Eduardo Espina

Eduardo Espina

Viaje a Chile (2)

Siempre que vengo me siento bien. Puesto que tengo buena opinión de la ciudad, esta me ha tratado siempre de manera dócil
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08 de junio de 2017 a las 04:00
Siempre que vengo a Santiago me siento bien. Puesto que tengo buena opinión de la ciudad, esta me ha tratado siempre de manera dócil. Reciprocidad, que le llaman. No es la misma a la que vine por primera vez hace veintipico de años.

Antes de salir a la calle, temprano en la mañana, el portero del edificio me dice que tenga cuidado, pues hoy "la contaminación es alta". En verdad, no parece tanta, la siento más bien como poca en comparación con la de Beijing, la cual casi me mata.

China quiere ser la nación número uno, y al menos en contaminación lo es. Pero la capital chilena se parece cada vez a la capital china en lo que respecta a transporte urbano. En la parada debo esperar 20 minutos. Todos los ómnibus pasan repletos.

Al octavo o noveno logro treparme, en lo que ha sido uno de los peores viajes urbanos que he hecho. Me costó subir y más, bajar. Al regresar, tras una larga jornada, le pregunto a un inspector apostado en la parada, cuál es la frecuencia de los ómnibus y en lugar de responderme me pregunta de dónde soy.

De Uruguay le digo, y comenta (sic): "Los uruguayos son buenos, son muy aperrados". Recurro a mi Larousse ilustrado mental y no encuentro el término. Después de varias idas y venidas de preguntas y respuestas me dice que "aperrado" refiere a alguien que "puede aguantar todo", que "va a todo", que es "esforzado", que "se juego entero en cada cosa que hace".

Mientras pienso en posibles ejemplos de compatriotas con esas características, el inspector con diccionario incluido ilustra su comentario con los ejemplos de Suárez y Cavani: "me gustan los delanteros uruguayos, son 'aperrados', siempre están solos luchando contra todos los defensas". Y agrega, después de acotar que es hincha fanático de Colo Colo: "Aquí en Chile tenemos a Octavio Riveros, el único de 'el cacique' que justifica su salario".

El ómnibus, lo mismo que en la mañana, viene cargado. El inspector me dice que, si espero un poco, van a empezar a pasar menos llenos. Sin saber cuántos minutos son "un poco", aprovecho para hacerle otras preguntas sobre Santiago, pero el hombre insiste: "Hace años tuvimos acá un delantero uruguayo muy bueno, cómo era que se llamaba..." Otro aperrado, supongo.

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