Donald Trump ha dominado la campaña presidencial republicana durante meses. Pero en el momento crucial, cuando los votantes de Iowa finalmente tuvieron algo que decir, perforaron la candidatura del multimillonario de Nueva York y le dieron la victoria al senador por Texas, Ted Cruz, además de elevar al senador Marco Rubio a los primeros lugares de la carrera del Partido Republicano.
Los resultados revolucionaron la carrera republicana en su camino hacia New Hampshire, generando una verdadera competencia a tres vías que pondrá a Trump ante pruebas a las que no se ha enfrentado y ubicando a Cruz y Rubio en una contienda que ambos han anticipando desde hace mucho tiempo.
Los demócratas también se encaminan hacia una competencia prolongada y enérgica. Durante gran parte de la noche, Hillary Clinton luchó para defenderse del senador por Vermont, Bernie Sanders. Si finalmente prevaleciera podría finalmente enterrar los recuerdos del tercer puesto que ocupó allí ante el entonces senador Barack Obama, hace ocho años.
Pero la proyección de gran alcance que consiguió Sanders -que comenzó como un candidato "de protesta" y rápidamente logró el apoyo de los activistas más progresistas del Partido Demócrata- fue más que suficiente para que pudiera reclamar una victoria moral que le permite mirar con optimismo hacia New Hampshire, donde ha estado al frente de las encuestas, poniendo así a Clinton a la defensiva.
Para Trump, los resultados parecen un recordatorio de que los grandes mítines y una posición de liderazgo en la atención de los medios no son suficientes por sí mismos para llegar a los votantes. El multimillonario se dirigirá a New Hampshire, donde mantiene una gran ventaja en las encuestas más recientes, con la necesidad de conferirle a su candidatura una inyección de energía durante la próxima semana.
Cruz construyó su campaña a la antigua, combinando una organización metódica con un modelo moderno y sofisticado basado en métricas. Aún bajo fuego de sus rivales, en las últimas etapas de la campaña demostró ser un fuerte captador de votos, algo que logró a pesar de la alta participación en Iowa que, se estimaba, era un factor que podría favorecer a Trump.
Mientras tanto, Rubio se quedó con el premio de "excede las expectativas". Impulsado por una oleada de votantes que decidieron a último momento, el primer senador por Florida se posicionó en un sólido tercer puesto detrás de Cruz y Trump, separándose así de los otros conservadores dominantes.
El duelo Cruz-Rubio es un clásico de la competencia republicana. El comodín es Trump, que había mostrado un atractivo de corte transversal en las encuestas, pero que se quedó corto en un estado con un electorado mucho más a la medida de alguien con llegada a los conservadores religiosos.
Cruz ganó una pluralidad de cristianos evangélicos, su apoyo más importante, y arrasó entre cuatro de cada 10 republicanos de Iowa que se definen a sí mismos como muy conservadores. Rubio, en cambio, ganó entre los que se consideraban "algo conservadores", un electorado que, en anteriores batallas por la nominación republicana han sido de vital importancia.
Más de seis de cada 10 republicanos que asistieron a las asambleas electorales de Iowa se describen a sí mismos como cristianos evangélicos, un porcentaje ligeramente superior al de hace cuatro años. Cerca de cuatro de cada 10 dijeron que estaban "enojados" con la forma en que funciona el gobierno federal. Casi la mitad declaró que quería un candidato de fuera de la clase política, en comparación con cuatro de cada 10 que dijeron que preferían a alguien con experiencia política.
Entre los demócratas, alrededor de dos tercios de los asistentes se describieron a sí mismos como liberales (cerca de tres de cada 10 diciendo que son muy liberales). En ambos casos son unos 10 puntos más que en 2004 y 2008. Cerca de tres de cada 10 dijeron que prefieren que el próximo presidente establezca una agenda más liberal que Obama, pero seis de cada 10 manifestaron que desean que el próximo presidente continúe las políticas del actual primer mandatario.
Una campaña que pareció empezar de manera predecible hace un año, con una Clinton que aparentemente enfrentaba una oposición nominal y un grupo estable de gobernadores republicanos compitiendo por el dominio, en el verano se dio vuelta por completo con la llegada de las candidaturas de Trump y Sanders.
El preludio al caucus del lunes era todo menos convencional. Por el contrario, se trató del primer acto de un largo mes tan tumultuoso como confuso, lo que tomó por sorpresa a muchos estrategas políticos y a algunos candidatos.
Gracias también a Trump, la campaña se convirtió en algo así como un reality show de televisión. Un número récord de personas vieron los debates de los candidatos, mientras que Trump y Sanders atrajeron a miles y miles a sus actos de campaña. En la televisión por cable y online, la campaña generó un debate nacional.
La candidatura de Trump dio voz a la ira y el descontento que ha ido en aumento en el país desde hace varios años. Sus duros ataques contra los inmigrantes ilegales y su promesa de construir un muro en la frontera EE.UU.-México representaron algo más que hablar de inmigración. Fueron emblemas de la sensación que prevalece entre muchos estadounidenses de que el país se está apartando de virtudes y valores tradicionales.
Su mensaje comprometiéndose a "hacer grande a Estados Unidos de nuevo" fue una crítica al status quo que cada votante eligió interpretar a su manera. Ya sea como consecuencia de los problemas económicos de la clase media, de los temores sobre la creciente diversidad demográfica y la tolerancia cultural o del disgusto con los políticos, los amplios puntos de vista de Trump generaron una reacción inmediata y de gran alcance.
La candidatura del millonario también simbolizaba el disgusto con los políticos convencionales y la política de Washington. Para muchos votantes, un rico hombre de negocios sin experiencia política tenía un atractivo especial. Junto con el apoyo temprano que logró Ben Carson y Carly Fiorina, durante un tiempo la carrera republicana fue descrita como el año de los outsiders.
Después de haber perdido la primera competencia del año, la pregunta es en qué tipo de candidato se convertirá Trump. Atacó a Cruz sin descanso en Iowa, cuestionando si podría ser electo presidente porque nació en Canadá de madre estadounidense. Pero los partidarios de Cruz demostraron ser leales frente a esos ataques.
Cruz también se acomodó en el papel de outsider; es un político de Washington, pero uno que construyó su reputación luchando contra el establishment en la capital, incluyendo a los líderes de su partido. Más que cualquiera de los otros candidatos electos en la carrera republicana, Cruz entiende las frustraciones de los activistas de base, en particular de los partidarios del Tea Party y de los conservadores religiosos.
La candidatura de Sanders se arraigó en las frustraciones de la izquierda. Sus ataques populistas a los grandes bancos y ejecutivos de Wall Street que se habían salvado de acciones legales luego del colapso financiero de 2008, resonaron inmediatamente en el ala liberal del partido.
Sanders también tocó la fibra sensible con sus ataques sobre el rol del financiamiento de las campañas, despotricando contra el poder de los súper PACS y la influencia de los multimillonarios en el proceso electoral y legislativo.
De esta manera logró alimentar su campaña con un número récord de donaciones individuales y fue capaz de mantenerse competitivo con respecto a Clinton en la búsqueda de dinero en efectivo, a pesar de que la ex primera dama tiene una extensa red de recaudación de fondos.
Clinton se comprometió a reformar el sistema de financiación de las campañas - con una enmienda constitucional si es necesario - pero fue Sanders quien logró capitalizar más la ira de la gente por el manejo del dinero en la política.
Dan Balz es corresponsal jefe del Washington Post. Se ha desempeñado como editor de la sección Nacional, editor de Política y corresponsal de la Casa Blanca y del suroeste de EEUU
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