La principal consecuencia de una falta de acuerdo respecto al abismo fiscal sería similar a la que tuvo lugar cuando Standard & Poor’s bajó su nota de riesgo a Estados Unidos en setiembre del año pasado, cuando la principal potencia estuvo al borde de la cesación técnica de pagos.
La noticia impactaría en la confianza de los inversores, que huirían de los títulos riesgosos a las opciones más seguras, entre ellas –paradógicamente– el dólar y los títulos del Tesoro de Estados Unidos. Eso provocaría una suba de carácter temporal en la cotización del billete verde en la plaza local.
El alza del dólar no implicaría una mejora en la competitividad uruguaya, debido a que se daría de forma generalizada en los principales socios comerciales del país. Sin embargo, afectaría el precio de los bienes importados, alimentando así la inflación.
Si bien se trataría de una suba temporal, sería suficiente para afectar los registros de inflación de enero. La presión cambiaria se suma a la generada por el vencimiento de los acuerdos de precios en supermercados y los beneficios tarifarios concedidos para moderar el encarecimiento de la canasta de consumo, como la rebaja de UTE puntualmente en diciembre.
Eso podría generar mayores complicaciones en el frente inflacionario, llevando nuevamente el alza interanual de precios por encima de 9% –tres puntos por encima del rango objetivo y peligrosamente cercano a los dos dígitos–, después de la moderación puntual prevista para el dato de diciembre que se conocerá en los próximos días.
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