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Abstinencia social: el nuevo mal entre empresarios y figuras públicas

En ambientes donde predomina el ego, cuáles son las claves para sobrellevar la adicción a la exposición y la mirada pública
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04 de mayo de 2018 a las 17:15
Por Daniel Colombo - coach especializado en CEOs, gerencia y equipos de trabajo

A partir de la experiencia de más de veinte años como coach de CEOs, empresarios, ejecutivos, políticos, deportistas, profesionales y figuras públicas en distintos países, he observado un síntoma frecuente cuando personas con fuerte presencia mediática se encuentran de pronto en la situación de desaparecer o atenuar su exposición pública.

Le llamo "abstinencia social", y es la que se produce cuando por distintas razones se le quita a la persona la sustancia a la que era adicta. Es entonces cuando aparecen los síntomas del ego desbocado y desbordante, que necesita saciar de alguna forma esa necesidad no satisfecha.

Este proceso interno no es novedoso, ya que prácticamente ocurre lo mismo que sucede, por ejemplo, con personas adictas al alcohol, tabaco, drogas o comida. Un síndrome de abstinencia une reacciones físicas, mentales y emocionales cuando un sujeto deja de consumir sustancias a las que es adicto. Cuando se produce, es muy habitual que se produzcan alteraciones del comportamiento y la personalidad, como la dependencia emocional, en el que, si bien no se depende de una sustancia, sí se extraña el afecto (real o aparente), el aplauso, la mirada social o lo que sea relevante para la persona.

En general, la adicción aparece cuando el individuo tapa aspectos no deseados de lo que siente, los oculta y no sabe cómo canalizarlos de maneras positivas. La abstinencia social, por ejemplo, cuando una figura pública ya no es convocada a lugares de notoriedad como en el pasado, o que, como parte de una estrategia, necesitan que tome un respiro frente a tanta exposición, genera trastornos que se manifiestan de diversas maneras, según el caso.


Puede haber irritabilidad, enojo, ira, descontrol, desórdenes alimenticios, transgresión permanente a los acuerdos que hace la misma persona, incumplimiento e indisciplina personal y profesional. También aparecen rasgos de nostalgia, tristeza, depresión y, sobre todo, el articulado de un complejo mecanismo interno, por el que responsabiliza a otros, se inventa historias a sí mismo y al entorno para convencerlos de que necesita volver, "Y volver con todo."

¿Qué busca la persona? Sentirse aparentemente mejor, tal como lo hacía cuando su objeto de adicción estaba omnipresente. Sin importar si esto tapa carencias, o no tiene que ver con su búsqueda interna de un profundo sentido personal, prefiere su adicción al proceso de abstinencia, por más dañino que sea. Al principio, la persona permite esa dinámica perversa adictiva (como la saciedad que produce por un momento un chocolate), pero, cuando ha sufrido el síndrome de abstinencia en algún grado, hace cualquier cosa para volver a consumir por el simple miedo a que este aparezca, con sus sensaciones y emociones que lo alteran y no le permiten sentirse a gusto consigo.

Ego, el insaciable

En este caso, ¿de dónde surge el síndrome de abstinencia social? Tiene un componente importante en el ego. En latín, significa 'yo'. En psicología y filosofía, ego se ha adoptado para designar la conciencia del individuo, entendida como su capacidad para percibir la realidad.

Para Freud, el ego es la instancia psíquica en la cual se reconoce el yo. Desde una visión popular, el ego designa un exceso de autoestima mal entendida, que se refleja en una sobre valoración, inmodestia, arrogancia, presunción o soberbia. De este término derivan las acepciones: egolatría -el culto o la adoración de una persona por sí misma-; egoísmo -profesar un excesivo amor por sí mismo, dejando de lado a los demás-, y egocentrismo -tendencia a exaltar su propia personalidad y virtudes-.

La importancia de la dopamina en el cerebro

Además de aspectos como el entorno y la historia de la persona, y la habilidad adaptativa de cada ser humano, la adicción social -al igual que las otras- tiene su base en la necesidad de recompensa y satisfacción interna, real o aparente. En este sentido, el neurotransmisor llamado dopamina tiene muchas funciones en el cerebro, cumple un rol fundamental en determinar aspectos del comportamiento, el conocimiento, la actividad motora, la motivación, el entusiasmo y el optimismo, y también de regular muchas funciones vitales.

Por tanto, la persona que no logra sobrellevar la abstinencia social por el motivo que fuera, altera casi completamente su modus convivendi, la forma en que convive con los demás, con sus reglas, obligaciones y acuerdos explícitos o tácitos. Así, tendrá dificultades con su profesión, su familia, amigos; alterará el sueño, el humor, la disposición a dialogar, los umbrales de tolerancia, frustración y decepción, y hasta el tiempo de atención que le dedica a cada cosa.

Su objeto de enfoque primario está puesto en salir de la abstinencia -por ejemplo, volver a tener protagonismo en los medios de comunicación; o que la gente lo detenga por la calle; o que lo aplaudan o que le expresen que lo quieren-.

Por extraño que parezca, es sumamente frecuente que aparezca en distintas edades y por motivos diversos; desde hechos increíbles cuando alguien deja de tener seguidores en las redes sociales, o cuando el sujeto abstinente entiende que le hacen bullying y se burlan de él en Internet, hasta expresar con énfasis cosas que surgen sólo en su imaginario, como: "la gente se 'muere' por verme nuevamente en la televisión". Lo cierto es que la persona sufre y puede entrar en cuadro que sea cada vez peor. Por esto, es conveniente encarar de inmediato el asunto.

Algunas ideas

1. Visibilizar el problema, no ocultarlo y hablarlo abiertamente con la persona con abstinencia social.

2. Buscar ayuda terapéutica profesional. No demorar esta decisión.

3. Crear un entorno seguro y confiable para que la persona vaya conquistando mayor poder personal, y aumentando su autoestima.

4. Reforzar su valía, talentos, dones y habilidades.

5. Trabajar gradualmente su reinserción en el mundo en el que se desempeña la persona y al que es adicto (por ejemplo, una presencia en la prensa cuidada y con cuentagotas hasta trabajar sus debilidades). Es decir, darle pequeñas dosis de aquello que lo hace sentir mejor, sin necesidad de que caiga nuevamente en su dependencia absoluta. No hacerlo de golpe, porque se producirá un efecto adverso.

6. Re-encuadrar la sensación de fracaso que lo puede embargar, y reconducirla hacia otras expresiones que puedan resultarle gratas y saludables.

7. Entender que es un proceso crucial para la persona abstinente, y que necesita de apoyo de todo el entorno.

8. No apurar su proceso personal, ya que es profundo e implica aspectos básicos de su estructura psíquica.

9. Establecer una red de apoyo y contención. Habilitar espacios de escucha empática para que se sienta a gusto y contenido.

10. Consciencia del presente. Elevar sus niveles de consciencia del "yo soy", enfocándose en el "quiero" y "elijo" en vez de que lo haga con el más directo "tengo que...", que gobernaba su vida. Meditación, yoga, mindfulness, tai-chi y coaching personalizado serán de gran ayuda.



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