Opinión > Análisis

Una oportunidad enorme

El TLC será beneficioso si el partido de gobierno no se deja llevar por la ideología
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05 de octubre de 2016 a las 05:00
Nicolás Albertoni
University of Southern California
Especial para El Observador

En el día de ayer Uruguay firmó un tratado de libre comercio con Chile. Para muchos, este acuerdo no será más que una nueva señal de las tantas que el actual gobierno ha dado para cambiar el rumbo de la política comercial. Lo cierto es que puede significar algo más que eso. Es de las primeras veces, en estos últimos años, que en materia de apertura comercial se pasa de las palabras a una acción concreta y eso merece un reconocimiento de quienes hace mucho pedimos repensar la estrategia internacional del país.

Es verdad que Chile no es un mercado de gran relevancia para el Uruguay. En 2015 nuestro país le exportó US$ 144 millones al país andino. Esto muestra una señal de prudencia para un país como Uruguay que hace 25 años mantiene una política comercial con pocas variaciones, y hacer un giro no le será tan fácil.

Es verdad también que algo similar hicimos con México en 2003. Aquel acuerdo de libre comercio firmado por los presidentes Vicente Fox y Jorge Batlle, fue una señal clave para el país. Uruguay mostró, más allá de las críticas que recibió el gobierno de la época, que era posible pedirle flexibilidad al Mercosur cuando uno de sus miembros tenía una estrategia diferente a la de los demás socios.

También es relevante destacar que el acuerdo que hoy se firma es más bien la profundización de aspectos ya negociados en el marco del acuerdo suscrito entre Chile con Mercosur (acuerdo de complementación económica No35).Aquí vale una distinción: la característica básica de un acuerdo de complementación económica es abrir recíprocamente los mercados de mercancías de los países que lo suscriben, sin embargo, un acuerdo de libre comercio como el que concreta Uruguay con Chile busca crear la libre circulación de bienes, pero también de servicios y capitales, mediante una armonización de políticas y normas jurídicas pertinentes.

Otro dato interesante es la incorporación de nuevos temas tales como el comercio electrónico y comercio transfronterizo de servicios, género y cooperación. Así como también ámbitos relacionados con medidas sanitarias y fitosanitarias, obstáculos técnicos al comercio, propiedad intelectual, comercio de bienes y reglas de origen, articulándose con áreas ya acordadas en materia de compras públicas, promoción de inversiones y eliminación de doble tributación.

Pero más allá de todo, el acuerdo que se firmó tiene una relevancia clave por el contexto. Se concreta bajo el gobierno de un partido político cuya mayoría históricamente se opuso a la apertura comercial. Esto muestra un enorme aprendizaje y nos permite pensar en una política comercial cada vez más entendida desde una lógica de Estado, al ver que hoy los principales partidos políticos del país parecerían estar alineados en este camino.

Solo resta confirmar (aspecto para nada menor) si la postura del actual gobierno representa a la mayoría de su partido. Si la mayoría del partido de gobierno se vuelca en contra de este paso que ayer dio el gobierno, resulta difícil pensar en un futuro prospero para el necesario debate que necesita el país sobre este tema. Sin embargo, de apoyarlo, estaríamos ante una coyuntura de cambio profundo en la política comercial de Uruguay: al estar los principales partidos políticos alineados hacia la apertura, no habría razones para que –sea cual sea el próximo gobierno– el camino sea avanzar en este sentido.

Por estas razones, este acuerdo con Chile puede transformarse en un hecho de enorme relevancia cualitativa. Chile es hoy el país más dinámico en materia comercial de América Latina.

Acaba de concluir el Acuerdo Transpacífico de Comercio (TPP) con otros 11 países.

Más allá de que prospere o no, el TPP, ha sido el inicio de una nueva agenda de negociaciones en materia comercial para los próximos años. Y el lenguaje comercial del acuerdo que Uruguay firmó con Chile incluye términos y temas de esta nueva agenda.

Por otra parte, vale recordar que Chile ya cuenta con 25 acuerdos comerciales suscritos con 64 economías. Esto hace que el arancel efectivo que pagan las importaciones chilenas haya sido de 1,2% en 2015. Más del 90% del comercio exterior de Chile goza actualmente de preferencias arancelarias.

Por todas estas razones, el paso que ayer se dio en materia comercial puede ser bastante más que una señal aislada. Significa una enorme oportunidad para Uruguay de acercarse a una nueva agenda de negociación externa que le permita estar más en sintonía con el resto del mundo.

Por tanto, con ese acuerdo, se le abre una hendija al país para mejorar su apertura internacional. Habrá que ver si los radicales de siempre hacen de esta hendija una puerta abierta a nuevas oportunidades para los uruguayos o en una puerta cerrada –una vez más– con la llave de la ideología.

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