Uruguayos en el limbo haitiano

Mientras que el país enfrenta un nuevo y traumático traspaso de poder, 250 soldados uruguayos están alertas ante la incertidumbre y las protestas violentas

Por Nicolás Delgado

Rodrigo Sanhueza viajaba en un jeep rumbo a la frontera con República Dominicana cuando una bala impactó en su cara, entre el casco y el chaleco antibalas. El soldado chileno llegó sin vida ese lunes 13 de abril de 2015 al batallón uruguayo de Morne Cassé, en el departamento nordeste de Haití. Los militares orientales repiten como un karma que el tiro pudo haber alcanzando a uno de ellos.

El homicidio de Sanhueza y la búsqueda del asesino marcaron a fuego la misión de los 250 cascos azules que regresaron los primeros día de febrero de Haití. "Esa es la estación de servicio donde lo mataron", señaló el teniente Jacinto Alano, cuando cinco periodistas invitados por el Ejército Nacional acompañamos en un jeep el patrullaje nocturno de los cascos azules por la ciudad de Ouanamithe. Durante el recorrido una botella de vidrio pegó en el tercer jeep. Algunos locatarios suelen rellenarlas con excremento para infectar las heridas de los soldados.

Durante los primeros meses de 2015, los haitianos del noreste protestaban por la falta de energía eléctrica.

Gomas quemadas, camiones atravesados, barricadas y fuego cortaban las calles y rutas para llamar la atención de las autoridades y reclamar una solución. Ante este panorama, el protocolo indica que la Policía Nacional de Haití debe negociar la apertura de los caminos.

Si no lo logra, interviene la fuerza de choque haitiana (Unmod), que es supervisada por la Policía de Naciones Unidas. Muchas manifestaciones son pacíficas pero a veces llueven piedras y botellas sobre policías y soldados. "En algunos casos también utilizan cócteles molotov", dijo el coronel José Gentini, que comandó el Batallón Uruguayo-Peruano en Haití desde enero de 2015 hasta principios de febrero de 2016. Cuando las fuerzas locales no logran controlar la situación, la Policía de Naciones Unidas pide apoyo al batallón que comandaba Gentini.

Al día siguiente del asesinato del soldado chileno de 35 años, las tropas brasileñas, desplegadas en el sur, llegaron al norte para dirigir la operación Ouanaminthe en búsqueda del asesino. Los brasileños se retiraron al cuarto día con un discurso del Force Comander de la Misión de Naciones Unidas de Estabilización de Haití (Minustah), José Luiz Jaborandy, jefe de los cascos azules desplegados en el país caribeño, quien prometió encontrar al asesino.

Un mes después, en mayo, la Policía Nacional de Haití detuvo al sospechoso, integrante de una de las pandillas locales. Jacob Santilma, juez de Paz de Ouanaminthe , lo procesó con prisión. El 30 de agosto ONU anunció en un comunicado de prensa la muerte del Force Comander de la Minustah en Miami por "una enfermedad repentina". Al sureste de Estados Unidos, en Haití, el proceso electoral ya estaba en marcha.

Débil democracia

La Constitución de Haití establece que el presidente Michel Martelly debía dejar el poder el 7 de febrero de 2016. Sin embargo, el proceso electoral para elegir a su sucesor quedó trunco luego de que la oposición acusara al gobierno de dar un "golpe de Estado electoral". "La Constitución exige al presidente que garantice la continuidad del Estado y el buen funcionamiento de las instituciones. No es una opción, sino un deber que tengo. No podré irme el 7 de febrero, dejando al país en el limbo", dijo Martelly la primera semana de 2016 durante la inauguración de edificios públicos en Cite Soleil .

Sin embargo, finalmente anunció que dejaría su cargo. "No quiero seguir un día más, nada me da ganas ni tengo miedo a nada", dijo el presidente en la inauguración del edificio del Ministerio del Interior, destruido en el terremoto de 2010. El cantante de pop devenido en presidente anunció entonces que entregaría el mando "sin lamentos, sin ganas, sin apego".

Pase lo que pase, se vaya o se quede, la situación de Haití preocupa a Naciones Unidas y al gobierno uruguayo. (ver recuardo "La constante crisis")

"Para nosotros la garantía es que haya democracia", dijo a El Observador el ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro. "Hay una delegación de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Haití que está tratando de resolver los problemas", agregó Fernández Huidobro, quien considera que la continuidad o el retiro de los cascos azules dependerá de la resolución del proceso electoral.

La injerencia de Uruguay en el país caribeño no se limita solo al despliegue de 250 militares en el noreste. El presidente de la OEA es Luis Almagro, el excanciller del gobierno de José Mujica. Además, Uruguay preside el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, órgano que ordenó el despliegue de tropas en Haití hasta el 15 de octubre de este año.

"De venir preparados para algunos disturbios nos vimos enfrentados al riesgo inminente de sufrir la muerte de algunos de nuestros integrantes", aseguró el coronel Gentini.

Fusiles de acero

El gobierno y oposición tardaron dos años en formar un Consejo Electoral Provisional (CEP). Después de cuatro años, los haitianos volvieron a las urnas el 9 de agosto de 2015 para elegir a sus parlamentarios, pero la esperanza de una transición pacífica se desvaneció de inmediato. Hubo incidentes violentos en varias ciudades y tres personas murieron durante la jornada electoral.

Dos meses después se realizó la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en la que participaron 50 candidatos. El oficialista Jovenel Moisés obtuvo el 32% de los votos y el candidato opositor Jude Celestine, el 25 %. Las acusaciones de fraude reventaron en todo el país con protestas, quemas de cubiertas y tiros. El 9 de noviembre, las tropas uruguayas se desplegaron en Trou-du-Nord , una ciudad de 37 mil habitantes cercana a la base de Morne Cassé.

La tercera y última vuelta electoral, en la que los haitianos elegirían presidente a Moisés o Celestine, fue suspendida el 22 de diciembre. Las elecciones fueron pospuestas, pero el 21 de enero, tres días antes de la convocatoria a las urnas, el Senado las suspendió por "razones de seguridad". Celestine había renunciado al balotaje luego de denunciar fraude.

Entonces, las protestas del oficialismo se hicieron sentir en el norte. El martes 26 de enero, los soldados uruguayos reprimieron con gases lacrimógenos y balas de goma una manifestación en Terrier Rouge , ciudad norteña de 21.000 habitantes. En el último año, los cascos azules uruguayos participaron de 20 maniobras para reprimir protestas violentas y cortes de calles, informó el coronel Gentini.

"Es la Asamblea Nacional la que debe encontrar una forma de llenar el vacío (de gobierno) de acuerdo con el espíritu de la Constitución", advirtió Jocelerme Privert, presidente del Senado. Tan rápido como sus palabras corre un refrán haitiano: "La Constitución es de papel, los fusiles son de acero".

Los cascos azules están inmersos en esta incertidumbre que irrumpe con violencia de un segundo a otro. Tras la muerte del soldado chileno en abril, las tropas uruguayas, que suelen ser atacadas durante patrullajes y manifestaciones, están en alerta. "De venir preparados para algunos disturbios nos vimos enfrentados al riesgo inminente de sufrir la muerte de algunos de nuestros integrantes", aseguró el coronel Gentini.

El brete del Frente Amplio

"Renuncio. Quiero estar tranquilo con mi conciencia", dijo el 1 de diciembre de 2005 el diputado socialista Guillermo Chiflett, durante la sesión en la que se aprobó el envío de tropas a Haití. El Frente Amplio había levantado por décadas la bandera de la autodeterminación de los pueblos y la no intervención extranjera. La oposición despidió a Chiflett con aplausos.

El diputado Estéban Pérez, entonces integrante del Movimiento de Participación Popular, siguió los pasos de Chifllett y renunció a su banca en 2012, cuando el Frente Amplio aprobó la permanencia de la misión en Haití. Con Pérez a la cabeza, la Coordinadora por el Retiro de Tropas de Haití está convocando a una concentración frente a Torre Ejecutiva el próximo 18 de febrero para exigirle al gobierno que finalice la misión militar.

Mientras, 5.000 kilómetros al norte de Montevideo, 250 uruguayos cargan sus armas y abastecen de agua potable a la cárcel de Fort Liberté y al orfanato Hope for Life. La mayoría de los militares busca dinero para comprar un terreno, construir su casa o cambiar el auto. Otros explican que es una oportunidad para demostrar su profesionalismo y colaborar con la paz del pueblo haitiano, el primero en lograr la independencia en América Latina, el que se debate por estas horas entre la democracia y el golpe.

Ver Un lago africano puede ser la frontera de un problema en el FA

La injerencia de Uruguay en el país caribeño no se limita solo al despliegue de 250 militares en el noreste. El presidente de la OEA es Luis Almagro, el excanciller del gobierno de José Mujica. Además, Uruguay preside el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, órgano que ordenó el despliegue de tropas en Haití hasta el 15 de octubre de este año.

Los soldados y la sed

El Ejército distribuye agua potable en una cárcel, varias escuelas y un orfanato, pero prepara la retirada prevista para el 15 de octubre

Una caravana de soldados uruguayos sube desde Puerto Príncipe hacia el norte, donde está la base uruguaya. Por cada pueblo que pasa se repite la escena. "¡Blanco! ¡Blanco!", gritan los niños más pequeños y estiran el brazo. La falta de agua y alimentos estruja los ojos.

Además de brindar apoyo militar a la Policía local, el Estado uruguayo produce agua potable en las bases militares. De las cinco Unidades Potabilizadoras de Agua (UPA) que OSE tenía en Haití, solo una sigue funcionando en el batallón de Morne Cassé. Junto al retiro progresivo de las tropas uruguayas (de 1.140 en 2009 a 250 en 2016) y el cierre de bases militares, se redujo también la producción de agua.

Dos fueron donadas a las autoridades civiles, una a la fundación Beraca y otra fue repatriada a Uruguay, informó Gabriel Pérez, uno de los dos funcionarios de OSE que trabajaron en Haití durante 2015.

La perforación que existe en la base de Morne Cassé, en el noreste del país, da agua pura y cristalina. "El agua envasada es más turbia que la que sale acá", asegura Pérez. Sin embargo, para la mayoría de los haitianos es una odisea conseguir agua.

Los militares uruguayos distribuyen agua en la cárcel de Fort Liberté, donde hay 450 presos, en tres escuelas y en el orfanato Hope for life, donde viven 19 niños. "La necesidad aquí es de agua. Llevamos un año sin que llueva", asegura el pastor evangélico Denis Jean Pierre, director del orfanato.

La UPA de Morne Casse producía hace un año 18 mil litros de agua potable por semana para entregar en escuelas, la cárcel y el orfanato, pero por orden de Naciones Unidas redujo su producción y entrega 6.000 litros por semana. El teniente Jacinto Alano, oficial del batallón uruguayo, explicó que ONU pretende retirar sus tropas en octubre de 2016 y, por eso, intenta reducir progresivamente el apoyo a la población para que se prepare para abastecerse por sus propios medios. Al pastor Denis, evidentemente, le preocupa la retirada de los soldados.

Enfrentarse a la situación de Haití cambia la mentalidad de soldados y funcionarios de OSE. "Dejás de quejarte por un montón de cosas básicas que tenemos al alcance de la mano y que ellos tienen que hacer kilómetros para conseguir", dice Pérez.

Las mujeres haitianas lavan la ropa en ríos, la secan sobre las rocas o los árboles y la transportan en vasijas sobre sus cabezas. "Nosotros lo metemos en un lavarropas, apretamos un botón y ya está pronto", comenta el funcionario de OSE.

Además de este trabajo, el año pasado los soldados uruguayos construyeron una escuela en Bon Bergere. Los niños los quieren como el agua.

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Los militares orientales repiten como un karma que el tiro pudo haber alcanzando a uno de ellos.

La constante crisis: un traspaso a medias

Michel Martelly concluyó este domingo su mandato presidencial sin entregar el poder a su sucesor, luego de la postergación de las elecciones, sumiendo a Haití en una profunda crisis política 30 años después de la caída de la dictadura de los Duvalier.

Ante el pleno del parlamento, el presidente saliente agradeció a quienes lo acompañaron durante sus cinco años en el gobierno. "La historia se acordará, contra viento y marea y pese a quien pese, de la piedra que aporté a la construcción de un Haití más hermoso", dijo.

La historia "recordará también mis fracasos, que asumo y asumo en soledad, y entre ellos el de la postergación de la elección presidencial, mi mayor pena", declaró durante su último discurso a la nación.

El proceso electoral fue suspendido tras las protestas de la oposición, que denunció un "golpe de Estado electoral" fomentado por el gobierno. En la primera vuelta de la elección presidencial, el 25 de octubre, el candidato oficialista, Jovenel Moise, había obtenido 32,76% de los votos, contra 25,29% para Jude Célestin, que calificó estos resultados de "farsa ridícula".

La segunda vuelta, inicialmente prevista para el 27 de diciembre, fue reprogramada en primera instancia para el 24 de enero y luego postergada indefinidamente, lo que impidió a Michel Martelly entregar el poder a su sucesor el 7 de febrero, como prevé la Constitución.

El sábado, unas horas antes del fin del mandato presidencial, un acuerdo fue firmado entre Martelly los presidentes de las dos cámaras del parlamento que prevé la elección de un presidente de transición por la Asamblea Nacional.

Tras haber recibido la banda presidencial de Michel Martelly, Jocelerme Privert, el presidente del Senado y de la Asamblea Nacional, declaró que "la partida del jefe del Estado (...) no detiene la marcha de la historia, de nuestra historia. La rueda de la república continúa girando inexorablemente".

Diputados y senadores disponen de cinco días para elegir a un presidente provisorio, cuyo mandato no debería exceder 120 días.

Fuente: AFP

El Observador 9 de Febrero de2016

Redacción e imágenes: Nicolás Delgado | Edición de video: Cecilia Arregui | Dideño: Adrián Sosa