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Trump y China: "amigos" estratégicos

Xi Jinping ha sido más astuto que su colega Donald Trump, que empieza a dar marcha atrás en sus diatribas contra Pekín
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27 de mayo de 2017 a las 05:00
Al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le alcanzaron 10 minutos de conversación con su homónimo chino, Xi Jinping, para darse cuenta de que no puede tomar decisiones con un chasquido de dedos y que la política exterior no es un asunto tan simple como creía antes de llegar a la Casa Blanca.

Con la misma rapidez con la que en la campaña electoral lanzaba furibundas críticas contra el gobierno comunista de Xi, a quien acusaba de aplicar políticas que dañaban la economía estadounidense y lo amenazaba con librar una batalla diplomática para evitar la expansión del gigante asiático en el Mar de China Meridional, Trump empieza a recular en sus diatribas contra Pekín.

El jefe de la Casa Blanca ahora empaca sus armas de guerra contra China y en el marco de un sorprendente nuevo vínculo diplomático, Washington y Pekín firman acuerdos comerciales, ambas partes anuncian que "aspiran a una cooperación mayor" (ver nota aparte), como si nada hubiese ocurrido, y trabajan juntos para evitar que se desate una guerra nuclear con Corea del Norte.

De un día para otro China dejó de ser el culpable de todos los males que sufre EEUU, una muletilla proselitista trumpiana.

Con el seductor eslogan "Primero EEUU", el magnate inmobiliario convenció a sus votantes de que la debilidad de los anteriores presidentes estadounidenses frente a sus pares chinos, explicaba buena parte del declive de Washington.

Entonces fue que acusó a Pekín de ser el "manipulador de divisas más grande del mundo" y se comprometió a subir los aranceles a los bienes del gigante asiático. Incluso, llegó a tener gestos diplomáticos que hacían pensar que quería poner fin a la idea de una sola China, apoyando la causa de Taiwán.

Pero luego de la reunión en la "Casa Blanca de invierno", como se conoce a la residencia privada de Trump en Mar-a-Lago, en el sur de Florida, con Xi, en el marco de una visita oficial el 6 y 7 de abril, las quejas y críticas contra Pekín quedaron a un lado y desde entonces el presidente lanza más flores que sablazos al jefe de Estado comunista. Trump se congratuló de los "progresos espectaculares" logrados en la relación sino estadounidense.

No hay un consenso entre los analistas acerca del viraje de la política exterior republicana, que se refleja no solo en la nueva diplomacia con China, sino también en el ataque militar a Siria, en la entrega de armas a los rebeldes kurdos en Siria, dos acciones impensables por su promesa de no involucrarse en conflictos ajenos a Washington.

"¿Por qué involucrarse en otra catástrofe musulmana?", tuiteó Anna Coulter, una columnista y abogada ultraconservadora, horrizada por el cambio de rumbo de Trump respecto a la guerra en Damasco, que podría sugerir que finalmente la política exterior estadounidense sería más convencional de lo previsto.

O el mandatario finalmente aprendió que la gestión de la Presidencia está muy lejos de manejarse como un negocio inmobiliario; o ahora escucha más al secretario de Defensa, Jim Mattis, y al asesor de seguridad nacional HR McMaster, ambos con carreras de servicio militar sobre los asuntos más calientes de la agenda internacional de Washington; o el presidente pergeñó una suerte de alianza ad hoc por conveniencia ante la amenaza nuclear de Corea del Norte.

En una entrevista con The Wall Street Journal, el 12 de abril, Trump hizo público su cambio de posición. Para el presidente, "ellos (por China) no son manipuladores cambiarios", un sorpresivo argumento que echa por tierra su plan para reducir las importaciones chinas. Y reconoció, además, que tomar esa medida ahora podría poner en peligro las discusiones con Pekín para confrontar la amenaza nuclear de Corea del Norte.

"No cambié mi postura", respondió el presidente estadounidense en otra entrevista, con el canal Fox News, el 18 de abril, cuando le marcaron el giro que había dado a su posición con Pekín. "China intenta ayudarnos. No sé si serán capaces o no pero, ¿qué voy a hacer en medio de sus conversaciones con Corea del Norte? ¿Atacarle sobre la manipulación de su moneda?", se justificó.

La Casa Blanca, que reclama una actitud más decidida de China con su socio Corea del Norte, tiene la esperanza de que Xi logre frenar el programa nuclear de Kim Jong-un, para evitar tomar medidas unilaterales.

Es que la amenaza nuclear de la dictadura de Kim Jong-un –realizó pruebas nucleares y decenas de ensayos de misiles desde comienzos de 2016, para desarrollar un misil capaz de alcanzar territorio estadounidense con una ojiva nuclear–, cada vez preocupa más a la comunidad internacional y ni China, un importante socio comercial de Corea del Norte, puede mirar hacia el costado.

El lunes pasado, el Consejo de Seguridad de la ONU condenó con firmeza el último ensayo misilístico de Corea del Norte y aseguró que presionará a todos los países para que refuercen las sanciones contra Pyongyang.

En un comunicado apoyado por China, el Consejo acordó adoptar "medidas significativas, incluyendo sanciones" para corzar a Corea del Norte a cambiar su conducta "altamente desestabilizadora".

Trump había instado a China a aplicar sanciones rigurosas contra Corea del Norte, pero ahora, sin tirar ni una piedra contra Pekín, y apostando a la diplomacia de buenos amigos y de socios comerciales.

Parece que tomó conciencia de que con sus ataques al gobierno comunista estaba caminando por una cornisa y podía caer al vacío. Y ahora camina en puntas de pie cuando habla de China.

Un ejemplo de ello es que en su reunión con Xi, el presidente republicano pretendía discutir la situación en Corea del Norte, pero rápidamente percibió la increíble complejidad del asunto.

"Después de escucharlo por 10 minutos, me dí cuenta de que no es tan simple", dijo.

Para comprender el cambio de Trump respecto a China, el académico Eduardo Velosa, politólogo, profesor de relaciones internacionales y doctorando en la Universidad de Hamburgo, dijo a El Observador que hay dos elementos presentes: primero, que "las promesas de campaña se ven matizadas por el ejercicio real del poder desde la Casa Blanca" y, segundo, que "el presidente de EEUU se ve constreñido por el simple hecho de que la realidad internacional es mucho más compleja de lo que puede conjeturar".

Para Velosa, Trump "no tiene una estrategia clara de política exterior", no sabe cómo moverse con la región del Asia-Pacífico, y por eso cree que lo que ocurra en los siguientes meses de 2017 será "crucial para empezar a tener una idea de cómo va a ser su presidencia en materia de política exterior".

Respec to a la delicada situación con Corea del Norte, señaló que el fortalecimiento militar y nuclear de Pyongyang se explica por una larga identidad forjada en base a "enemistades" con Corea del Sur, Japón y EEUU y "la necesidad de asegurar la supervivencia del régimen".

"Cualquier resolución del asunto nuclear de Corea del Norte pasa por la confluencia de distintos intereses geopolíticos internacionales", explicó y uno de ellos es la posición de China.

"Para China", agregó Velosa, "tener la posibilidad de una presencia mucho más fuerte de Estados Unidos en la región es un asunto también de seguridad internacional y de seguridad doméstica".

El reclamo de Trump a Xi de que presione a Pyongyang para que ponga fin a su carrera nuclear y de que logre una "salida negociada", no significa que "China esté cediendo a las pretensiones de EEUU", sino que protege sus propios intereses.

En ese delicado escenario internacional en la zona Asia-Pacífico, "los intereses económicos de Trump han quedado sumergidos en la conflictiva realidad internacional", agregó.

Para el académico, "los primeros 100 días del gobierno de Trump han sido un 'choque' frente a la realidad internacional" porque en este campo "no puede manipular y es riesgoso no tener un sentido comprensivo de las consecuencias de la política exterior, cualquiera que ella sea".

"Pekín tiene mucho que decir y hacer" en la mesa de los países poderosos, opinó Velosa, y "en la medida en que asuma su responsabilidad de mantener el orden internacional y ajustarlo a sus demandas, podrá aprovechar la inexperiencia y soberbia del equipo de la Casa Blanca".

China sin duda tiene una gran oportunidad y ello depende de cómo se mueva en los próximos meses.

Pero lo que ya es seguro es que Xi, que ingresó desorientado a la cancha por las reacciones destempladas e imprevisibilidad de Trump, gana ventaja ante un adversario mal parado en el juego internacional.

Acuerdo comercial

Washington y Pekín llegaron a un acuerdo comercial que dará mayor acceso a la carne y al gas natural estadounidenses al mercado chino.

El acuerdo fue apenas un mes después del encuentro entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y su colega chino, Xi Jinping, en Florida, en el que ambos líderes se comprometieron a diseñar un plan de mejora de las relaciones bilaterales en 100 días.

El objetivo de Washington es reducir su abismal déficit comercial con su socio asiático, del orden de U$S 350 mil millones. China aceptará además algunos servicios financieros estadounidenses.

"Realizar semejantes progresos en tan poco tiempo muestra que podemos aspirar a una cooperación aún mayor en beneficio mutuo", se felicitó Geng Shuang, portavoz del Ministerio de Exteriores chino.

Según el acuerdo, China autorizará las importaciones de carne bovina tras un embargo de 13 años y las empresas chinas podrán comprar gas natural en EEUU.

El texto establece que China autorizará antes que termine julio la importación de carne que fueron suspendida en 2003 por un caso de la enfermedad de la "vaca loca".

EEUU pedía desde hacía varios años la reapertura del mercado chino, donde el consumo de carne aumentó de forma espectacular y que los ganaderos estadounidenses consideran crucial.

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