Nacional > Perfil de la jueza Graciela Gatti

Una maratonista que corre en la Justicia

Pasó por juzgados y tribunales de civil y penal, inauguró Crimen Organizado, se puso al hombro la reforma del CPP y muchos la quieren de ministra de la Corte
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22 de julio de 2017 a las 05:00
Graciela Gatti corrió tres maratones y está preparando la cuarta. No duda en responder que ese es su principal hobby. Pero en los últimos 25 años hay otra carrera que también corre: la de la Justicia. Allí recorrió kilómetros en materias civiles, penales, crimen organizado. Se cruzó con casos como los del exdictador Juan María Bordaberry, los hermanos Peirano Basso y la estafa millonaria en la Armada. Y varios observan que su punto de llegada puede estar en la Suprema Corte de Justicia (SCJ).

Su nombre fue propuesto por el Frente Amplio como posible reemplazo del exministro Ricardo Pérez Manrique y la mayoría de la oposición está de acuerdo, aunque consideran que deben pasar algunos años más hasta llegar a ocupar un sillón en el Palacio Piria.

Si bien gran parte de su ejercicio como jueza fue en la materia penal, el primer trecho dentro del Poder Judicial lo inició en 1992 como actuaria. Llegó al siguiente mojón cuando asumió el rol de asistente técnica del exministro de la SCJ Nelson García Otero y empezó a ejercer como magistrada en un juzgado de paz de Montevideo. Durante años trabajó dedicándose a temas civiles, laborales y de lo Contencioso Administrativo en el interior del país.

Sus primeros metros con causas penales los corrió en Paso de los Toros, pero su aspiración era dedicarse a civil. O al menos eso quería en un principio. "Sentía que la forma de trabajar en penal no era lo que a mí me gustaba. Me rechinaba bastante", cuenta desde la oficina que ocupa hace poco menos de un año en la que trabaja, ya un poco más lejos de la vida de los juzgados, por la implementación del nuevo Código del Proceso Penal (CPP), al que sueña con ver en funcionamiento.

Cuando estaba en un juzgado laboral de Maldonado le pidió especialmente al exministro de la SCJ Daniel Gutiérrez pasar a uno civil, si se generaba una vacante. A una semana de su pedido, Gutiérrez la llamó por teléfono. "Tengo una idea: ¿se anima a pasar a penal?", le preguntó. "Querían hacer un cambio de un juez que estaba en penal para que pasara a laboral y pensaron que yo podía servir en penal. Se le ocurrió, no sé por qué", dice Gatti a El Observador. Gutiérrez tiene claro por qué le hizo esa sugerencia. Según dijo a El Observador, fue por "un tema de carácter". "Por la decisión y firmeza de sus decisiones", agregó.

Poco convencida, Gatti fue a visitar a un colega del que también se sentía amiga. Llegó al despacho del actual fiscal de Corte, Jorge Díaz, que en ese entonces era juez penal, antes de las 8 de la mañana. "Recuerdo que le dije que me parecía fantástico, una incorporación buenísima. Y no me equivoqué", dijo Díaz consultado por El Observador.

"No me planteo ser ministra de la SCJ porque no sé qué van a decidir. Pero si me toca la responsabilidad algún día la voy a asumir con todo gusto, voy a poner en práctica lo que me gustaría que la Corte hiciera". Graciela Gatti, jueza

El empujón de su colega y amigo la decidió a meterse de lleno en esa materia y en 2006 pisó por primera vez el Juzgado Penal de 7º Turno de Montevideo. Aunque Gatti lo recuerda como un juzgado al que no llegaban "casos complicados", hubo dos causas que la fatigaron. A tres semanas de haber asumido, llegó a su despacho el expediente del caso del exdictador Juan María Bordaberry y una semana después el de los hermanos Jorge, José y Dante Peirano Basso.

Cuando recibió el expediente de Bordaberry, Gatti corrió a comprar libros de historia nacional. "Tuve que volver al pasado, ponerme a estudiar todo el expediente pero también historia. Armé una buena biblioteca de ese período", dice.

Reconoce que fue un caso complejo, especialmente porque le tocó escuchar testimonios de víctimas de tortura que le quitaban el sueño: "Llegaba a casa y no podía hacer nada más". Tras casi un año de trabajo, en el que durante un mes entero dedicó su tiempo libre solamente a analizar el caso, el 20 de diciembre de 2006 Gatti procesó con prisión a Bordaberry por diez delitos de homicidio especialmente agravados en reiteración real y en calidad de coautor y por privación de libertad.

De ser una jueza que pasaba desapercibida para los periodistas y la opinión pública, pasó a ser reconocida hasta cuando hacía los mandados en el supermercado. Tan poco visible era en un principio, que en sus inicios en ese juzgado penal, en el fin de una jornada de trabajo un periodista la vio salir y le preguntó: "¿Sabe si la jueza Gatti ya salió?". "La verdad que no la vi", respondió ella sin titubear.

El procesamiento de los hermanos Peirano Basso también la llevó a que su nombre se repitiera en los medios. Pero en ese caso, Gatti tuvo un problema mayor que la exposición pública. Su esposo era amigo de algunos integrantes de la familia de los imputados y la magistrada solicitó delegar el caso. Sin embargo, en el Poder Judicial le manifestaron que estaba capacitada para seguir adelante con la causa. Durante años, Gatti evitó ir a cualquier reunión en el que se los pudiera cruzar.

Cree que seguir adelante con ese caso implicó un respaldo de la Corte a su forma de trabajar, que fue destacada por varios penalistas consultados por El Observador. Todos, algunos más que otros, definieron a Gatti como una jueza "muy garantista", "activa" y "decidida".

De todos modos, para ella llegar a una sentencia no era inmediato. "Si tenía que leer un expediente diez veces, lo leía diez veces. Tomar decisiones es dificilísimo. Muchas veces dudaba pero cuando tomaba una decisión estaba convencida. Le daba vueltas al asunto hasta llegar a la decisión que me convencía", señala la magistrada.

Espalda con espalda

Entre expediente y expediente, Gatti estudiaba. Empezó a hacer cursos vinculados a delitos económicos y de Crimen Organizado, algo de lo que poco se sabía en Uruguay. En gran parte de su formación en esa área tuvo como compañero al ahora fiscal de Corte Díaz.

Hasta que su formación pudo ser puesta en práctica. Ambos se presentaron al llamado que hubo para ocupar los dos juzgados de Crimen Organizado inaugurados en 2009 y quedaron como titulares. De esa forma, Díaz y Gatti se convirtieron en los primeros jueces especializados en la materia.
Díaz cree que trabajaron "espalda con espalda". "Tratamos de fijar criterios comunes. Creo que fue una experiencia exitosa". Era casi cotidiano que al finalizar la jornada, ambos jueces se reunieran a hacer "una especie de terapia" sobre los casos en los que estaban trabajando.

Pasar a Crimen Organizado no cambió la forma en la que Gatti se refería a los acusados: "Usted está como imputado, este es su defensor. Yo le voy a hacer todas las preguntas que le tengo que hacer. Si quiere contesta, si quiere no", les dijo a cada uno de los indagados que pasaron por los juzgados en los que estuvo al frente. Y siempre tuvo como regla que cuando procesaba a alguien, era ella quien le informaba personalmente al indagado.

De ninguna de las audiencias recuerda episodios en los que se sintiera en peligro. "Nunca tuve problema ni con los rapiñeros ni con Crimen Organizado. Solamente con un caso que fue muy complicado (en Crimen Organizado) pero porque la persona estaba un poco más agresiva", afirma.
Pasaron tres años de trabajo en Crimen Organizado hasta que Gatti y Díaz coincidieron en que era momento de dejarlo. "Fue un desafío extra Crimen Organizado, fue armar una nueva forma de trabajo, trabajar distinto, investigando casos y no con la urgencia del turno. Me encantó pero era el momento de dejarlo", dice Gatti. En 2012, los reemplazaron los jueces Néstor Valetti y Adriana de los Santos. Díaz asumió como fiscal de Corte y Gatti pasó a ser ministra de un Tribunal de Apelaciones en lo Civil. Pero, a diferencia de esa joven jueza que pidió estar en un juzgado civil, quería seguir en penal, aunque con la idea de que había que reformar el proceso que tan poco garantista le parecía.

Sigue la maratón

De un Tribunal de Apelaciones en lo Civil, Gatti pasó en 2016 a uno de penal, en el que estuvo poco más de un mes. Su nombre fue el primero propuesto para representar al Poder Judicial en la Comisión Interinstitucional para implementar el nuevo CPP y allí sigue actualmente.

A pesar de ser una tarea más administrativa que la que hacía en los tribunales, la disfruta. La prórroga para el 1º de noviembre de la entrada en vigencia del nuevo código la tomó por sorpresa pero considera que llegarán mejor preparados a esa reforma con la que sueña.

Gatti habla del nuevo CPP con el mismo orgullo que dice sentir por el Poder Judicial uruguayo. "Para mí es un honor ser jueza. Realmente no haría otra cosa", sostiene. Y si en su maratón judicial, esa en la que compite hace casi tres décadas, le toca ser ministra del máximo órgano de la Justicia, está convencida de que sabe lo que debe hacer.

Dato

Se recibió de escribana en 1987 y de abogada en 1988. En 1992 ingresó al Poder Judicial y su primer trabajo como jueza fue en un juzgado de Paz de Montevideo.

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