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Usar el cerebro

Aunque los años no vienen solos hoy hay acumulada evidencia científica que destaca la importancia de ejercitar y desafiar al órgano más importante del cuerpo
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19 de marzo de 2016 a las 19:30

Una característica fundamental del desarrollo a lo largo de la vida es que nuestro organismo cambia con los años. Todo envejece. Es un hecho de la vida que no vivimos para siempre. Pero, el declinar que viene con el envejecimiento no es uniforme ni en velocidad ni en magnitud. Por otra parte, si se demora la aparición de deterioro de modo que se produzca a una edad más avanzada de la vida, se habrá ganado.

El cerebro es el órgano que nos hace ser lo que somos. Es el piloto de nuestras acciones. Es tanto la fuente como el efecto de la actividad humana. Está involucrado en todo lo que pensamos, sentimos, o hacemos. Cuando el cerebro trabaja mejor, el individuo funciona mejor. Desarrollamos cientos de tareas cognitivas todos los días. Tareas diversas como notar detalles de las cosas que están pasando a nuestro alrededor, focalizar la atención en una tarea, mantener el esfuerzo atencional, recordar nombres, calcular tiempos, tomar decisiones, pensar, razonar.

Nuestro cerebro tiene que trabajar mucho para organizar sus actividades y para crear sus representaciones de lo que está pasando en nuestro mundo. Los distintos subsistemas del cerebro tienen que operar en equipo para crear una reconstrucción detallada y confiable de “lo que está pasando”. Tienen que ser capaces de recibir y analizar los detalles y hacerlo con gran rapidez.

A medida que pasan los años, se le va haciendo más difícil a la persona registrar y representar los detalles de las cosas que suceden. Las fallas de la memoria, por ejemplo, no se deben a que olvidamos como recordar; se deben, en mucho, a que nuestro cerebro no está procesando la información con suficiente claridad. La falta de claridad en las señales e información que llega al cerebro afecta la capacidad del cerebro para codificar y registrar esa información.

Por otra parte, la rapidez de nuestro cerebro para procesar los eventos que se dan a nuestro alrededor determina la efectividad de nuestras reacciones a esos eventos y la efectividad para luego recordarlos.

Si después de cierta edad evitamos actividades o tareas desafiantes porque creemos que están fuera de nuestra posibilidad y nuestra capacidad, terminaremos por funcionar y generar condiciones que darán cumplimiento a nuestras creencias. Si repetimos y repetimos, una y otra vez, “no puedo”, nuestro cerebro registra ese mensaje negativo. Al final se convierte en profecía autocumplida.

La persona adulta suele pasar la mayor parte del día realizando las actividades de la vida diaria de manera automática. Reduce la cantidad de nuevos aprendizajes y evita desafíos. Hay una tendencia a funcionar la mayor parte del día sin estar realmente actuando a conciencia con lo que se está haciendo. En la medida que nuestros hábitos y actividades diarias se lleven a cabo sin pensar en lo que estamos haciendo, con mínimo esfuerzo, y poca atención, estamos lenta y progresivamente afectando el buen funcionamiento de nuestro cerebro. Sirve evitar recibir información de manera pasiva. Procurar, con determinación, reconectarse con su entorno físico y activamente preste atención a los detalles de ese entorno.

Hasta hace bien poco, se sostenía que el cerebro pierde su plasticidad. Esto es, pierde la capacidad natural para cambiar y remodelarse a sí mismo a lo largo de la vida. Hoy hay acumulada evidencia indicando que el cerebro retiene su plasticidad hasta bien avanzada la edad adulta o tal vez toda la vida.

Ir a un gimnasio no era algo que la persona común (típica) considerara hace 50 años. Hoy ir a un gimnasio y hacer actividad física es una práctica que se ha hecho rutina para muchos. Esto se debe a una toma de conciencia de lo bueno y fundamental que hacer ejercicio físico es para la salud general. La misma lógica hoy se aplica, más y más, a la ejercitación del cerebro. Usar el cerebro para aumentar su longevidad.

Aunque los años no vienen solos, a punto de partida de este conocimiento sobre la plasticidad cerebral, hoy hay acumulada evidencia científica que destaca la importancia de ejercitar y desafiar al cerebro. Una extensión lógica y natural del ejercicio físico.

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