Estilo de vida > Entrevista con el escritor argentino

Pedro Mairal: "A veces escribo algo como pidiendo perdón y explota"

Expone su vida y su escritura en Maniobras de evasión, su nuevo libro tras La uruguaya
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19 de febrero de 2018 a las 05:00
Pedro Mairal mira la playa mansa de Punta del Este y piensa que tan mal no le fue. Sí, su economía todavía no es la más estable, pero una uruguaya le permitió sanear varios problemas y recuperar la paz en una intoxicada vida personal. Sin embargo, ese libro –La uruguaya, editado en 2016– no es lo que lo sentó en el parador del balneario para hablar de lo que pasa atrás de su escritura. Esto lo hizo un libro previo que, justamente, habilitó la llegada de ese personaje oriental que lo salvó: Maniobras de evasión.

El libro, que desde hace algunas semanas se encuentra en las librerías locales, es un repaso por textos sueltos que van desde ensayos y artículos publicados en diferentes revistas, hasta episodios personales inéditos. En medio del éxito que le dio el año pasado La uruguaya, Mairal se toma un tiempo y reflexiona sobre la trastienda de lo que, para él, significa ser escritor.

¿Por qué fue importante sentarse a revisar su proceso de escritura para Maniobras de evasión?

Porque tardé un tiempo en darme cuenta qué rol cumplía escribiendo. Yo hasta hace poco pensaba que tenía que escribir novelas. "La" novela. Las editoriales te lo piden. Yo no lo estaba haciendo y me sentía en falta. Por eso hay un texto ahí que se llama La novela que no estoy escribiendo. Al final, me sirvió para darme cuenta de que lo que tenía que escribir estaba adelante de mis ojos. Ahí está la maniobra de evasión: escaparme de "la" novela que tenía que escribir.

La novela al final la encontró y fue La uruguaya. Estos textos, sin embargos, son previos.

Esto es un campo de experimentación para el tono que usé en La uruguaya. Me di cuenta de que en este libro pruebo estilos, tonos. Acá esta la escritura en blogs, la escritura de las columnas y los artículos que he escrito por ahí, pero también historias inéditas. Con todo eso, empecé a cambiar la forma de escritura, bajé el tono literario, lo volví más coloquial sin bajar el tono verbal. Maniobras de evasión es, claramente, la antesala para La uruguaya.

En el libro menciona varias veces a la periodista Leila Guerriero ¿Cómo es su relación con ella?

Yo la empecé a leer antes de conocerla. Leí Una historia sencilla, que es una crónica espectacular de un festival de malambo. También había leído Los suicidas del fin del mundo y varias columnas y crónicas y me parecía genial. Me impresionaba mucho el tono que lograba y sin dudas que yo, al escribir mis crónicas de viajes, lo tenía en cuenta. Ella por momentos se ausenta y es todo ojos, y por momentos aparece con opiniones. Tiene la capacidad de aparecer y desaparecer. Ella me escribió un día porque leyó unas columnas mías que salieron en Chile, le gustaron y me pidió algún libro para la Universidad Diego Portales, una editorial que hace libros muy trabajados. Yo le dije que tenía esta serie de textos que no sabía qué eran y se los alcancé. Le dije "mirá, no sé bien qué tengo ni qué hacer con esto". Ella lo armó, lo catalogó como no ficción y sacó varios que no se entendían. Ella vio el libro que yo no veía.

En los agradecimientos asegura que ella lo hizo volver a escribir ¿Qué pasó que se había alejado?

Sentía que no estaba pudiendo escribir ficción, pero estaba escribiendo todas estas otras cosas. Yo tenía este libro medio armado y Leila lo terminó de aprontar. Le sacó cosas y me dijo "acá falta que cuentes sobre el Premio Clarín (que ganó en 1998 con Una noche con Sabrina Love), qué pasó con la película (de Sabrina Love, que fue llevada al cine), falta la enfermedad de tu mamá, el accidente en ómnibus". Quería todo eso para completar esta constelación. Había que unir puntos. Eso me obligó a escribir de nuevo, sentarme a ver la escritura de manera consciente y gratuita, en el sentido de que no era un texto para que me pagaran. Había quedado atrapado en esa dinámica del encargo. Me pedían un texto, me pagaban, lo escribía. En un momento dejé que esa adrenalina me controlara. No escribía nada que no fuera un pedido, y esto era un pedido de Leila pero no un trabajo. Entonces volví a escribir por mi cuenta y eso desató una escritura que me cuesta definir. Podría decir que destrabó la ficción y me permitió llegar a La uruguaya.

En La uruguaya escribe que su personaje –un escritor- se dio el lujo de ser un descarriado al elegir la escritura. ¿También se siente un descarriado por ser escritor?

Sí, y sigo pagando las consecuencias. Sobre todo en el sentido económico (risas). Más allá de eso, la paso muy bien en mi oficio, me gusta mucho. Mirá donde estoy ahora, en Punta del Este, tomando cerveza y hablando de mis libros. Al final tan mal no me fue. Tengo responsabilidades, pero me di el lujo de ser el primer artista de mi familia, en una familia donde la figura del artista no tenía lugar.

¿Era complicado decir "me quiero poner a escribir"?

Sí. En mi familia las artes se relegaban al domingo. Te gusta pintar, domingo; te gusta escribir, domingo. Eran hobbies. Yo me animé a hacer una profesión de eso y tuve que inventarme. Y también demostrarles que podía vivir de eso. Igual un poco siguen dudando. Cuando le digo a mi viejo que voy a ser presentador o algo así me preguntan si me van a pagar. Para mi padre el mundo de la cultura es medio simbólico y la plata está solo en el ambiente empresarial.

¿Cree, como muchos, que el oficio del escritor es esencialmente solitario?

A mí me gusta mucho lo que dice Fabián Casas de que la literatura es una creación colectiva. Me parece que tiene mucha razón. Es cierto, tenés que estar solo tecleando y hay soledad en la escritura y en la lectura. Se podría decir que hay un encuentro de soledades. Pero me parece importante la vinculación con otros escritores, y eso lo traigo del ambiente de la poesía. Allí te leen porque leés a otros. Es como un circuito artesanal. Creo mucho en la creación entre varios. La pasé muy bien trabajando en la televisión en equipo (en 2011 hizo el programa Impreso en Argentina), en la revista Orsai, y ahora en la música, donde se ve muy bien el carácter colectivo de las creaciones culturales. Creo que en la literatura hay que tender a eso, porque si no se queda en un tupper, todo medio cerrado.

No escribía nada que no fuera un pedido, y esto era un pedido de Leila pero no un trabajo. Entonces volví a escribir por mi cuenta y eso desató una escritura que me cuesta definir. Podría decir que destrabó la ficción y me permitió llegar a La uruguaya.

Hablando de cine, estuvo relacionado con su escritura desde la época de Sabrina Love. Ahora está adaptando La uruguaya. De alguna manera siempre coqueteó con él.

Coqueteando es la palabra. El cine me interesa mucho, pero a la vez tiene algo muy vende humo. Te dicen que te consiguen a De Niro, que Monica Bellucci está apalabrada y después se va devaluando todo y terminan actuando tus amigos. Yo soy un poco control freak, entonces el cine me cuesta mucho porque inciden tantos factores y tantas cosas pueden salir mal que no entiendo cómo salen bien las películas que lo hacen. Con Sabrina Love no participé en nada, me agarraron la novela y la hicieron. Y yo me quedé con la sangre en el ojo y por eso ahora con La uruguaya quiero que las cosas que salgan mal sean culpa mía.

¿Cómo vive el autor la resignificación de su obra en el cine?

El primer impacto es como si le hicieran una cirugía estética a tu hijo. Es un golpe enorme, sentís que es una usurpación, que te cambiaron todo el libro, que no respetaron nada. Después con el tiempo te das cuenta de que tiene que ser así, ellos no tienen que hacer la versión ilustrada de tu libro, es otro lenguaje, el director se tiene que apropiar de la historia y traicionarla para hacer su película. Eso me costó pero ahora lo entiendo. Al principio me enojaba, pero después entendí que es un privilegio ser uno de esos autores enojaditos a los le hicieron una película con su libro. El cine funciona como un embajador de tu obra. Por ejemplo Sabrina Love se tradujo mucho gracias a la película. De todas formas, siempre es duro aceptar que se congele la lectura del director y que la actriz que elijan sea ahora la que se imaginan tus lectores cuando leen el libro. Arruina un poco la película que cada uno se hace.

En Maniobras... dice que escribir es una aventura que lo lleva a tientas por la oscuridad, sin saber a dónde lo van a llevar las palabras ¿Siempre le pasa eso?

Tengo una idea de a dónde quiero ir, pero lo que va a pasar en el camino no lo sé, por suerte. Esas cosas se van armando a medida que escribo. Te doy un ejemplo: en Sabrina Love, el chico que se gana la noche con la actriz porno termina en un hotel en Buenos Aires. En el medio va a una fiesta, donde se encuentra con una chica muy diferente y más real. Me gustó mucho ese personaje y lo dejé entrar, pero no lo tenía planeado y me complicó la trama. No sabía cómo hacer. Pero lo dejé. Me parece que hay una parte de la escritura que uno no controla y que a veces provoca lo mejor.

¿Fue más satisfactorio escribir Maniobras... que ficción? ¿O fue sanador, como en el caso del texto que escribe sobre su madre?

Sí, ese texto sobre mamá fue una manera de saltar por encima su enfermedad y vincularme con el recuerdo de ella sana. La literatura puede hacer eso, es como un acto de magia. Es un ejercicio de imaginación muy fuerte que además queda plasmado en palabras y te permite viajar a otro tiempo y a otro espacio.

Como pasa con el episodio del choque del ómnibus (en su infancia, Mairal estuvo en un accidente donde murieron varios niños).

Sí, también. Escribir siempre hace bien, incluso cuando escribís de las cosas más oscuras. Lo veo en la gente que viene a mis talleres literarios. Nunca va a hacer mal escribir. Hablar de las cosas hace bien. Que las palabras salgan de los cerebros de las personas siempre es bueno, y más si esas palabras son sobre tu infancia o tu vida.

¿Cuándo supo que había encontrado su estilo? ¿O todavía lo busca?

Yo creo que es una cosa que siempre estoy tratando de encontrar. Creo que en La uruguaya encontré algo. Es un tono coloquial, pero a la vez lírico y directo.

Y también discursivo.

Sí, y eso es lo más difícil a lo que nos estamos enfrentando ahora al pasarlo a guion. Es muy engañosa La uruguaya. Parece muy cinematográfica y no lo es. El cuentito del tipo que cruza a Uruguay a encontrarse con una chica y a buscar dólares no es la historia. Esa no es la novela. La novela es el mar de fondo del tipo confesándose a la mujer la estupidez que hizo, toda la frustración que gravita por abajo. Si mostrás solo la acción en un cine no es nada, solo es un idiota al que le roban 15 mil dólares. No es muy trágico tampoco. Se fue a la playita a fumar un porro y lo robaron, pero si no sabes lo que perdió y lo que le pasa en su interior, no es tan grave. Y por eso tenemos problemas para ver cómo lo trasladamos a la pantalla.

¿Cómo recibió el éxito de La uruguaya?

Nunca sé qué va a pasar con mis libros. De hecho le pifio mucho. Me doy cuenta de que a veces pienso que uno va a ser un golazo y no pasa nada. Y a veces escribo algo como pidiendo perdón y explota. No soy el mejor juez de mi propia obra. Y tampoco tengo una fórmula. Sabrina Love y La uruguaya tienen cosas en común: en ambos casos un hombre va tras una mujer, son breves y hay un predominio de la acción. Estoy seguro de que si quiero escribir una tercera no me sale. Porque tiene que salir de otro lado, de una necesidad tuya de contar. Y yo con La uruguaya necesitaba contar eso, desintoxicarme de toda una cosa hacia la que podía ir si no tenía cuidado. Si yo no escribía La uruguaya me separaba, por ejemplo.

Es como que los últimos dos libros limpiaron mucho su vida. Maniobras de evasión cerró viejas heridas y La uruguaya lo desintoxicó.

La literatura me desintoxica y cuando no escribo me pongo muy mal, insoportable, no me aguanta nadie, todo está mal y empiezo a tirar una mala onda general para todos lados. Me pongo a escribir y sale el sol. Evidentemente, escribir es lo que tengo que hacer.

Yo con La uruguaya necesitaba contar eso, desintoxicarme de toda una cosa hacia la que podía ir si no tenía cuidado. Si yo no escribía La uruguaya me separaba, por ejemplo.

El combo que desintoxicó a Mairal

De alguna manera, tanto La uruguaya como Maniobras de evasión se adentran en las profundidades del escritor. El primero desde la ficción, con la historia de un escritor argentino que llega a Uruguay buscando cambiar dólares baratos y un sueño romántico que dejó atrás en Valizas. El segundo desde el punto de vista más personal, con experiencias que el propio Mairal cuenta por primera vez y con algunos capítulos dedicados especialmente al oficio de la escritura.

Ambos libros se pueden conseguir en librerías uruguayas editados por el sello Emecé, de la editorial Planeta.

La uruguaya

Editorial: Emecé:
Páginas: 168
Precio: $550

Maniobras de evasión

Editorial: Emecé:
Páginas: 272
Precio: $520

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