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Unidos o dominados: las peleas que dividieron al Partido Nacional

A largo de 180 años de historia, los blancos solo llegaron al gobierno cuando limaron sus diferencias internas; Larrañaga y Lacalle Pou le han dado estabilidad al partido
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09 de julio de 2017 a las 05:00
Nacido simbólicamente de la cinta blanca que, entre la pólvora de la batalla de Carpintería, se ciñeron en 1836 los combatientes de uno de los dos bandos en pugna, el Partido Nacional se ha caracterizado por un espíritu levantisco que minó sus propias filas y lo confinó al sitio de los perdedores durante varias décadas.

Aunque el escudo de la añeja colectividad reza "La unión nos hará fuerza", esa unidad fue cosa extraña en la vida de este partido más que centenario que, recién en el inicio del siglo XXl, alcanzó el que tal vez sea su estado de mayor paz interna.

Al mismo tiempo, el Partido Colorado –su antagonista de siempre– dejó de ser aquel monolito sin rajaduras y parece desmoronarse en medio de ajustes de cuentas. Los blancos son hoy quienes acechan el poder de una izquierda que también necesitó de las bondades de la unidad para terminar con el largo dominio de las colectividades tradicionales. El partido comandado por Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga, casí no muestra diferencias si se compara con el fratricidio político que protagonizaron muchos de sus antecesores.

Resultaría arduo consignar los enfrentamientos que signaron al primer directorio blanco que condujo a los nacionalistas en los últimos años del siglo XlX y los primeros del XX. Pero, para mensurar la magnitud de las divisiones, basta con consignar que, luego de que se apagaran los ecos revolucionarios de las luchas saravistas, el Partido Nacional votó casi siempre dividido para alegría de los colorados.

Por un lado, los seguidores de Luis Alberto de Herrera se juntaban bajo el lema Partido Nacional mientras que los disidentes se unían en los denominados Partido Nacional Independiente, Partido Blanco luego, y Partido Blanco Radical después.

"Los enfrentamientos en el Partido Nacional en 1996, 1997 y 1998 fueron feroces". Alberto Volonté expresidente del Partido Nacional

Los colorados disfrutaron hasta las elecciones de 1958 cuando los blancos supieron trenzar sus intereses y pudieron llegar al gobierno de la mano de una alianza entre el herrero-ruralismo y los nacionalistas disidentes que volvieron al lema dentro de la Unión Blanca Democrática (UBD).

En 1962 retuvieron el gobierno pero las diferencias internas eran demasiado notorias y cuatro años después volvieron los colorados al poder. En los años previos a la dictadura, y en los primeros de la restauración democrática, la figura del caudillo Wilson Ferreira Aldunate galvanizó a los blancos.

Poco antes de morir en 1986, Ferreira convocó a algunos de los más importantes dirigentes nacionalistas y les pidió: "Cuando yo no esté, no se peleen". El consejo pareció surtir efecto y Luis Alberto Lacalle llegó a la presidencia de la República en 1990 enancado en el partido vigoroso que había heredado de Ferreira.

Pero la unidad duró lo que duró el gobierno lacallista. Desde filas coloradas y frenteamplistas, pero también desde dentro del Partido Nacional, Lacalle fue acusado de hechos de corrupción en una avanzada que el expresidente denominó "embestida baguala".

1958 ue el año de la primera victoria blanca. Una coalición de herreristas y ruralistas más el apoyo de la UBD llevaron al Partido Nacional al gobierno

El enfrentamiento tuvo su apogeo cuando Juan Andrés Ramírez se presentó como el abanderado de las críticas a Lacalle con el que se midió en las internas de 1999. Lo hizo lanzado durísimos cuestionamientos contra su correligionario a quien emplazó públicamente para que diera cuenta de sus bienes y de cómo los había obtenido.

Lacalle le ganó la interna a Ramírez, pero los golpes recibidos y dados dejaron huella. El nieto de Herrera padeció una dura derrota en las elecciones generales frente a Jorge Batlle y el Partido Nacional obtuvo una de las más bajas votaciones de toda su historia.

Aquel episodio marcó un punto de inflexión para los blancos. Ya en el 2004 Jorge Larrañaga se impuso en la interna sin demasiados problemas y aunque perdió la lucha por el gobierno contra Tabaré Vázquez, cosechó una de las mejores votaciones del largo peregrinaje nacionalista. Pero, más que nada, abrió un período de paz interna que aún se sostiene. Lo que sucedió después está fresco y muestra a los blancos más maduros en la tarea de tratar con el prójimo más cercano. En 2009 Lacalle se tomó la revancha y le ganó la interna a Larrañaga quien, en un gesto que fue celebrado como una victoria en sí misma, aceptó acompañar a su vencedor en la fórmula presidencial que sucumbió ante el avance del Frente Amplio.

1989 ue el año del retorno al gobierno. Tras la muerte del caudillo Wilson Ferreira Aldunate, el Partido Nacional ganó las elecciones de la mano de Luis Alberto Lacalle

En las internas de 2014 fue el hijo de Lacalle Herrera, Luis Lacalle Pou, quien le ganó a Larrañaga y éste, una vez más, aceptó acompañar la fórmula presidencial que volvió a perder contra la izquierda. Pese a esas derrotas, lejos quedaron los días en los que la interna nacionalista se parecía a una carnicería. Como fue dicho al comienzo, los blancos se muestran como la esperanza opositora ante el oficialismo frenteamplistas y los colorados no paran de desangrarse. A fuerza de golpes, la consigna del escudo partidario parece haber calado en el comportamiento de sus principales dirigentes. Pero, se sabe, los blancos tienen fama de imprevisibles y el siglo es largo.

La segunda muerte de Saravia

En las elecciones de 1994 el candidato mayoritario de los blancos fue Alberto Volonté quien tuvo como compañero de fórmula a Alvaro Ramos. Vencido por el colorado Julio María Sanguinetti, Volonté resolvió darle un apoyo crítico a la nueva administración en el marco de un gobierno de coalición que no fue bien visto desde el lacallismo. Acusado de colaborar demasiado con el sanguinettismo, la estrella de Volonté se fue apagando y, para peor, su excompañero de fórmula se le dio vuelta de la peor manera. Tras el suicidio del intendente de Cerro Largo, Villanueva Saravia, -quien mantenía un largo contencioso con el herrerismo-, Ramos dijo en un programa de televisión que Volonté se había propuesto sembrar suspicacias acerca de los verdaderos culpables de la muerte de "villita".

Según Ramos, Volonté le habría dicho, a pocas horas del fallecimiento de Saravia, "este muerto se lo cargo a Lacalle". Volonté negó la veracidad de esa versión. "Es una falsedad, una barbaridad. Pero ya está todo perdonado", dijo. A su vez, Juan Andrés Ramírez, cuya candidatura había sido impulsada por Lacalle, trataba de corrupto al expresidente.Así estaban las cosas en la interna blanca en aquella segunda mitad de la década de los 90.

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