Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Columnista

Nacional > NACIMIENTOS

A los seis meses los niños ya están socializados

Estudios presentados en 2017 dan nuevas pistas sobre cómo se comporta el cerebro de los humanos
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09 de julio de 2017 a las 05:00

El ser humano lleva décadas estudiándose a sí mismo y tratando de establecer, por ejemplo, por qué dos personas que nacen en idéntico contexto geográfico y social tienen luego tan disímiles comportamientos en sus relaciones con los de su misma especie.

Estudios presentados en 2017 dan nuevas pistas sobre cómo se comporta el cerebro de los humanos y dónde radica el don de establecer vínculos sociales sanos con sus pares. La palabra clave es "parentalidad", entendida como el tiempo que los padres tienen para dedicarle al niño, mimarlo, intercambiar olores y arrumacos, en los primeros seis meses de vida. Y si creemos que eso genera (como sí genera) cambios en el niño, no podemos depreciar los cambios que generan en los mayores.

Estos estudios están enfocados en qué momento se generan esos vínculos parentales y cómo estos indicen en el resto de la vida.

"Hasta 2017 sabemos que el adulto acompaña el desarrollo del niño y eso produce cambios en su cerebro. Hay un cerebro parental, que es generado simultáneamente con el cerebro infantil y que actúa de tal manera que no habría desarrollo infantil si no hay cambios en la disponibilidad de los adultos para criarlos", dijo el pediatra José Díaz Roselló.

El experto es ampliamente reconocido a nivel internacional, fue asesor de la Organización Panamericana de la Salud y "es de los pocos que publicó en revistas como Lancet y Science", dijo el sociólogo Fernando Filgueira.

"Lo más interesante –aseguró Díaz– es que siempre nos dijeron que hay que estimular al niño y hoy sabemos que es el niño quien nos estimula a nosotros y tenemos que estar disponibles para eso. Cuando en el niño se generan señales tan tontas como hipo o tos, eso provoca en el adulto una conducta que se va haciendo sincrónica y lo que parece una tontera es en realidad esa sincronía del contacto".

Los niños cambian a los padres

Una investigación liderada por Ruth Feldman (profesora en el Departamento de Psicología de la Universidad de Bar-Ilan y profesora adjunta en la Universidad de Yale) mostró en 2010 que la mayor o menor activación de las áreas cerebrales que se conectan para actuar en la función parental en los primeros meses, determinan las capacidades de los hijos a los 4 años. Esto significa que la estimulación del niño al desarrollo del cerebro de sus padres, provoca cambios en sus padres, cuya intensidad condiciona el desarrollo posterior de ese niño. Dos cerebros o más en red, la familia, que han permanecido invisibles a la biología. Pero ahora se demuestra que existe una familia biológica de crianza que sucede a la que lo engendra y que puede ser la misma u otra.

El estudio indicó que las interacciones madre-hijo y padre-hijo durante el período crítico para el desarrollo de la sincronía social en los seres humanos se da entre 3 y 9 meses de vida.

La crianza, nuevo obstáculo

Díaz dijo que antes la gente le tenía miedo al parto. "Hoy la gente no tiene intencionalidad de engendrar hasta no tener certeza de poder criar. La crianza es el nuevo obstáculo para engendrar. Ya no podemos mejorar cómo engendrar, están dadas las condiciones y los controles para engendrar con salud, ahora el tema es la crianza. Lo que limita a una sociedad para engendrar son los escenarios de no poder criar".

Relató que en Uruguay el porcentaje que inician una gestación sin haberla programado es del 42%, según datos oficiales.

El no deseo de engendrar tiene relación con factores como la edad, la presencia de familia que ayude, quienes ya tuvieron otro hijo, entre otros.

Díaz dijo que es un imperativo "generar las condiciones para tener hijos deseados" en un país que, según maneja el experto, tiene 9.300 interrupciones de embarazos, revelando que esas personas no accedieron a métodos anticonceptivos eficientes.

El caso de los niños rumanos

Este aspecto al que se refirió Díaz tiene su vínculo más famoso con un estudio que lideró el psiquiatra infantil británico Michael Rutter, y que fue publicado en la revista The Lancet. Tras la caída del gobierno comunista rumano en 1989, el equipo de Rutter siguió durante 22 años la evolución de los niños que habían sido adoptados de los oorfanatos rumanos. Los niños que habían sido criados con mala alimentación, baja salud y poca estimulación sensorial o social, tenían más probabilidades de presentar un retraso en el aprendizaje y en un desarrollo cognitivo, emocional y social deteriorado.

El estudio mostró que una vez insertos en familias donde se les daban los debidos cuidados, quienes habían estado menos de seis meses en los orfanatos, recuperaban sus condiciones normales en grados similares a los hijos biológicos de las familias adoptivas. No obstante, los resultados no fueron iguales para quienes estuvieron menos o más de seis meses en los duros hospicios del régimen comunista rumano. En ese grupo hubo mayores tasas de síntomas para el autismo, problemas de integración social, drogas y violencia.

A los seis meses es casi tarde

La investigación de Rutter revela que después de los seis meses las cosas pueden ser tarde para que un niño que no fue bien cuidado tenga una vida plena.

"Cuando escucho a algunas madres y padres que dicen que quieren mandar a sus hijos a una guardería para que socialice... no, si ya pasó los primeros seis meses de vida, ya está socializado", dijo Díaz.




Filgueira: "Prefiero el modelo finlandés"

Para el sociólogo Fernando Filgueira, "el tema de las licencias de los padres es clave como parte del paquete de protección a la primera infancia".

Los tres elementos clásicos son: asignaciones familiares, licencias y sistemas de cuidado de niños de 0 a 3 años.

"Algunos países apuestan a licencias largas y bien pagas, como Finlandia. Otros, como Dinamarca, tienen licencias más cortas pero mucho servicio de cuidado de 0 a 3 años. Los países de raíz anglosajona son los más amarretes. Estados Unidos que no tiene ninguna licencia maternal paga a nivel federal (algunos estados sí la tienen)".

Filgueira consideró que el ideal en el sistema de cuidados son licencias largas y cuidados institucionalizados después del año de vida, o licencias cortas y más oferta de cuidados en centros especializados entre 0 y 1 año.

En Uruguay, luego de la reforma reciente, son 14 semanas de licencia para la madre, más seis meses de part time pago para la madre o el padre y aumentó levemente la licencia para padres.

A Filgueiras, si le dieran a elegir, prefiere el modelo finlandés: mucha licencia, muy flexible en cómo usarla y limitado uso de cuidados institucionalizados entre 0 y 1 año. "Claro, en el caso de familias destruidas, el cuidado puede ser mejor que la licencia", dijo.





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