Un reclamo que viene desde hace siglos

A la hora de justificar su postura, los independentistas catalanes se remontan a los siglos XIX, XVIII o incluso X, cuando el conde Borell II se negó a prestar juramento ante el primer monarca de los Capetos. Entonces los condados de Cataluña comenzaron a tener una independencia política mayor que la de las demás regiones.

Esta situación se oficializó algunos siglos después, cuando en 1258 Jaime I desvinculó definitivamente a estos condados del vasallaje del imperio Carolingio. Los soberanistas catalanes que hoy agitan sus banderas de nueve franjas aseguran que este fue el primer momento en que se reconoció su diferencia.

Pero el vínculo con la Corona en realidad se mantenía y por eso las ansias separatistas resurgirían cada vez que había problemas. En 1640 hubo una revuelta popular contra el ejército de los reyes y después vino la Guerra de Sucesión, que acabó en 1714 con el final de los fueros para los soberanistas. Eso fue un 11 de setiembre, fecha que para la posteridad sería recordado como el Día de Cataluña.

De la mano de la historia evolucionó la cultura, y los catalanes construyeron una propia y diferente de la de los que ellos llaman "españoles". Los expertos fijan el comienzo del "catalanismo" junto con los demás nacionalismos europeos de fines del siglo XIX, y agregan que tras el fin de la dictadura franquista (1936-1975) estos sentimientos fueron especialmente alimentados desde la política.

"Se quería evitar que, con la masiva llegada de inmigración de los años 1960 y 1970 desde el sur de España, la sociedad catalana se dividiera en dos bloques por razones de lengua o de identidad", afirmaba hace unos años a la agencia AFP Ferran Requejo, politólogo de la Universidad Pompeu Fabra.

Reprimida durante el franquismo, la lengua catalana centró entonces todas las políticas, con el objetivo de llevarla del reducto familiar a la justicia, la economía, la ciencia, el rock o el cine.

En 1983 se creó la televisión pública regional en catalán y el idioma se convirtió en vehículo de ideas, más que de palabras.

Hoy en Cataluña los carteles de las calles están en esa lengua y todas las clases –salvo la de español– se dictan en el mismo idioma. Ese que hace 50 años pocos sabían leer y escribir. Hoy en Cataluña los carteles de las calles están en esa lengua y todas las clases –salvo la de español– se dictan en el mismo idioma. Ese que hace 50 años pocos sabían leer y escribir.

Florecieron asimismo los centros culturales en los que muchos catalanes aprendieron a bailar la tradicional sardana, y proliferaron los castells, esas ahora célebres torres humanas.

Pero la Constitución española no prevé la separación de sus comunidades y por eso el camino catalán ha estado sembrado de intentos con escaso éxito.

En 2006 votaron un estatuto donde se hablaba de "nación catalana" pero el Tribunal Constitucional lo impugnó parcialmente en 2010.

El 11 de setiembre de 2012 la marea amarilla y roja que tomó las calles de la ciudad de Barcelona fue la mayor de la historia y dio pie para que el presidente del gobierno regional, Artur Mas, convocara a nuevas elecciones para decidir luego en un referéndum de autonomía. Perdió bancas en el Parlamento y recién en 2014 pudo hacer la consulta que quería, pero de antemano el Tribunal Constitucional (por segunda vez) había indicado que no tendría validez jurídica.

La votación se hizo igual y se pretendió con ella conocer tendencias, que no fueron del todo alentadoras: se calcula que los que se manifestaron por la soberanía fueron el 29% del padrón.

Y por otra parte, ocurrió que meses después el jefe de gobierno fue imputado por el presunto delito de desobediencia al convocar a la votación.

Esa imputación se conoció apenas días después de las elecciones del 27 de setiembre de 2015, cuando se renovó el Parlamento y su hasta hace poco líder anunció que tenía el apoyo suficiente como para impulsar otra vez el camino hacia la independencia.

El partido mayoritario no se amilanó y hace menos de un mes el hemiciclo regional aprobó por 72 votos frente a 63 una resolución que proclama el inicio del proceso hacia la independencia.

A los dos días, el gobierno con sede en Madrid logró poner en suspenso la declaración gracias a un recurso presentado ante el Tribunal Constitucional. Difícilmente sea la vencida.