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Un problema que se hereda

Qué pasará con Guantánamo dependerá de quién llegue a la Casa Blanca, pero sus conflictos no acaban con su cierre
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24 de septiembre de 2016 a las 05:00
Por Lucía Cohen
Especial para El Observador desde Washington

El cierre de la cárcel de Guantánamo fue una promesa electoral de Barack Obama desde su primera campaña para llegar a la Casa Blanca en 2008. Dos períodos de gobierno después todavía no lo logró hacer, y el bloqueo que los republicanos le imponen en el Congreso hace imposible que eso suceda antes de que deje la Presidencia. Su sucesor deberá decidir qué futuro quiere para el centro de detención, si el cierre definitivo –si se lo permiten– o la continuidad en su uso. Pero incluso si la clausura se vuelve una realidad, las consecuencias permanecerán.

Entre los cuatro candidatos que se presentarán en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre –los que marcan algún punto en las encuestas: Hillary Clinton, Donald Trump, Gary Johnson y Jill Stein– las posturas están divididas. Dos apuestan a cerrar la prisión, los otros dos a mantenerla.

Clinton, candidata por el Partido Demócrata, apoya el cierre. Se jacta de hacerlo desde 2008 y de su rol como secretaria de Estado en repatriar exprisioneros. En su segunda presidencia le instó a Obama que aclarara la vigencia de esos planes. En un memo de enero de 2013 publicado por el Huffington Post, la actual candidata advertía: "Debemos darle a nuestros antiguos y nuevos aliados la señal de que nos mantenemos serios con respecto a dar vuelta la página de Guantánamo".

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Hoy se enorgullece de su "largo" apoyo al cierre del centro de detención, al que califica como una "continua propaganda de reclutamiento" de enemigos y acusa de inspirar a "más terroristas de los que ha detenido". Considera que lejos de fortalecer la seguridad nacional, la deterioró.

Stein, del Partido Verde, también está a favor de cerrar la cárcel. Promueve juicios justos en tribunales de Estados Unidos para los presos, compensar a quienes fueron encarcelados ilegalmente, devolverle la tierra a Cuba y pagar los costos de su descontaminación.

En la otra esquina y fiel a su "mano dura", el republicano Trump coincide con sus correligionarios en que Guantánamo debe seguir abierto. No solo eso. Su apuesta podría implicar aumentar el número de presos. Según dijo, usará esta cárcel para encerrar a terroristas que profesan el islam. Y hasta a norteamericanos.

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El plan de enviar a sus compatriotas a Guantánamo, que comentó al ser entrevistado por el Miami Herald en agosto, causó revuelo debido a su ilegalidad: los ciudadanos estadounidenses no pueden ser juzgados allí.

La postura de Johnson, candidato del Partido Libertario, es menos evidente, pero ha dicho que no la cerraría porque si Guantánamo no existiera, habría que crear un centro de detención alternativo para "enemigos" extranjeros.

A pesar de que los presidenciables tienen una opinión, esa cárcel en territorio cubano no está en el foco de la campaña en esta ocasión.

"El público estadounidense no está interesado en esto, y por eso los candidatos no perciben valor alguno en comentar sobre el futuro de la prisión", explicó a El Observador Peter Jan Honigsberg, profesor de Derecho de la Universidad de San Francisco que investiga la violación de derechos humanos en Guantánamo.

Transferencias complejas

Existen países hacia donde los detenidos aptos para ser liberados de Guantánamo no pueden ser transferidos. Pero además, es difícil que otros los acepten aunque no hayan tenido juicio ni condena.
A eso se suma el factor cultural. Algunos reclusos que fueron llevados a terceros países han tenido dificultades singnificativas al instalarse, expresó a El Observador el abogado Jon Eisenberg, quien representó a Jihad Diyab, el exprisionero derivado a Uruguay y que inició una huelga de hambre en reclamo de reunirse con su familia.

Hay exdetenidos que "se sienten apartados en países que les son completamente extraños en cuanto al lenguaje, la religión y la cultura, donde no pueden ganarse la vida" y les cuesta hacer amigos, agregó. Honigsberg lo cataloga lo que viven como un "shock cultural" y nota que los problemas por haber estado presos más de una década se dan aunque sean trasladados a países ricos.

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Por eso expertos coinciden en que requieren diversos tipos de atención. "Cualquiera necesitaría tratamiento psiquiátrico luego de 13 años en Guantánamo", resumió Alka Pradhan, una abogada que también ha representado a Diyab.

Si bien reconoció que Uruguay hizo "algo maravilloso al aceptar" a los presos, señaló: "Quizás subestimó lo difícil que sería esto y cuánto cuidado necesitarían estos hombres", con acceso a tratamientos físicos, psiquiátricos y al contacto con sus familias. "Diyab sencillamente no ha recibido el cuidado que necesita", advirtió. "Es tiempo de que los uruguayos entiendan que con estos hombres las promesas deben ser cumplidas. Si les dicen: 'sus familias van a venir en dos semanas', tienen que estar ahí".

Incertidumbre

Aunque la demócrata Hillary Clinton, quien tiene el 59,8% de chances de ganar la Presidencia según el sitio FiveThirtyEight, está a favor de cerrar la cárcel, hay dudas. "No creo que nada vaya a cambiar, sin importar quién llegue a la Casa Blanca, seguirá todo como de costumbre en Guantánamo. Habrá menos hombres pero serán las mismas fuerzas armadas y condiciones", dijo a El Observador la abogada especialista en derechos humanos y seguridad nacional en las comisiones militares de Guantánamo del Departamento de Defensa, Alka Pradhan, quien ha representado a Jihad Diyab.

Volver a juzgar el terrorismo en EEUU

La asesora sénior en seguridad nacional de Human Rights Watch Laura Pitter dijo a El Observador que le resulta incomprensible que se pretenda juzgar a terroristas en Guantánamo, ya que el caso de terrorismo más importante de la historia de Estados Unidos, el 11S, "sigue relegado luego de 15 años". Consideró que se debe volver a usar el Sistema Judicial de EEUU "que ha funcionado relativamente bien por más de 200 años y ha procesado más de 400 casos de terrorismo".

Esperanzas en lo que pueda hacer Clinton

El exrepresentante de Jihad Diyab, Jon Eisenberg, criticó al presidente de EEUU, Barack Obama, por no haber cerrado la cárcel cuando los demócratas dominaban el Congreso y por haber mantenido las condiciones que la caracterizaban en la era de George W. Bush. Además, dijo que Clinton hará un mucho mejor trabajo que el actual mandatario. Respecto al modo en que Trump enfrenta el asunto, notó que está claro que enviará más prisioneros y que retomará o agravará los abusos cometidos en los años de Bush.

El resto del mundo está más interesado

Peter Jan Honigsberg, profesor de la Universidad de San Francisco y fundador del Proyecto Testigo de Guantánamo, que reúne testimonios de exprisioneros, abogados y guardias, dijo que muchos a nivel global desearían ver la cárcel cerrada y se interesan más por la violación a los derechos humanos en el centro de detención que los estadounidenses. Pero "ninguno de los candidatos parece influenciado por lo que la comunidad internacional piensa al respecto".

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