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Atención al público con cantito caribeño

La creciente llegada de inmigrantes latinoamericanos que quieren ganarse la vida en Uruguay se refleja, mayormente, en diversas áreas de atención al público
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06 de enero de 2018 a las 05:00
Renier Bermúdez sentía que lo estaba logrando. No le importaba ser el rebelde de la familia por no trabajar en el bufete de abogados familiar y, en cambio, dedicarse al fútbol profesional. Si había algo que tenía claro en su vida era que no quería ser parte de un negocio que le perteneciera a otro.

Desde que era niño, ahora tiene 26 años, su familia insistía en que la situación de su país desmejoraría en algún momento. Pero él se consideraba "nacionalista", así que no fue hasta que empezó a notar que sus amigos dejaban Venezuela que comenzó a pensar en sacrificar el fútbol y viajar él también. Entonces, en 2014 vendió todo, hizo las averiguaciones necesarias y emprendió un viaje por tierra –que le llevó cinco días– para finalmente instalarse en Uruguay.

Descansó un día. Y al siguiente consiguió trabajo en un restaurante. Bermúdez es uno de los 62 mil trabajadores extranjeros que aparecen en el registro del Ministerio de Trabajo. Si bien el número no ha variado prácticamente entre 2016 y 2017, el inspector general de Trabajo y Seguridad Social, Gerardo Rey, dijo a El Observador que hay una presencia mayor de extranjeros –en su mayoría latinos– en los servicios y en el rubro gastronómico.

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Por ejemplo, la crisis económica y política venezolana ha hecho que muchos de sus habitantes elijan Uruguay como refugio. El director de la consultora de recursos humanos Advice, Federico Muttoni, dijo a El Observador que, según sus registros, Venezuela sobrepasó en 2016 a Argentina –que históricamente era el primero– como lugar de procedencia de trabajadores extranjeros. Las cifras oficiales así lo registran.

"He pasado hambre"

Bermúdez trabaja como mozo en Camelia, un lugar de comida en el que solo cinco empleados, de los 18 que trabajan en el local de Punta Carretas, son uruguayos. El resto son latinos con un fuerte predominio de venezolanos.

Antes de llegar a Uruguay, Bermúdez jugaba en Mineros de Guayana, un cuadro de fútbol de primera división de Venezuela. En los años en que la crisis aún no había golpeado tanto al país, el futbolista ganaba lo que equivaldría a $ 250 mil uruguayos al mes. Los lujos que en su momento se pudo dar en Venezuela no los tuvo al llegar a Uruguay. "Aquí aprendí que el día que no trabajas es duro. Aquí he pasado hambre", contó Bermúdez.

La mezcla de acentos también predomina en Fans, otro local de comida con sedes en Pocitos y en Cordón. Su propietaria, Fernanda Uboldi, menciona dos razones que la han llevado a que en sus locales la mitad de los empleados sean extranjeros. En primer lugar, la oferta. "Cuando hago un llamado, de 10 personas que se presentan, siete son extranjeros", contó la propietaria.

En segundo lugar, destaca el compromiso que tienen con el trabajo. "El uruguayo te manda un mensaje avisando 'hoy no voy a trabajar'; ellos no. Porque vienen a eso", señaló Uboldi, quien además destacó que suelen ser personas muy amables.
62 mil trabajadores extranjeros tiene en su registro el Ministerio de Trabajo. La cifra es un promedio anual que incluye tanto a quienes trabajan solo unos días como a quienes lo hacen por varios años.
En Hoy Te Quiero, otro lugar de comidas de Punta Carretas, de los 33 empleados que hay 20 son extranjeros. La mayoría son venezolanos; también hay cubanos, colombianos y dominicanos.

Laura Castillo es colombiana y trabaja allí. Se vino junto con su pareja, ambos cocineros con título, porque notaban que en Colombia era muy difícil acceder a un puesto laboral apenas graduados. Entre risas, cuenta que según rumores que ha escuchado, la predominancia de extranjeros en algunos locales se relaciona con que "los uruguayos son flojitos para el trabajo".

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Debbys Pages es rápido. Para moverse por La Pasiva con la bandeja en la mano, para cobrar a los clientes y para hablar. "Trato de atender, correr y sudar más que todo el mundo. Trato de resaltar para que digan 'él está aquí porque es bueno'", dice el venezolano con una gota de sudor en la frente. Pages, que hace un año vive en Uruguay, contó que eligió venirse porque conseguir la ciudadanía en Uruguay es un trámite rápido, motivo que también mencionaron el resto de los entrevistados.

Gerardo Rey explicó que a la hora de fiscalizar los locales, el Ministerio de Trabajo debe controlar que el empleado extranjero tenga un registro de seguridad social y la habilitación de Migraciones. En caso de que la persona no tenga aún la residencia, el empleador debe de todos modos inscribirlo en BPS.

Sin efecto

Lento. Así define a Uruguay Denisee González, mientras detiene su "carro" para conversar con El Observador. El año y medio que lleva en Uruguay no le ha quitado el acento venezolano ni el "mi amor", luego de cada afirmación.

González es química farmacéutica pero encuentra Uber como una vía de escape mientras espera a la reválida de su título, que está en trámite desde junio de 2017 cuando presentó la documentación. Su primer trabajo, apenas llegó a Uruguay, fue como administrativa en una empresa de recolección de residuos privada, hasta que pudo tener cierta estabilidad económica que le permitió alquilar un auto y, más tarde, comprar uno financiado. Por mes, González puede llegar a ganar alrededor de $ 50 mil como conductora de Uber.

"Uruguay es muy burocrático y muy lento. Quisiera poder dar fruto de mi formación pero estoy abierta a cualquier oportunidad", expresó la química farmacéutica.
El mismo día que Renier Bermúdez nacía en Mérida, a poco más de 500 km nacía Renzo Yajure en Caracas. No obstante, la vida quiso que se conocieran a 4.000 kilómetros de su tierra natal, en Uruguay, donde trabajan juntos como empleados de Camelia.

Al igual que la conductora de Uber, Yajure también tiene un título. Es chef y en Venezuela trabajó para la cadena hotelera Eurobuilding. A él le gustaría poder montar una cadena de restaurantes, a la que le pondría "Piernas largas". El venezolano valora muy bien la calidad de la gastronomía uruguaya y la calidez humana a la hora de atender al público. Sin embargo, cree que le falta un poco de innovación. "Hace falta ver chicas con medias de coco, chicos con camisetas con lacitos al cuellos, falta más imaginación", dice.

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"Lento". Daniela Suárez vuelve a repetirlo en el local de Fans con su sombrero de cocinera puesto. Así ve otra venezolana los procesos en Uruguay. "Todo es lento aquí, el proceso de conseguir un hospedaje, el poder ahorrar, todo lleva su tiempo", expresó.

Suárez, de 27 años, estudió derecho en su país natal y le faltaba un año para graduarse cuando decidió mudarse a Montevideo. A la demora que puede ocasionar intentar revalidar lo que había avanzado en su carrera, se le suma que estudió abogacía, lo cual equivaldría a comenzar de cero debido a las diferencias entre los sistemas legales entre un país y otro. Eso no la priva de seguir soñando con un título. Es así que en 2017 comenzó a asistir como oyente a algunas clases de licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad de la República.

A la chica, amable y de tono de voz bajo, tampoco le fue difícil conseguir trabajo. Una vez consiguió su cédula provisoria, se postuló a varios lugares y a los pocos días recibió varias ofertas, entre ellas la de Fans. Allí, también trabaja su hermana Dayana, quien estudió veterinaria y viajó a Uruguay un tiempo después.

El mozo de La Pasiva, Pages, es administrador tributario. En Venezuela hizo pasantías en el ente público encargado de cobrar los impuestos, a lo que le siguió una propuesta de puesto fijo pero con una condición: su inscripción al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) –partido oficialista fundado por Hugo Chávez y liderado por Nicolás Maduro–. Pages rechazó la oferta y se mudó a Uruguay.

Con la rapidez que lo caracteriza, apenas llegó al país, averiguó cuánto podría ganar como administrador tributario y concluyó que era mejor trabajar un tiempo como mozo para lograr cierta estabilidad. Pages gana $ 14.500 mensuales. A este número hay que sumarle las propinas, que puede llegar a $ 35 mil por mes.

Lento pero seguro

Todos los entrevistados coincidieron en estar muy a gusto con su residencia en Uruguay y ninguno de ellos tiene planes de regresar a su país natal. De hecho, todos han logrado progresar. El paso por distintos alojamientos lo refleja. La ecuación es siempre similar: intentar quedarse en la casa de algún conocido apenas llegan, sin pagar nada o con un pequeño aporte; probar suerte en una residencia o pensión que puede costar entre $ 5.000 y $ 6.000 por habitación compartida; y luego poder acceder a alquilar un apartamento entre varios, cercano a los $ 15 mil.

A Renier le gustaría que su hermana menor pudiera venir a estudiar aquí. Daniela ya consiguió que se viniera su hermana. Debbys logró que viajara su novia. Denisee se vino con sus primos. La mayoría ve en Uruguay un futuro estable y les gustaría que sus familiares pudieran también vivir aquí.

Debbys Pages se entusiasma: "Mi novia se vino hace un mes, está esperando sacar la cédula y posiblemente también trabaje en La Pasiva. Las fiestas fueron muy duras para ella, pero es cuestión de acostumbrarse, es algo natural. Así que 'vamo arriba', como dicen ustedes".

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