Trabas hacia el desarrollo

La posibilidad de que Uruguay avance sustancialmente hacia el desarrollo depende de tres campos fundamentales, que son la educación, la energía y el transporte. Está razonablemente bien encaminado el autoabastecimiento energético, que hasta puede permitir exportación de gas en pocos años.

Es incierto, en cambio, el avance en el transporte, que incluye ferrocarril, carreteras y puertos. Y la educación persiste como el lastre que nos ancla en el atraso. La inversión privada, en su casi totalidad externa, ha sido y seguirá siendo esencial en áreas en las que el Estado tiene limitaciones financieras y técnicas, tanto en energía como en transporte. Pero el estancamiento educativo, por deficiencias de gestión e incapacidad oficial para imponer autoridad, amenaza agudamente al país.

Donde más ha progresado el gobierno es en el sector de la energía. La pujanza de la generación eólica augura un refuerzo voluminoso a la producción de electricidad. La regasificadora en la bahía de Montevideo, que puede estar funcionando en un par de años, nos liberará de la actual dependencia de Argentina en el suministro de gas, fuente que se perfila como la de mayor incidencia en el cambio de la matriz energética, tanto para las empresas como los hogares.

Actualmente le compramos gas a Argentina, que tiene sus propios problemas graves de abastecimiento interno por falta de inversión. Los intentos uruguayos de traer gas más seguro y barato de Bolivia y de Paraguay fracasaron por las leoninas tarifas de peaje que el kirchnerismo pretendía cobrar por el uso de los ineludibles gasoductos en territorio argentino. Y como la eventual producción de la regasificadora duplicará las necesidades uruguayas, quedará un voluminoso excedente para venderle a nuestros vecinos platenses.

Las nuevas fuentes de energía, por otra parte, reducirán la compra del costoso petróleo importado, por lo menos hasta que algún día se encuentren en nuestro territorio yacimientos económicamente explotables, si es que alguna vez sucede.

El área del transporte se presenta más compleja. No se conocen planes para un mejoramiento sustancial del sistema carretero, cuya capacidad está sobrepasada y enfrenta deterioro por el tránsito de camiones como principal elemento de carga. Su complemento indispensable es la recuperación del ferrocarril, prioridad del presidente José Mujica, pero que naufraga en la indecisión gubernamental con parches insuficientes y en los propios conflictos dentro de AFE. El ente acaba de cambiar de jefe, pero sigue ausente un plan integral para restablecer un sistema medianamente eficiente. Y ya ni se habla de la oferta de China de hacerse cargo de la tarea.

El puerto de Montevideo y el de Nueva Palmira sufren las trabas de la hostilidad argentina, en tanto el de aguas profundas en Rocha es un proyecto cuya concreción dependerá de que se formalice la explotación minera de Aratirí, como usuario principal de esa terminal.

Y la insistencia presidencial en mejorar la educación, en la que concuerdan todos los partidos políticos, es una penosa función continuada de incompetencia dirigente y de tolerados impedimentos sindicales a modernizar la enseñanza pública. Mientras no se ataquen con visión y energía las carencias en educación y el transporte, el desarrollo seguirá siendo un lejano arcoíris.