Opinión > ANÁLISIS

Uruguay no está en crisis, pero hay quienes parecen buscarla

Una sucesión de datos malos sobre la marcha de la economía se suman a una coyuntura externa más hostil. Empresarios, trabajadores y gobierno deben entender que los tiempos cambiaron y que eludir una crisis requiere un rol activo de cada uno de ellos.
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12 de junio de 2015 a las 22:00
La economía uruguaya no está en crisis. Lo dicen los grandes números y se percibe además en el día a día. "Hay plata en la calle", todavía se escucha, aunque menos que hace algunos años. En los últimos meses se ha instalado una percepción entre los uruguayos de que la economía no marcha de la misma manera en que lo venía haciendo, que es momento de pensarlo dos veces antes de hacer una compra grande, que hay decisiones de inversión a nivel de las empresas que es mejor posponer.

Y es una percepción con fundamento. Las noticias que vienen de la región no son buenas. No hace falta ser un experto para entender que un deterioro de la actividad en los países vecinos representa una amenaza mayor para la economía uruguaya. Al mismo tiempo, el cierre de grandes fábricas en el país -como la automotriz Chery- se suma a un cambio sustancial en el tono del discurso oficial, que pasó de la complacencia típica de la retórica electoral de un partido que buscaba mantenerse en el gobierno, al realismo obligado de un gabinete que se esfuerza por darle un giro al timón con poco margen para evitar un impacto.

La economía uruguaya sigue creciendo y nadie espera que deje de hacerlo en el mediano plazo. Sin embargo, los grandes números esconden situaciones complicadas en varios sectores de actividad, especialmente en los más vinculados al devenir de la región. En los grandes números, parecería que la industria uruguaya la está pasando muy bien. Un crecimiento de la actividad de 5,4% en los 12 meses finalizados en abril, es la envidia en un vecindario donde las manufacturas vienen en picada. Pero si se quita de la cuenta las plantas de celulosa y la refinería de ANCAP, los números adquieren un tinte rojizo. El núcleo industrial redujo 0,4% su producción, con caídas en 10 de los 19 rubros relevados.

La economía crece, pero es difícil hacerle entender ese concepto a los empresarios de la vestimenta, con caídas de 40% en su producción, o a los de la industria automotriz, con un retroceso de 22% en el último año móvil.

Esa situación empieza a trasladarse al empleo. El número de horas trabajadas en la industria uruguaya tuvo una caída de 3,4% en los 12 meses finalizados en abril respecto al año móvil anterior. A eso se le suma un retroceso en el empleo en la construcción y otros sectores de la economía afectados por la reducción de las inversiones y un empeoramiento de las condiciones externas. Los grandes números de la economía ya muestran un cambio en la tendencia de los últimos años. Atrás quedaron los tiempos del mínimo tras mínimo en los registros de desocupación. Si bien un 7,3% de desempleo en una economía como la uruguaya sigue siendo un nivel bajo en términos históricos, se encuentra ya en su mayor registro desde mediados de 2010.La última encuesta empresarial realizada por la consultora Deloitte muestra que una de cuatro empresas está pensando en recortar su plantilla de trabajadores en el futuro próximo, mientras que una de cada tres modificó a la baja sus planes de inversión.

Las exportaciones caen, el comercio desacelera su crecimiento e incluso el crédito al consumo muestra una mayor prudencia por parte de los consumidores a la hora de tomar decisiones económicas. Tanto los empresarios como los consumidores, por precaución o por necesidad, están siguiendo al pie de la letra el leitmotiv del ministro de Economía, Danilo Astori, de "prudencia y cautela".

En este nuevo escenario, la confrontación entre empresarios y trabajadores es un lujo que la economía uruguaya no puede seguir dándose. En los últimos años, las subas salariales que en algunos rubros superaron las posibilidades del sector eran absorbidas por los empresarios con reducción de márgenes de ganancia y aumentos de precios. Hoy en día, un incremento de los costos laborales por encima de las posibilidades tendrá como consecuencia una reducción de la plantilla de trabajadores. Los reclamos desmedidos son un camino peligroso para el sindicalismo uruguayo.

También los empresarios deberán cambiar la pisada en este nuevo contexto. A diferencia de la última década, hoy la pasividad no paga. Reducir los costos será fundamental para mantener los márgenes. Hacerlo a través de un recorte de personal o de salarios no es en muchos casos el único camino sino el más fácil e inmediato. La alternativa es la búsqueda activa de una mayor productividad, la optimización en el uso de los recursos, la incursión en nuevas prácticas productivas, la agregación de valor a través de nuevos y mejores productos. Las empresas uruguayas deben hacer lo que vienen haciendo, pero deben hacerlo mejor, sin golpear la puerta del Estado a la más mínima señal de problemas.

Empresarios, trabajadores y autoridades deben entender que los tiempos cambiaron, que para seguir creciendo se necesita un nuevo acuerdo entre los diferentes actores, una nueva manera de hacer frente a los desafíos del día a día, que serán mayores y cada vez más complejos. Uruguay no está en crisis. Sigue habiendo plata en la calle. Pero ya no hay margen para errores, para las salidas fáciles, para los discursos fuera de tono, para pedir lo que no hay y exigir lo que no corresponde.

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