, quiero que mi viejo esté vivo-. Todos queremos tener una casa en Punta del Este y un celular que filme en HD, como ese que usaron para filmar el video.
Pese a que mi físico no se asemeja al de los gurises en ese yate, yo quiero estar ahí cantando, no, perdón, quiero estar gritando: “¡Yo quiero hacer locuras contigo, que nos llamen locos a los dos, que parezca un accidente y terminemos frente a frente!”.
Es cierto que Rombay es la medida de todas las cosas malas que pasan en nuestro Uruguay. Como también lo es ver a la gente enterrada en un contenedor verde juntando basura, como lo es ver a una mujer con un bebé alquilado pidiendo guita en un semáforo, como lo es el nivel del discurso de los políticos en estos tiempos.
Rombay es medida de todas las cosas malas que pasan en nuestro país como lo es también escuchar a José Soler entonando “E lucevan stelle”, de Tosca –una maravilla-.
La gente es la medida de todas las cosas. Ya Uruguay se ha encargado en condenar lo lindo de la vida. Acá tenemos que ser laburantes y pobres y “pelearla” para ser dignos. Cualquier cosa distinta a eso es o ser un vago o ser un cheto que vive de arriba.
¡A cagar carajo! Bien por Rombay, bien por lo que hacen bien y por lo que hacen mal. Pero principalmente, bien por todos los gurises que les gusta moverse al ritmo de Rombay, que se besan escuchando Rombay, que se enamoran escuchando Rombay, que quieren verlos en vivo y que de alguna manera u otra sienten algo lindo al escuchar su música… Que se divierten como yo cuando era adolescente escuchando “Con una rubia en el avión”, que no es ninguna maravilla musical.
La música, es menos elaborada y trabajada que las óperas que mi abuela escuchaba soñando con José Soler, o que las melodías profundas de Brassens que mi viejo entonaba con lágrimas en los ojos. La decadencia de nuestro país se representa en que amemos a Rombay, pero es subrayada en que haya algunos cuantos retrógradas que digan que está mal amarlos.
No tenemos que ser fanáticos de Vladimir Horowitz para ser una sociedad mejor, nuestra sociedad está repodrida desde hace unos cuantos años y todo lo que nos queda por hacer, mientras tanto, es subirse a ese yate.
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