Un poco de amor francés

Tres veces ganadora del premio Molière de teatro, el nombre de Yasmina Reza está asociado a la dramaturgia francesa moderna de manera indisoluble. Obras como Arte (1994) le valieron un reconocimiento internacional fulgurante que se agigantó cuando su amigo Roman Polanski adaptó al cine, con un reparto estelar, Un dios salvaje (2007).

Pero Reza no se limita a escribir exitosas piezas de teatro de tanto en tanto, sino que ha construido en paralelo una sólida carrera como novelista, con títulos interesantes como En el trineo de Schopenhauer o notables, como Felices los felices, que recordaba tanto a De qué hablamos cuando hablamos de amor, de Carver, con su crónica detallada de las miserias sentimentales de los seres humanos y los diversos vínculos de pareja.

Y es que, como también queda de manifiesto en este último trabajo, Babilonia, Reza es una experta en diseccionar el corazón de sus personajes, en analizar los miedos y los anhelos de cada uno de ellos y en hacer visible esa parte de la vida que parece diluirse en la rutina cotidiana que lo absorbe todo.

Si en su anterior novela los protagonistas eran adultos jóvenes o en la mediana edad, aquí son casi todos sexagenarios, ya que uno de los temas del libro es el paso del tiempo y cómo este va limando los sueños de juventud, el ansia de aventuras, la pasión amorosa y los vínculos familiares más trascendentes.

Estos dilemas se encarnan en Elisabeth, ingeniera de patentes, casada con Pierre desde hace décadas, madre de un hijo que ya abandonó el hogar, que una noche de nostalgia recuerda a un viejo amor de juventud y para no deprimirse organiza una fiesta a la que invita a varios amigos y a un matrimonio de vecinos de su edificio. Tras la fiesta hay un asesinato.

Que este argumento algo endeble y hasta previsible dé sabrosos frutos se debe exclusivamente al talento de Reza, que le saca jugo al ladrillo a base de profundas reflexiones sobre la vida y a un puñado de escenas memorables, que hacen que la segunda parte de la obra, después del crimen, se tolere a pesar de lo inverosímil.

A favor de Reza hay que decir también que es equitativa en la cuestión de género, en el sentido en que tanto hombres como mujeres son despellejados por igual. "La mujer debe estar alegre. Contrariamente al hombre, que puede sentir esplín y melancolía. A partir de cierta edad una mujer está condenada al buen humor. Cuando estas con mala cara a los veinte años resulta sexy, cuando lo haces a los sesenta, es horrible", escribe.

El ataque a las convenciones sociales es constante y se observa especialmente en la relación del vecino Jean-Lino con su nieto postizo, Remi, que lo desprecia sin piedad.

El contraste entre la abnegación absoluta del hombre mayor y la maldad egoísta del pequeño monstruo, resulta paradigmático como ejemplo del rechazo de la autora a todo lo establecido como políticamente correcto.

A ese vecino sensible se opone la figura de Pierre, un hombre aparentemente bueno, complaciente, marido nada violento pero absolutamente indiferente a los cambios psicológicos de Elisabeth, que la dejará sola cuando las cosas se compliquen. Un ser condescendiente por naturaleza, que tolera a su mujer mientras ella no se salga del camino de la rutina, y que ante las dificultades opta por dormir hasta que aclare.

En la novela hay también un sentido homenaje a la figura del fotógrafo Robert Frank y a su célebre trabajo Los americanos, que retrata a gente común de Estados Unidos. Que Reza describa como son las fotos, las analice y explique la trascendencia de esas imágenes de un pasado que ya no existe, resulta una proeza literaria.

Babilonia, que ganó el prestigioso premio Renaudot, tiene algunos fallos estructurales y una segunda parte algo endeble, pero dice todo lo que tiene que decir en voz alta y clara.