Tom Hanks y Meryl Streep protagonizan <i>The Post: Los oscuros secretos del Pentágono</i>

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Spielberg narra la primera victoria del periodismo sobre Nixon en The Post

La película nominada al Oscar relata un momento histórico en el que la directora del Washington Post arriesgó su liderazgo
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01 de febrero de 2018 a las 05:00
Eran las redacciones donde todos corrían, donde los celulares brillaban por su ausencia, donde el ruido de las teclas de las máquinas de escribir era ensordecedor y donde la imprenta sacudía todos los escritorios cuando se ponía en marcha. Eran las redacciones llenas de humo, de ruido, de ideas y de periodismo en tiempos de secretos; de Guerra Fría y enemistades polarizadas.

Así era la redacción de The Washington Post, un diario que a pesar de estar a cuadras de la Casa Blanca, no lograba trascender de manera nacional. Y así era la redacción de Ben Bradlee, nombre que se convertiría en símbolo de la prensa libre gracias a una pequeña historia de robos que terminó en la dimisión del presidente Richard Nixon.

Watergate no solo cambió a Bradlee, al medio que dirigió periodísticamente desde 1968 hasta 1991 y al propio periodismo, también cambió la historia. Pero mucho antes de que desde la redacción les encargaran a Bob Woodward y a Carl Bernstein la historia definitiva, el diario no lograba levantar cabeza.

Mientras Bradlee rumiaba con rabia las noticias que The New York Times publicaba antes, Katharine Graham luchaba por la economía de un medio que debía cotizar en bolsa para salvarse de la hecatombe. Las ventas no eran las mejores y no lograban consolidad el alcance nacional. Las acciones y la apertura pública de la empresa familiar parecían la respuesta.

Para Graham el desafío era doble. Era una mujer al frente de una compañía de medios que tenía que soportar miradas reprobatorias por haber heredado la dirección tras el suicidio de su esposo. Si bien su familia había estado al frente desde que su padre, Eugene Meyer, había comprado el diario en plena bancarrota, éste decidió legarlo a su yerno Phillip L. Graham antes de su muerte, en una clara muestra de los tiempos que corrían. Pero Katharine –Kay para los amigos– quedó atrapada en el puesto y pronto debió lidiar con mucho más que meros problemas económicos.



El Pentágono más oscuro

Era el año 1971 y la guerra de Vietnam estaba en su apogeo. De Estados Unidos salían cientos de jóvenes que se iban a morir a una selva desconocida por un conflicto bélico sin sentido. Y encima el país estaba perdiendo. Sin embargo, eso lo sabían solo unas poca personas en el Pentágono.

Un día, un funcionario se cansó de las mentiras y los secretos y decidió filtrar 7 mil páginas de documentos clasificados a The New York Times. Los papeles eran contundentes: Estados Unidos había ocultado la futilidad de la guerra a sus ciudadanos durante cuatro presidencias, incluidos los supuestamente liberales John F. Kennedy y su sucesor, Lyndon B. Johnson.

El gobierno de Nixon, consciente del peligro de que la información continuara filtrándose, prohibió al diario continuar con las publicaciones amparándose en que esas notas periodísticas iban contra la seguridad nacional. Eso significaba que, de continuar con los llamados "papeles del Pentágono", sus directores podían ir presos.

Como siempre, el Post estaba corriendo atrás del Times. El periódico de Nueva York los estaba matando, pero con la prohibición del tribunal, Bradlee vio el momento para meterse en la conversación. El convencimiento fue aún más fuerte cuando Ben Bagdikian, jefe de redacción del Post, consiguió los deseados archivos a través de un contacto en la empresa que los custodiaba.

A partir de allí la presión pasó a Graham, que tuvo que enfrentarse a dos problemas. El primero, su relación con varios miembros del gobierno de Nixon, principalmente con Robert McNamara, secretario de Defensa de los gobiernos que ocultaron el fracaso de Vietnam. En segundo lugar, la posibilidad de que tanto ella como Bradlee terminaran presos por la publicación. En ambos casos, primó el periodismo, y tras algunas batallas legales que el Post y el Times pelearon en conjunto, ninguno fue procesado.

Fue el primer gran golpe del periodismo a Nixon, la confirmación de la entereza de Graham y una advertencia: mentir a la ciudadanía ya no sería algo que se dejaría pasar.

El periodismo de Spielberg

La historia de los papeles del Pentágono y su publicación llega a los cines uruguayos este jueves en The Post: Los oscuros secretos del Pentágono, de la mano de tres instituciones del cine que, sin embargo, jamás habían trabajado en conjunto: Meryl Streep, Tom Hanks y Steven Spielberg.

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Como una suerte de trinidad sagrada de Hollywood, los tres llevan adelante una historia periodística apasionante que si bien se enfoca en la investigación de los documentos, tiene su fuerte en Graham y Bradlee, dos titanes de los medios que vuelven a la vida gracias a interpretaciones para destacar de Streep y Hanks, respectivamente.

Spielberg regresa a su perfil más clásico con una historia narrada de manera sobria y que transmite con éxito las experiencias relativas al periodismo de trinchera: la urgencia del día a día, el trabajo colaborativo, las reuniones y los secretos, la competencia y la desazón cuando otro medio publica la historia de manera anticipada.

En ese sentido, al igual que sucedía con Todos los hombres del presidente –a la que se la podría catalogar como secuela de esta película– o la reciente En primera plana, es el trabajo periodístico y sus debates éticos lo que sale más fortalecido y lo que mejor está planteado. Esto sucede por la probada habilidad para ensamblar espectáculos que posee Spielberg y la ductilidad de los dos popes de la actuación que tiene bajo su jurisdicción en la película.

Sin embargo, el cineasta tiene una debilidad por el patriotismo que en Estados Unidos puede funcionar, pero que por estos lares resulta un poco incómoda. La música tenebrosa para acompañar la aparición de Nixon en pantalla, por ejemplo, tal vez sea demasiado.

Pasando raya, The Post aparece como una película relevante a su tiempo (las referencias a los enfrentamientos de Trump y la prensa no faltan) pero que sin embargo fue bastante ignorada por los premios de la Academia, a pesar de optar por dos de los galardones más grandes –Mejor película y Mejor actriz para Streep–.

Al final The Post no será tan importante para la carrera de Spielberg como fueron los papeles del Pentágono para The Washington Post, pero sí marca un hito bien realizado dentro del extenso y explorado cine periodístico.

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