Diego Alonso Barragán

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Un libro de anécdotas

El nuevo DT de Cerro estudió en Uruguay en la dictadura, fue espía, vio morir al Pulpa Etchamendi y cuando asumió lo felicitó Jorge Valdano
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16 de enero de 2017 a las 05:00
"Esto sigue así, como en la época de los milicos", dice mientras sube las escaleras de una tribuna con un paso cortito y acelerado. Su referencia a los militares tiene una explicación: "Uruguay es mi segunda patria, me dio lo más grande que un país le puede dar a una persona que es la educación gratuita y la tuve desde 1978 a 1981 en el Instituto Superior de Educación Física".

Es Diego Alonso Barragán, el técnico colombiano de currículum exitoso y repleto de anécdotas que se hizo cargo de Cerro para la doble competencia.

Su educación en dictadura lo marcó, por los conocimientos, por la época oscura del país y porque llegó motivado por Washington Etchamendi y Julio Gioscia, a quienes conoció en Deportivo Cali.

El Pulpa, campeón de tres Campeonatos Uruguayos, una Copa Libertadores y una Copa Intercontinental con Nacional entre 1970 y 1972, fue su padre deportivo y dueño de una frase que inmortalizó su forma de ver el fútbol y la sociedad: "En el mundo cada vez hacen más falta dos cosas: democracia y delanteros".

Antes de su estadía en Uruguay, la relación entre ambos entrenadores era de absoluta confianza, se volvieron confidentes y compañeros inseparables, hasta que un infarto fulminante terminó con la vida de Etchamendi el 30 de mayo de 1976.

"Ellos me ayudaron y me encaminaron en esta profesión. Tuve la mala fortuna de ver morir al Pulpa. Compartíamos todo. Me volví su mano derecha y de un día para el otro perderlo fue un golpe muy duro", cuenta Alonso Barragán directo al grabador de Referí.

Para el futbolero religioso, no hay mayor éxtasis que gritar un gol y Etchamendi, un apasionado en su arte, vio como terminaba su vida tras un festejo en el Estadio Pascual Guerrero de Cali: "Jugamos con el Deportivo Cali contra Independiente de Santa Fe y él siempre vivía los partidos muy intensamente. Tuvimos la mala suerte de que nos expulsaron a Osvaldo Calero y cuando terminó el primer tiempo el Pulpa fue a buscar al juez para pelearlo. Llegó al vestuario cuando apenas faltaban cinco minutos para comenzar el segundo tiempo y les dijo a los jugadores. 'Vamos a empatar el partido así, así y así'. Parece mentira pero sacamos de la mitad de la cancha y llegamos al gol de esa forma. Todos los jugadores vinieron a abrazarlo. A los dos o tres minutos me dijo `Diego, me desmayo' y le dio un ataque cardíaco".

Una ambulancia lo sacó del Pascual Guerrero y lo llevó hasta el Hospital Evaristo García, pero Etchamendi no llegó.

Alonso Barragán se queda un segundo suspendido en el tiempo, como rebobinando recuerdos. El sol que cae en el Tróccoli es insoportable y mientras el fotógrafo se pasa la mano por la cara para sacar el sudor de la frente, el protagonista tiene por debajo de la camiseta de entrenamiento una remera térmica, de las que se usan en invierno para combatir el frío.

"Ahora me la saco para las fotos. ¿Si me da calor? No, ya estoy acostumbrado, la uso para no quemarme con el sol", advierte ante la mirada incrédula de los visitantes.

Pero el anecdotario no termina ahí: "Luego de ese paso trabajé con Carlos Bilardo en Cali y él me llevó luego a la selección de Colombia. Incluso me tocó ser espía de Uruguay porque las Eliminatorias (para el Mundial de España 1982) se jugaban contra Uruguay y Perú".

De Bilardo aprendió a obsesionarse con el fútbol y eso lo llevó a camuflarse en el Centenario para pasar reportes: "La selección uruguaya tenía a Alberto Bica y a Waldemar Victorino y Montevideo es un lugar muy pequeñito, entonces nos conocíamos todos. Yo sabía donde vivían los jugadores y en esa época no había Whatsapp ni redes, había que recortar los diarios y mandarlos".

Su tarea de espionaje, o de scouting como se define hoy en tiempos de deportes globalizados, también incluía a clubes: "También me tocó espiar a Peñarol en 1978 para una Copa Libertadores contra el Cali. Recuerdo que tenía a Fernando Morena y a Ruben Paz".

Su foto de Whatsapp lo tiene conversando con el difunto Juan Pablo II, también tiene una foto sentado en la misma mesa que Pelé y es amigo de Maturana, el genio colombiano que dirigió en la selección junto a Bilardo y que lo llevó a la selección cuando se puso el buzo de entrenador para ganar la Copa América de 2001.

Cuando se conoció su noticia de que iba a asumir en Cerro, Diego Simeone y Jorge Valdano le escribieron para felicitarlo por su vuelta al ruedo. Es que, además de ganar una Copa Libertadores con Atlético Nacional y una Copa América con Colombia, tuvo un pasaje por Atlético de Madrid, donde trabó amistad con los argentinos en la capital española. Con semejante currículum y amistades la pregunta se impone. ¿Qué hace en el Cerro?

"Tenía ganas de volver a Uruguay para rencontrarme con un país que me dio educación y amistades. Les quiero devolver todo. Es una cuenta pendiente. Tuve la posibilidad de venir a Peñarol cuando se fue Da Silva y no se dio, Cerro me llamó, tiene una forma de ver el fútbol que me identifica, mezcla pasión con exigencia, y además jugar la Copa Libertadores es jugar la Champions", agrega el técnico que tiene experiencia de sobra en el certamen continental.

"Pude ganar una Copa Libertadores, pudieron ser dos, pero un uruguayo me ganó una final", afirma a las risas, haciendo referencia a Enzo Francescoli, quien con River Plate de Argentina le ganó la final de 1996 ante América de Cali.

"La Copa Libertadores hay que saberla jugar de local y de visitante, además de manejar el entorno. En Uruguay hay jugadores que nunca viajaron más allá de Los Andes, que no conocen los buenos estadios, los buenos hoteles y todos esos detalles te pueden distraer. A nosotros nos tocó llegar a países y estar dos días encerrados en un hotel. No íbamos ni a la esquina, no conocíamos nada, estudiábamos los rivales al máximo", agrega como receta copera.

Consultado sobre el plantel que encontró en Cerro, Alonso Barragán hace un análisis nombre por nombre, pero destaca de forma especial a Jorge Rodríguez: "Me encontré con jugadores que quieren hacer su propia historia, los conocía a todos, pero el "Japo" me impresionó porque jugó en los dos grandes, en el exterior y vino muy entusiasmado a jugar a Cerro. Entrena como si fuera el último día de su vida".

Luego de 40 minutos de charla el canchero le pega un grito. Se va el auto que lo lleva hasta el hotel y la pregunta de cómo lo recibió el barrio cierra la encuentro: "Acá hay que ganar porque la hinchada lo primero que valora es el resultado, pero quiero un equipo que muera con las botas puestas. ¿Si me van a exigir? En Sporting Cristal, Atlético de Madrid, Millonarios, Atlético Nacional, Deportivo Cali y América de Cali tuve hinchadas muy exigentes y estoy acostumbrado".

Frases que definen un estilo

"Tengo reglas claras, no me gustan los equipos que juegan al pelotazo, quiero un equipo que salga jugando y jugadores que muevan la pelota con el borde interno del pie. Además ninguno puede quedarse quieto".

"Quiero jugadores ordenados y dispuestos a correr la cancha. Además tienen que respetar a la gente. No me gustan los números telefónicos, el 3-4-3, 5-4-1 o 4-4-2, cada partido será analizado según el rival y la circunstancia, por eso no me gusta encasillarme con un sistema".

"Los equipos se hacen con jugadores jóvenes y con experiencia. Hay que jugar y hay que meter. Mis prioridades son trabajar la inteligencia del jugador y luego la parte técnica, la física y por último la táctica".

El último día de enero

El debut de Cerro en la Copa Libertadores será el 31 de enero en el Estadio Luis Tróccoli a la hora 20 y siete días más tarde jugará la revancha ante Unión Española en Chile a la hora 21.15. De ganar su serie, Cerro se medirá ante el ganador de la llave que enfrentará a Montevideo Wanderers y Universitario de Sucre.

Se enfrentan al Titán

El rival de Cerro será Unión Española de Chile, el equipo que dirige Martín Palermo: "Es un equipo que juega de una forma similar al Boca de Carlos Bianchi. Por momento hunde a los zagueros y a los volantes para defenderse con seis o siete jugadores pero después sale muy rápido al ataque. Además tienen una filosofía de jugar con la pelota siempre por abajo, el jugador que la revienta para la tribuna deja de jugar".

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