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Vamos a la Luna

Doce hombres pisaron el satélite entre 1969 y 1972, pero todo quedó en eso
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25 de junio de 2017 a las 05:00
La idea de que el ser humano pisara la Luna buscó que fuera el primer tramo de la construcción de un puente a las estrellas.

Era cumplir el sueño de expansión de una especie de conquistadores. Sin embargo, solo fue un acto de propaganda en medio de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

El 20 de julio de 1969, la nave Apolo XI descendió a la Luna, y dos de sus tripulantes, Neil Armstrong y Buzz Aldrin, caminaron por la superficie. Era un acto simbólico, no solo para demostrarles a los soviéticos la capacidad y tenacidad de los estadounidenses, sino para que sirviera de inicio a una colonización.

Tres años después, sin embargo, los alunizajes se acabaron. Las expediciones eran muy caras y la batalla de propaganda ya estaba ganada. La carrera espacial había terminado. En estos 45 años se ha pensado en Marte, pero la Luna quedó ahí, para ser admirada desde acá.

Quien trae el tema a colación es uno de los mejores pensadores del universo como un cosmos, el científico Stephen Hawking. El británico cree que habría que preparar otro viaje para 2020, cuyo gasto podría deducirse del presupuesto astronómico de defensa que tiene Estados Unidos.

Hawking piensa que si retornara la ambición lunar la humanidad tendría un sentido, un propósito común, que tiene mucho que ver con las amenazas a la estabilidad de la Tierra, por obra de la acción del hombre.

Yo creo que tiene razón. Hemos perdido 45 años desde la última caminata en 1972 pero nunca es tarde si la dicha es buena. Y lo es. También serviría para distraernos un poco del triunfo de la codicia en el planeta, de esta suerte de oscurantismo creciente que se manifiesta con tanta claridad a lo largo y ancho del orbe.

"Expandirnos puede ser lo único que nos salve de nosotros mismos", dijo Hawking en el Starmus Festival, un encuentro que celebra artes y ciencias en Noruega. "Estoy convencido de que el ser humano debe dejar la Tierra", agregó.

Y de paso dejar descansar a la Tierra, como se hace con la tierra. Si pudiéramos mudarnos, antes de la destrucción total, y reservar el planeta durante algunos siglos, dejar que reverdezca y, en todo caso, volver cuando seamos capaces de vivir en él sin destruirlo: no estaría mal.

Me queda claro que hace falta resolver unos cuantos detalles para lograr semejante cosa, pero hay que volver a empezar, hay que intentar algo, hay que repensar la dirección que le damos a tanta ciencia y tecnología, porque, si las cosas siguen como van, no van a servir para nada.


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