"Hay fila, estaba visto que iba a haber fila. ¿No te dije yo que había que venir antes? Ahora nos demoramos con el pop y cuando queramos acordar vamos a tener el peor lugar. Sí, sí, las salas son grandes pero ¿escuchás lo que te digo? ¡Vamos a estar en la punta y la pantalla la vamos a ver toda de costado! No podemos ver la película así. Esto es una vez y nada más. No vamos a volver a verla por primera vez".
Por primera vez. Ahí está el punto al que ponerle atención en ese diálogo ficcionado pero que, con algunos matices, podría haberse dado. Es la clave, el golpe final de la apuesta multimillonaria que Disney puso en funcionamiento con esta película: que ir al cine no sea "ir al cine", que la categoría de espectáculo se eleve a otro nivel.
Lo importante, al final, será el momento. Recordar cuando el título de Avengers: Infinity War apareció por primera vez en la pantalla gigante. Acordarse del día en que el acontecimiento final de la franquicia comenzó. Saber quién estuvo sentado a la derecha y qué día era, con qué fue acompañado el pop y cómo se vivió la previa. También, si el después fue con cerveza o agua y si la pizza tenía panceta o solo muzzarela. Desde la concepción de su universo cinematográfico, Marvel le vendió eso al mundo del espectáculo, un evento lo suficientemente grande como para saber que, pasara lo que pasara, había que estar ahí, sentado en el mejor lugar del cine. A la espera de ser arrasados por un tanque cinematográfico mastodóntico.
Su peso estará en las funciones de las primeras semanas, cuando el público se vuelque de forma masiva a los cines, llenando las arcas de los estudios con su fanatismo y, seguramente, convirtiendo a la película en una de las más vistas de la historia. La maquinaria está preparada y diseñada para que eso suceda.
Y esa noción de experimentar todo lo que rodea a la película también fue la que estuvo presente en la función previa a su estreno, en filas repletas de nerviosismo, remeras con ilustraciones de los cómics y fanáticos vestidos como sus personajes favoritos.
Hoy es imposible disociar a las películas de Marvel del contexto y el aparato marketinero en el que surgen y por eso las salas se transforman cuando una de ellas llega a la cartelera. Pero en Avengers: Infinity War eso será llevado al extremo. Cuando el logo de Marvel aparezca, la gente aplaudirá; cuando determinado personaje se recupere y se imponga antes los enemigos de turno, aplaudirá y gritará como si fuera una tribuna; cuando Thanos (el villano mejor desarrollado en una lista de pobres contrincantes pasados) chasquee los dedos, el público contendrá el aliento. En la sala de cine volará el pop, se escuchará cómo caen las latas diseñadas para la ocasión, resonarán las exclamaciones de asombro y la gente saldrá exhausta porque todo eso es demasiado.
Por eso, cuando la película (y todos los empresarios que hay detrás) se vaya de las salas con la bolsa llena de su dinero, las resonancias de la transformación final de Marvel en la compañía de experiencias más grandes y rentables de la industria seguirán. Y usted lo recordará. Lo hará, claro, si este tipo de películas es de su agrado y si estuvo allí también. Comiendo pop, aplaudiendo y vitoreando como uno más.
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