Opinión > HECHO DE LA SEMANA - Miguel Arregui

"Tupabandas": venta de humo

Algún peso mal habido pudo financiar al MPP en sus orígenes, pero todos los partidos muestran celos y esconden cadáveres
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24 de junio de 2017 a las 05:00
En abril la periodista María Urruzola publicó un libro en el que se sostiene que los viejos tupamaros financiaron con rapiñas parte de sus actividades tras recuperar la libertad en 1985. El libro aún provoca explosiones aquí y allá, como espoletas de acción retardada.

En 1989 los tupamaros ingresaron al Frente Amplio e hicieron su debut electoral bajo el paraguas del MPP (Movimiento de Participación Popular). En sus inicios fue apenas un grupo cuasi marginal, con 44.446 votos y dos diputados. Era un tiempo de debates y desgarramientos. Unos cuántos de ellos todavía tomaban en serio el comunicado Nº 1 de 1967: "La única vía para la liberación nacional y la revolución socialista será la lucha armada". Otros, en tanto, ya reivindicaban el sistema democrático, en medio de un gran embrollo teórico. El delirio del Hospital Filtro en agosto de 1994, la caída del "socialismo real" en Europa y el éxito electoral de Tabaré Vázquez terminó con las dudas de la mayoría.

Después del ingreso de José Mujica al Parlamento en 1995, aquella frágil llama inicial se transformó en uno de los mayores sucesos políticos de la historia uruguaya.

Urruzola, quien trabajó largamente en Brecha y otros medios, fue cuestionada por los tupamaros debido a su antigua militancia comunista y a sus trabajos en el Mides y la Intendencia de Montevideo junto a Ana Olivera. Ya se sabe de la larguísima competencia, cuando no enemistad lisa y llana, entre el PCU y la "corriente" radical y la "tendencia combativa".

En su libro "Eleuterio Fernández Huidobro – Sin remordimientos", Urruzola puso bajo la lupa a uno de los fundadores del MLN, quien, al menos desde 2007 y hasta su muerte en 2016, derivó por sendas sorprendentes.

Fernández Huidobro estuvo en los orígenes de los tupamaros, desde el asalto en 1963 al Tiro Suizo, en Nueva Helvecia, que él consideró un simple "escruche", hasta la llegada al gobierno de José Mujica, su viejo camarada en calabozos miserables. Redactó buena parte de los comunicados y planes político-militares, y escribió una serie de relatos que forman la "historia oficial" del movimiento. Sus últimos años los vivió como ministro de Defensa Nacional, en una actitud simbiótica en la que algunos vieron una suerte de "síndrome de Estocolmo" ante sus viejos enemigos.

Urruzola afirmó que "comandos" tupas realizaron múltiples asaltos entre 1985 y 1998, hasta recaudar unos US$ 20 millones, que usaron, al menos en parte, para financiar actividades políticas del movimiento. La cifra, que equivale a US$ 50 millones de hoy, es a todas luces disparatada. Pero las "tupabandas" o "superbandas" fueron un hecho cierto; o al menos es cierto que algunos viejos tupas siguieron haciendo lo que mejor sabían hacer.

El libro de Urruzola fue enviado por el fiscal de Corte, Jorge Díaz, a la fiscal Stella Llorente, por si hallaba algún viejo delito para investigar. Llorente archivó el asunto (en 2015 había pedido cárcel para el ex tupamaro Héctor Amodio Pérez, devenido en traidor; pero Amodio era un blanco fácil). La semana pasada Paula Barquet, periodista de El País, hizo algo mágico de tan obvio: habló con el comisario retirado Eduardo Vica Font, veterano del Departamento de Hurtos y Rapiñas. "Fui el autor de la debacle de la 'tupabanda' y a mí no me citaron", dijo el comisario, en obvia referencia a la fiscal Llorente. "¿Quisieron hacer algo? No, hicieron venta de humo".

Vica Font narró detalles y afirmó que en los años '90 operaban seis bandas que realizaron grandes asaltos. Una estaba integrada por policías y otra por delincuentes comunes. Pero otras cuatro fueron formadas por viejos tupamaros o jóvenes reclutados tras la apertura democrática.

Lo que contó el comisario completó otras versiones. "Los testimonios coinciden en que, más allá de los debates, pese a la decisión de actuar en la legalidad, los tupamaros siguieron haciendo finanzas a la antigua", señaló el politólogo Adolfo Garcé en su libro "Donde hubo fuego", un relato de 2006 sobre la adecuación gradual de los viejos guerrilleros al sistema democrático.

El miércoles, cuando la oposición pedía en el Senado la formación de una investigadora, José Mujica admitió que en los orígenes del MPP "había gente en otra cosa; es muy probable que tres o cuatro militantes hayan emprendido por otros caminos, quizás con otro proyecto político o una desviación de carácter bandidista". Pero negó que ellos hubieran financiado al movimiento político legal. Luego sugirió que el comisario Vica Font era comprable.

La fiscal Llorente amaga a reabrir el caso, aunque sólo sea para llenar el ojo. El MPP ya está bajo sospecha por la intermediación en los negocios con Venezuela.

Habrá muchas otras escaramuzas, seguramente, pero nada de fondo. Mal que bien, casi todos tienen algún cadáver escondido en el ropero.

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