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Trump, Putin, Xi y el aumento del nacionalismo nostálgico

Antes que el nuevo presidente de los EEUU, China, Rusia y Turquía ya habían establecido esa moda
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05 de enero de 2017 a las 01:50

Por Gideon Rachman - Financial Times


EEUU está acostumbrado a establecer tendencias mundiales. Pero mucho antes de que Donald Trump se comprometiera a “restaurar la grandeza de EEUU”, China, Rusia y Turquía ya habían establecido la moda del nacionalismo nostálgico.

La versión china del famoso compromiso de Trump fue la promesa del presidente Xi Jinping, la cual hizo en 2012, de liderar un “gran rejuvenecimiento del pueblo chino”. Ese mismo año, Vladimir Putin regresó al Kremlin como presidente y se embarcó en un proyecto nacional que fácilmente se puede resumir como “restaurar la grandeza de Rusia”. En Turquía, mientras tanto, el presidente Recep Tayyip Erdogan busca inspiración nacional en las glorias del Imperio otomano.

Los climas políticos en China, Turquía y Rusia proporcionan una clara advertencia acerca de los peligros del nacionalismo nostálgico. En los tres países, el anhelo de restaurar la grandeza nacional se combina con una campaña promovida por el gobierno contra hostiles fuerzas externas y con un enfoque en los “enemigos internos” antinacionales.

Las instituciones sólidas y la prensa libre estadounidenses dificultarán mucho más que el nacionalismo nostálgico de Trump suprima la oposición política interna, en la manera que lo han hecho los presidentes Putin, Xi o Erdogan. Pero la idea de que las democracias son de alguna manera inmunes a las formas más sutiles del renacimiento nacionalista nostálgico es demostrablemente falsa. Basta con mirar a Japón, India, Hungría y el Reino Unido.

Shinzo Abe, el primer ministro japonés, está liderando una campaña enérgica en pro del renacimiento nacional. Hha citado como su inspiración la Restauración Meiji del siglo XIX, la cual convirtió a Japón en el principal poder de Asia. En India, el primer ministro Narendra Modi lidera un movimiento nacionalista hindú que simultáneamente intenta modernizar India mientras apela al orgullo hindú en un pasado glorioso (y a veces mitológico). En Hungría, el primer ministro Viktor Orban es un nacionalista que contempla nostálgicamente los territorios que su país perdió después de la Primera Guerra Mundial.

Y luego está el Brexit. El nacionalismo nostálgico también desempeñó su papel en la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión europea (UE). El énfasis en una “Gran Bretaña Global” de la campaña para salirse de la UE apeló a los recuerdos de la época en que el Reino Unido era una potencia mundial dominante, no sólo un miembro de un club de 28 naciones europeas.

Con Rusia, China, EEUU, Reino Unido, Japón e India acogiendo formas de nacionalismo nostálgico, es tentador considerar el fenómeno como algo ubicuo y, por lo tanto, común y corriente. Pero sería un error. La mayoría de las democracias occidentales establecidas todavía no han seguido la tendencia. Canadá, Australia y la mayor parte de la UE no han sucumbido al nacionalismo. Francia es vulnerable: el Frente Nacional de Marine Le Pen es un ejemplo clásico de un partido nacionalista nostálgico. Pero en el otro lado del Rin, es difícil concebir que algún partido haga campaña exitosamente con el lema “restaurar la grandeza de Alemania”.

En numerosos países donde se ha arraigado, el nacionalismo nostálgico sigue siendo una fuerza nueva. En Reino Unido y en EEUU, los políticos más exitosos fueron, hasta hace poco, visionarios del futuro. Bill Clinton habló de construir un “puente al siglo XXI” y Barack Obama hizo campaña con el lema de “esperanza y cambio”. En el Reino Unido, Tony Blair habló de “Cool Britannia”, mientras que David Cameron se posicionó como un conservador modernizador, cómodo con la sociedad contemporánea. Incluso Rusia, antes de la era del Señor Putin, parecía más interesada en forjar un nuevo futuro que en recapturar las glorias imperiales pasadas.

Entonces, ¿qué ha sucedido? Una de las explicaciones ‘multiuso’ más conocida es la globalización. Los efectos alteradores del capitalismo global, incluyendo la migración masiva y la crisis financiera de 2008, probablemente han aumentado el nostálgico atractivo de un pasado más estable y más homogéneo. Los resurgimientos nacionalistas en un país pueden haber alentado la emulación en otros lugares. Trump citó al Brexit como inspiración y él es también un flagrante admirador de Putin.

Una razón menos explorada del resurgimiento del nacionalismo nostálgico pudiera ser el cambio en el poder político y económico del Occidente a Asia. El sentimiento de que la riqueza y la influencia mundial de EEUU se están erosionando sirvió de base a la promesa de Trump de restaurar la grandeza a EEUU. En las potencias asiáticas en ascenso, como China e India, el cambio de poder mundial ha inspirado ambiciones de revivir la grandeza nacional y cultural que fuera eclipsada durante la era del imperialismo occidental.

Los llamamientos patrióticos hacia el pasado representan una parte estándar de la retórica política a nivel mundial. El nacionalismo nostálgico sólo se vuelve peligroso cuando cae en la creación de mitos y en la hostilidad hacia los extranjeros. En ese punto, las probabilidades de un choque entre las ideologías nacionalistas rivales aumentan. La posibilidad de una confrontación entre el nacionalismo estadounidense y el chino en el Pacífico parece haber aumentado desde la elección de Trump.

Para los nacionalistas nostálgicos siempre es mucho más fácil concentrarse en los errores cometidos por los extranjeros que en ser honestos acerca de la complicada historia de sus propias naciones. Es diciente que ni Putin ni Xi parecen muy dispuestos a discutir los crímenes de esos grandes constructores de naciones, Stalin y Mao. Las eras anteriores en las que el nacionalismo nostálgico se puso de moda son difícilmente alentadoras. En la década de 1930, la Italia de Mussolini apeló a las glorias de la antigua Roma, mientras que los nazis se presentaron a sí mismos como herederos de los caballeros teutónicos de la Europa medieval.

La historia puede, de hecho, ser una inspiración para aquellos que anhelan el resurgimiento nacional, en EEUU y en cualquier otra parte. También debiera ser una advertencia.

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