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Una venganza tardía que derramó más sangre de la esperada

Uno de los asesinados había logrado huir cuando secuestraron a su tía, regresó y lo mataron
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13 de junio de 2017 a las 05:00
Micaela Saccone tenía 20 años, trabajaba y jugaba al fútbol. El sábado 10 de junio una publicación en las cuentas de Facebook e Instagram de su hermano, en la que pedía información sobre el paradero de Micaela, comenzó a circular por los grupos de Whatsapp de muchos uruguayos. El joven informaba que su hermana estaba desaparecida desde el viernes por la noche. Este lunes la Policía la identificó como una de las tres personas que aparecieron calcinadas ese mismo viernes en la esquina de Camino Paso de la Cruz y Camino Carlos López, en el barrio Colón.

Sin tener nada que ver, Micaela fue víctima de una pelea entre dos bandas de familias – la de los Algorta y la de el Tato– que se disputan el mercado de drogas del norte de Montevideo, según la principal hipótesis manejada por el Ministerio del Interior sobre las tres personas asesinadas. Esa pelea llevaba 20 homicidios hasta el viernes, a los que ahora se sumaron tres.

¿Por qué Micaela estaba en ese auto? Hacía algunas semanas que se veía seguido con Brian Méndez Silvera, el otro joven que también fue identificado como uno de los muertos. Brian tenía 22 años y pertenecía a una de las familias enfrentadas.

El apellido Silvera ya era bastante conocido para la Policía. Claudia Silvera, la tía de Brian, fue asesinada en octubre del año pasado y el modus operandi fue el mismo que el usado para matar a su sobrino: el cadáver de la mujer fue encontrado dentro de su auto en la zona de Tres Ombúes. Quienes la mataron pertenecían a la banda del Betito Suárez, un hombre que estuvo preso hasta marzo de este año con un prontuario en el que se incluía desde narcotráfico hasta liderar una banda de sicarios.

Por el homicidio de Claudia fueron procesados tres de sus hermanos en diciembre de 2016. La muerte de Claudia Silvera ocurrió un año después de que, por una pelea entre dos familias, asesinaran a balazos su esposo, Wellington Segade, alias el Tato, quien había sido referente de la barrabrava de Peñarol.


Tato además comandaba una banda en el barrio 40 semanas. Antes de matar a Claudia, la secuestraron. En su casa estaban sus hijos y su sobrino Brian. El joven pasó a ser un objetivo más de los asesinos por ser testigo del secuestro de su tía. Tal es así, que cuando Brian logró escapar se fue a vivir al exterior y regresó hace no mucho tiempo.

El Ministerio del Interior cree que su muerte no solo es parte de la disputa por el territorio narco, sino que responde a que los presuntos homicidas lo querían ver muerto desde hacía tiempo. Y se volvió un objetivo más claro cuando declaró ante la Policía cómo habían secuestrado a su tía. Su testimonio fue parte importante para poder resolver el caso y la banda vinculada a los homicidas de la mujer no se lo quisieron dejar pasar.

Micaela no estaba relacionada con esa historia de disputa de territorios y venganza. Su único punto de contacto era que conocía a Brian y estaba en el mismo auto cuando lo atraparon. De la tercera persona que apareció en el auto, un hombre, no se conocían datos al cierre de esta edición porque aún no ha sido identificado. El caso lo investiga la Unidad de Información Táctica de Policía de Montevideo y todavía no hay detenidos.

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