Ricardo Peirano

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Una luz en la oscuridad

En medio de la oscuridad, el odio y el fanatismo que ha desatado el Ejército Islámico en Oriente Medio, ha surgido una pequeña luz que quizá alumbre
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22 de febrero de 2015 a las 00:00

En medio de la oscuridad, el odio y el fanatismo que ha desatado el Ejército Islámico en Oriente Medio, procurando restablecer el Califato del Profeta en los territorios de Irak y Siria y aplicar allí textualmente la ley del Corán, no solo en su parte penal como ocurre en Arabia Saudita sino en su faz civil que incluye toda la vida social, por las circunstancias del destino o la providencia de Dios, ha surgido una pequeña luz que quizá alumbre y conforte a los corazones de los millones de personas que sufren esa amenaza.

Es de todos conocido el caso de la rehén del Ejército Islámico Kayla Jean Mueller, norteamericana de 26 años, nacida en Prescott, Arizona, que falleció a principios de febrero en circunstancias poco claras. Kayla fue secuestrada por el EI en octubre de 2013 mientras viajaba, con su novio de origen sirio, de Aleppo (Siria) a Turquía. En su breve vida trabajó en Africa, América y Medio Oriente en organizaciones caritativas. De su detención se sabe muy poco salvo que estuvo a punto de ser rescatada por una misión de los Navy Seals en julio de 2014. Su novio fue liberado a los pocos días y ella hubiera podido ser liberada si declaraba ante un “juez” del Estado Islámico que era su esposa. En ese caso, según “la ley del Califato” se hubiera salvado por ser esposa de un musulmán. Pero declaró que era su novia, aparentemente para salvarlo, y a partir de ese momento su suerte quedó echada. Se comenta que fue obligada a “convertirse” al Islam y que fue entregada como esposa a un yihadista.

Las circunstancias de su muerte son más confusas aún. El Ejército Islámico dice que murió como consecuencia de los bombardeos que Jordania lanzó en represalia por la quema con vida de su piloto detenido antes de Navidad. Jordanos y americanos dicen que ese ataque no tuvo nada que ver. La familia de Kayla solo creyó en la versión de su muerte cuando recibió una mail con tres fotos del cadáver de Kayla. Quizá nunca se sepa la verdad.

Pero de las cosas que más han sorprendido de todo este episodio es la carta que Kayla logró hacer llegar a su familia algunos meses antes de su muerte. Intentaba tranquilizarlos diciendo que se encontraba bien, que estaba en un lugar seguro, bien alimentada. La carta llegó a su familia a través de algún compañero de Kayla que fue liberado. Era como una carta de despedida y fue escrita de a un párrafo por vez, pues le costaba mucho esfuerzo.

En esa carta de letra apretada, Kayla, proveniente de una familia protestante, recuerda su madre: “Mamá siempre me decía que en definitiva al final lo único que realmente se tiene es a Dios”. “Me he rendido ante nuestro Creador porque literalmente no había nadie más… Por vuestras oraciones me he sentido tiernamente acunada en la caída libre. Se me ha mostrado, en la oscuridad, la luz”. Y más adelante pone algo que los captores del Estado Islámico jamás entenderán: “He aprendido que incluso en la prisión, uno puede ser libre. Estoy agradecida. He llegado a ver que hay algo bueno en cada situación, a veces solo tenemos que buscarlo”.

Kayla, además, no quiso ser un peso para su familia y les pidió que no asuman como un deber las negociaciones por su liberación. “Si hay alguna otra opción tomadla, incluso si demora más tiempo”. “Esto nunca debe convertirse en una carga para vosotros”. Su caso llegó a manos del Senador McCain, de Arizona, y este realizó todas las gestiones para liberar a Kayla. Viajó a Iraq y Siria. Se reunió con rebeldes sirios y envió algunos colaboradores suyos a la peligrosa misión de internarse a dialogar con posibles captores.

Al finalizar su carta, Kayla pide a sus familiares que tengan paciencia: “Por favor, sed pacientes, entregad vuestro dolor a Dios. Sé que quisierais que permanezca fuerte. Eso es exactamente lo que estoy haciendo”. “No me estoy quebrando, no me rendiré no importa cuánto tiempo tome”.

No sé si los captores del Estado Islámico habrán leído la carta y si, en ese caso, habrán entendido la generosidad y el altruismo de esta joven. No importa tanto por ellos que representan más el ayer que el mañana. Pero sí importa que la carta de Kayla haya llegado a destino porque seguramente, además de ayudar a su familia, ayudará a muchos que buscan una luz en la oscuridad.

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