Estilo de vida > Especial Torres García
Un recorrido que asombra y encanta
El Observador tuvo acceso en primicia a la muestra acogida por el MoMA de Nueva York, donde la obra de Torres García se expone dividida según períodos artísticos de su vida
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25 de octubre de 2015 a las 05:00
Por Carmen Molina Tamacas desde Nueva York
Sentadas en un banco acolchonado, Primavera Boman y Suzanne Murray discutían animadamente y palabras como "hermoso", "extraordinario" e "interesante" salían espontáneamente de sus bocas.
Se habían sentado a descansar para contemplar el final de The Arcadian Modern, la retrospectiva más completa sobre el artista uruguayo Joaquín Torres García, en el sexto nivel del Museo de Arte Moderno (MoMA) de la ciudad de Nueva York.
Después de recorrer minuciosamente la muestra, Primavera, una renombrada artista, estaba fascinada especialmente por las esculturas de Torres García. Las construcciones en madera no solo están colgadas en las blancas y altísimas paredes de la sala, sino que están resguardadas en cajas de un plástico fino y delicado, casi imperceptible.
Desde ese asiento se tiene una vista de 180 grados hacia algunas de las creaciones más importantes de la trayectoria del artista. Allí están, por ejemplo, Monumento, una escultura de madera que yace en el suelo e induce a los visitantes a bordearla, Estructura, de 1935 y Estructura abstracta tubular, de 1937.
En el final del recorrido de ambas mujeres, de espaldas a lo anterior, contemplaban un enorme pez de madera: cabeza roja, cuerpo blanco y azul, y cola rojo con blanco. También observaban el famoso cuadro Energía atómica, de 1946, que hace referencia al descubrimiento de ese fenómeno físico y la Guerra Fría.
Su amiga, una enfermera profesional de Nueva Jersey, dijo que quedó fascinada por los juguetes. La serie de creaciones de Torres García mientras trabajó en Aladdin Toys, está dispuesta en una amplia vitrina y atrae muchas miradas de parte de los visitantes, quienes se detienen a contemplar los juegos y figuras.
Allí está el conjunto llamado Hombres, el Perro de 1920, Dos pájaros, un arlequín color verde, un catálogo de Aladdin Toys y un manuscrito ilustrado.
En la mañana del viernes, cuando el frenesí en el lobby del santuario del arte neoyorquino estaba en su máxima expresión por la atracción que representa la extraordinaria muestra escultórica de Picasso, la sala que acoge la retrospectiva de Torres García lucía calmada.
El preámbulo está dominado por una pared con el título de la exhibición, donde "Joaquín" y "modern" dominan el espacio.
A la derecha está reproducido en formato gigante el famoso mapa América Invertida, de 1943. Algunos visitantes pasaron por allí para sacarse la foto del recuerdo.
El flujo del público era tranquilo. Algunos hablaban en inglés, japonés, alemán o francés. Otros portaban los dispositivos de audio y se detenían bastante tiempo para escuchar la explicación de las piezas y sus contextos particulares de creación por parte de especialistas, mientras otros optaban por la interactividad que da la aplicación del MoMA, la cual puede ser descargada en móviles.
El inicio del recorrido quita la respiración, ya que despliega en su esplendor la magnitud del fragmento del fresco Lo temporal no es más que un símbolo. Para quienes no están familiarizados con la historia del Torres García, sería tan difícil imaginar la conmoción política que creó esta figura del fauno que domina la mente de una muchedumbre, en 1916, en Barcelona.
El primer segmento de la sala reúne la obra temprana, que abarca de 1923 a 1933, cuando Torres García integró el movimiento europeo de vanguardia y, a la vez, estableció su estilo pictográfico constructivista.
También sería complicado tratar de entender lo desencantado con la ciudad de Nueva York que estaba el autor de tantos cuadros expuestos, de los juguetes de madera o los libros que se encuentran protegidos en vitrinas de la subsecuente sección.
Esta espacio corresponde a la breve pero esencial vivencia del artista en la Gran Manzana, la cual dejó tras de sí una colección de manuscritos ilustrados que sería una delicia poder hojear y palpar. El público puede hacerlo solo en una versión digital.
Una pareja de esposos que hablaba en alemán, mostraba mucho interés en las piezas y cuadros que tienen más parecido a obras conocidas de Picasso. Ambos hicieron el recorrido completo de la obra de Torres García, cuya selección ha sido ordenada de forma temporal, por períodos, para mejor comprensión.
"Esta es la que más me gusta", dijo por su parte Karlos Cárcamo, un salvadoreño que vive en Nueva York desde la infancia y trabaja en el ámbito de los enmarcados, regresando tras sus pasos hasta la obra Constructivo en blanco y negro con pez, de 1931.
"Me encanta la luz sobre las líneas", comentó sobre la sabida técnica de Torres García de tomar varios colores con el pincel para lograr combinaciones unificadas.
A la salida (que es la misma puerta de entrada) está Torres García, fumando pipa, en su autorrretrato temprano de 1902, como diciendo adiós, satisfecho por haber dejado legado que le contradice: es permanente y perdura en el tiempo.
Vea el especial completo en El Observador
Sentadas en un banco acolchonado, Primavera Boman y Suzanne Murray discutían animadamente y palabras como "hermoso", "extraordinario" e "interesante" salían espontáneamente de sus bocas.
Se habían sentado a descansar para contemplar el final de The Arcadian Modern, la retrospectiva más completa sobre el artista uruguayo Joaquín Torres García, en el sexto nivel del Museo de Arte Moderno (MoMA) de la ciudad de Nueva York.
Después de recorrer minuciosamente la muestra, Primavera, una renombrada artista, estaba fascinada especialmente por las esculturas de Torres García. Las construcciones en madera no solo están colgadas en las blancas y altísimas paredes de la sala, sino que están resguardadas en cajas de un plástico fino y delicado, casi imperceptible.
Desde ese asiento se tiene una vista de 180 grados hacia algunas de las creaciones más importantes de la trayectoria del artista. Allí están, por ejemplo, Monumento, una escultura de madera que yace en el suelo e induce a los visitantes a bordearla, Estructura, de 1935 y Estructura abstracta tubular, de 1937.
En el final del recorrido de ambas mujeres, de espaldas a lo anterior, contemplaban un enorme pez de madera: cabeza roja, cuerpo blanco y azul, y cola rojo con blanco. También observaban el famoso cuadro Energía atómica, de 1946, que hace referencia al descubrimiento de ese fenómeno físico y la Guerra Fría.
"Él fue amigo de tanta gente, especialmente de (Pablo) Picasso, fue contemporáneo de grandes intelectuales en Francia. Por eso vemos tantas similitudes, aunque sus obras tienen mucho balance, un balance que tiene la naturaleza, que tiene la música. Esta exhibición ofrece la universalidad", dijo Primavera. Estaba muy alegre de ver en primicia esta exhibición antes de viajar a Londres.
Su amiga, una enfermera profesional de Nueva Jersey, dijo que quedó fascinada por los juguetes. La serie de creaciones de Torres García mientras trabajó en Aladdin Toys, está dispuesta en una amplia vitrina y atrae muchas miradas de parte de los visitantes, quienes se detienen a contemplar los juegos y figuras.
Allí está el conjunto llamado Hombres, el Perro de 1920, Dos pájaros, un arlequín color verde, un catálogo de Aladdin Toys y un manuscrito ilustrado.
Una mañana movida
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Como miembros del MoMA, Boman y Murray son parte del grupo que gozan del privilegio de visitar exhibiciones antes de que se inauguren al público.
En la mañana del viernes, cuando el frenesí en el lobby del santuario del arte neoyorquino estaba en su máxima expresión por la atracción que representa la extraordinaria muestra escultórica de Picasso, la sala que acoge la retrospectiva de Torres García lucía calmada.
El preámbulo está dominado por una pared con el título de la exhibición, donde "Joaquín" y "modern" dominan el espacio.
A la derecha está reproducido en formato gigante el famoso mapa América Invertida, de 1943. Algunos visitantes pasaron por allí para sacarse la foto del recuerdo.
El flujo del público era tranquilo. Algunos hablaban en inglés, japonés, alemán o francés. Otros portaban los dispositivos de audio y se detenían bastante tiempo para escuchar la explicación de las piezas y sus contextos particulares de creación por parte de especialistas, mientras otros optaban por la interactividad que da la aplicación del MoMA, la cual puede ser descargada en móviles.
El inicio del recorrido quita la respiración, ya que despliega en su esplendor la magnitud del fragmento del fresco Lo temporal no es más que un símbolo. Para quienes no están familiarizados con la historia del Torres García, sería tan difícil imaginar la conmoción política que creó esta figura del fauno que domina la mente de una muchedumbre, en 1916, en Barcelona.
El primer segmento de la sala reúne la obra temprana, que abarca de 1923 a 1933, cuando Torres García integró el movimiento europeo de vanguardia y, a la vez, estableció su estilo pictográfico constructivista.
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También sería complicado tratar de entender lo desencantado con la ciudad de Nueva York que estaba el autor de tantos cuadros expuestos, de los juguetes de madera o los libros que se encuentran protegidos en vitrinas de la subsecuente sección.
Esta espacio corresponde a la breve pero esencial vivencia del artista en la Gran Manzana, la cual dejó tras de sí una colección de manuscritos ilustrados que sería una delicia poder hojear y palpar. El público puede hacerlo solo en una versión digital.
Una pareja de esposos que hablaba en alemán, mostraba mucho interés en las piezas y cuadros que tienen más parecido a obras conocidas de Picasso. Ambos hicieron el recorrido completo de la obra de Torres García, cuya selección ha sido ordenada de forma temporal, por períodos, para mejor comprensión.
"Esta es la que más me gusta", dijo por su parte Karlos Cárcamo, un salvadoreño que vive en Nueva York desde la infancia y trabaja en el ámbito de los enmarcados, regresando tras sus pasos hasta la obra Constructivo en blanco y negro con pez, de 1931.
"Me encanta la luz sobre las líneas", comentó sobre la sabida técnica de Torres García de tomar varios colores con el pincel para lograr combinaciones unificadas.
A la salida (que es la misma puerta de entrada) está Torres García, fumando pipa, en su autorrretrato temprano de 1902, como diciendo adiós, satisfecho por haber dejado legado que le contradice: es permanente y perdura en el tiempo.
Vea el especial completo en El Observador
