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Trigo y cebada con rendimiento récord, pero no se recuperarán costos de producción

Los reportes de rendimientos sorprenden con productividades excepcionalmente altas
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04 de diciembre de 2015 a las 05:00
Por Blasina y Asociados, especial para El Observador

El rendimiento de los cultivos de invierno será el mayor de la historia. Y eso en un año Niño tiene doble mérito. Se suponía que las lluvias se llevarían algo del rendimiento causando enfermedades por hongos, lo típico de los años Niño, en el que las lluvias son mayores a lo normal y a lo que toleran ambos cultivos originados en el semidesierto de la Mesopotamia.

Pero no fue así. Las lluvias fueron las justas y las noches frías de la primavera hasta el final del cultivo permitieron cosechones. En el trigo hasta el cierre de noviembre faltaba algo menos del 50% del área por cosechar, aunque con la capacidad de siembra disponible y los días secos se podrá casi cerrar la recolección antes de la primera mitad de diciembre.

Los reportes de rendimientos sorprenden con chacras de productividades excepcionalmente altas. Operadores privados y técnicos del gobierno le ponen un piso actualmente a los rendimientos sobre 3.500 kilos por hectárea, aunque el rendimiento final puede estar un par de cientos de kilos por arriba.
Ya con 3.500 kilos se llegaría a un récord histórico superando el anterior máximo de cerca de 3.400 kilos/ha de 2011/2012.

El rendimiento de trigo podría alcanzar un récord de al menos 3.500 kilos por hectárea.

Lo que resta por cosechar está en área tradicionalmente de alto rendimiento.

En general, los menores rendimientos –aunque igualmente buenos– se ubicaron sobre el litoral norte y el centro del país, aunque esas regiones tienen este año especialmente una baja ponderación.

Para definir la producción tendría que haber un dato consensuado sobre el área sembrada y a cosechar. La Dirección de Estadísticas Agropecuarias (DIEA) manejó una superficie implantada de 319.000 hectáreas, lo que tiene un rango de tolerancia hacia arriba o abajo. Entre las empresas semilleristas se manejaron valores cercanos a las 250.000 hectáreas. Es una diferencia muy importante en términos relativos dado lo bajo de la superficie.

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Para algunos técnicos del gobierno la superficie estará por encima de lo que proyectan los privados, especialmente por un mayor porcentaje de uso de semilla propia.

Otro ajuste que se debería hacer sobre cuánta superficie sembrada casi como cobertura llegó a cosecha. Si se tomara un valor en el medio de la estimación de DIEA y de los privados –de 285.000 hectáreas– más un rendimiento promedio de al menos 3.500 kilos/ha se llegaría a una producción de un millón de toneladas, a los que habría que agregarle alrededor de 350.000 toneladas de stocks de la zafra pasada.

Al cierre de esta zafra de invierno los productores tendrán para festejar con los resultados de la cebada lo que podría tener incidencia en las decisiones para la campaña 2016/2017. Los resultados fueron claramente superiores a los esperados y sin restricciones en cuanto a la calidad. Con una superficie del orden de 95.000 hectáreas se podría alcanzar las 350.000 toneladas. Al igual que en el trigo, hubo una pendiente de rendimientos que subieron a medida que se bajó desde el litoral norte hasta el litoral sur.

La cebada no es un commodity. Como producto diferenciado, con condiciones muy específicas para satisfacer a la industria ha generado condiciones comerciales más favorables y predecibles. Su precio va atado al mercado de futuros de Chicago y los productores pueden ir tomando posiciones cuando lo deseen. Han podido ir construyendo un precio. Pero para los productores de trigo la alta producción de este año puede terminar resultando en un problema comercial grave. Y es posible que el trigo termine en las fauces de las vacas y los novillos.

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Mucho volumen, poca proteína

El problema de este año con la calidad de trigo es que con rendimientos tan altos el grano queda diluido en su contenido de proteína. Y con un contenido bajo de proteína, en muchos casos menor a 10%, se genera un trigo con poco gluten. Y si el trigo no tiene gluten la harina no tiene fuerza para levantar la masa. El problema es que esos trigos, si no son aceptados por la industria molinera local, serán difíciles de exportar. En definitiva, si no tienen una buena aptitud panadera, ¿quién los comprará?

Por ahora, los productores van entregando o embolsando a la espera que se cierre la cosecha y se tenga una idea clara de la calidad industrial. Los operadores que tengan trigo de la zafra pasada –con buen nivel de proteína– podrían mejorar los lotes de la zafra actual aunque con la posibilidad, en la mezcla, de empeorar otras variables.

Uruguay tiene un consumo anual de unas 450.000 toneladas de trigo. Quedará un stock difícil de colocar. Y los precios a medida que la cosecha fue progresando se fueron cayendo.

Las especulaciones sobre la presión de oferta desde Argentina incidieron negativamente sobre los valores regionales. Sin retenciones y con un dólar más alto, los productores argentinos podrían salir agresivamente al mercado para hacerse de dólares que significarán más pesos que antes. Desde Brasil –donde la producción fue sustancialmente inferior a la esperada y con graves problemas de calidad en Rio Grande– los molinos compran lo estrictamente necesario a la espera de la llegada del trigo argentino.

De modos que los precios han ido perdiendo unos US$ 10 cada semana y a esta altura se recuestan sobre los US$ 160 e incluso se mencionan precios pasados a US$ 150 por tonelada. Prácticamente la mitad del precio que ostentaron en los años de auge, como cuando en 2008 una ola de calor destruyó a los trigos de Europa y el pan se disparó desatando la primavera árabe.

Y mientras los europeos y estadounidenses no muestran señales de bajar el área sembrada, los uruguayos tendrán una decisión difícil por delante: vender ahora o esperar un eventual rebote de precios. Los argentinos se lanzarán el año próximo a recuperar el tiempo perdido y sembrarán un área que tal vez duplique a la del año pasado en el cereal. El trigo lleva la peor parte del ajuste en el precio de los granos, porque la competencia de Argentina será dura. Pero lo sobrelleva en base a esos excepcionales rendimientos.

Para quien logra 5.000 kilos y más, la facturación será aceptable como para quedar cerca del empate con los costos. Algunos, aun logrando esos rendimientos, perderán. Otros lograrán seguir avanzando en el desafío del ciclo de bajos precios agrícolas para pasar a la apuesta de la soja, donde de nuevo será necesario una goleada en las cosechadoras para lograr un resultado de empate. Y así seguir esperando que la suba del dólar y la gradual recuperación de los granos puedan acomodar mejor a las cuentas en el 2017. Mientras, se tratará de seguir marcando récords de productividad.

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El peso de cómo jugará Argentina

Mientras todavía no se terminó de cosechar en Uruguay, y menos en Argentina, las miradas están puestas ya en la zafra 2016/17 de cultivos de invierno.

Con el fin de la administración K, hay fuerte entusiasmo sobre cuánto podría rebotar en Argentina la producción de cereales. En el caso del trigo, asesores agropecuarios ligados al presidente electo Mauricio Macri proyectan que se pueda duplicar el área de trigo el año próximo en Argentina.

Con la nueva administración, ya se anunció el fin de la retención sobre las exportaciones de trigo –de 23%– así como el sistema de cupos de exportación. Asimismo, los agricultores esperan tener un tipo de cambio más competitivo. El cambio de aires genera a veces voluntarismo asumiendo que en el corto plazo se solucionarán los fuertes desequilibrios macroeconómicos que arrastra Argentina.

En un mundo que por ahora luce sobreabastecido y con exportadores mundiales muy competitivos, se puede preguntar el sentido de duplicar la producción con un consumo interno y en Brasil que no sufrirá variaciones significativas. Esto obligaría a Argentina a colocar altos excedentes fuera de la región, donde competirá con grandes jugadores mundiales que cuentan con menores niveles de fletes para llegar a los principales países y bloques importadores.

En Uruguay está claro que se sentirá la presión de una mayor competencia de trigo desde Argentina. Los muy buenos resultados de la cebada este año –tanto en rindes como calidad y mejores precios– abre una posibilidad de expansión para ese grano. Las malterías tienen la posibilidad de asegurarse definitivamente el auto abastecimiento. La colza también tendría oportunidades de crecer aunque limitado a las posibilidades de ALUR, el casi único demandante de la oleaginosa.

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