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Chakras, arcángeles y agua mágica: Montevideo Místico tomó un hotel y lo llenó de prácticas alternativas

Es la séptima vez que se hace Montevideo Místico en Uruguay
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25 de abril de 2018 a las 05:00

El mismo tránsito, las mismas puertas abiertas, el mismo ruido. Es viernes, son las cinco de la tarde y por 21 de Setiembre ya se empiezan a amontonar los autos y los bocinazos de siempre. También algún insulto perdido. Y un fuerte olor a podrido que sale de un contendor lleno de moscas. La chapa verde hierve por el enero que la ciudad está padeciendo en abril y el aroma a basura líquida por la podredumbre no deja estómago sin revolver. El día, también, recalienta los pies y las cabezas. Encima, la humedad. En resumen: es uno de los peores días para estar en la calle. No hay que salir, nadie que no esté obligado a hacerlo lo hace, y por eso se percibe algo del mal humor de la gente en el aire.

En el Dazzler, en esa misma calle y bajo el mismo calor, todo eso no se siente. Allí dentro del hotel, debajo del aire acondicionado de la recepción, hay dos señoras mayores y un barbudo de unos 40 años que aprovechan el fresco. Las recepcionistas, mientras, atienden a unos pocos huéspedes que piden habitaciones acodados en la madera bien lustrada del mostrador.

De repente, un golpe de calor. Entran dos personas más. Un hombre –anciano– y una mujer –más anciana todavía– se acercan a las recepcionistas con timidez. La pareja se apoya en el mostrador y el hombre, con voz bajita, pregunta como es el tema de Montevideo mágico. "¿Místico?", pregunta la recepcionista. "Sí, sí, místico, místico", contesta apurado. "Arriba, señor". "Ah... ¿y nos cobran?". "Sí, señor". "Ah... Y está todo el fin de semana, ¿verdad?". "Sí, señor". "Ah...". El hombre mira a la señora, se arrima a la escalera del primer piso y olfatea el aire. Se rasca la nariz y chasquea la lengua. "Bueno, nos vamos", dice. Los veteranos dan media vuelta y se pierden en el calor.

Nadie sabe si van a volver. Ni siquiera ellos. Tal vez, lo poco que vieron les alcanzó. Lo poco que olieron. El incienso. Porque es imposible no olerlo cuando se llega al primer escalón blanco que da al entrepiso del hotel. No queda claro si es lavanda, sándalo, eucalipto o qué, porque en el instante en el que las primeras partículas se empiezan a meter en los orificios nasales, uno queda anestesiado, saturado por esa artificialidad que quema la nariz y que no deja identificar ningún otro olor. Es imposible no sentir el golpe.

Pero cuando se pasa la barrera aromática –al menos, cuando uno comienza a acostumbrase a que le pique la nariz– aparecen los carteles. El primero anuncia el acontecimiento: Montevideo Místico. Místico, no mágico, señor. Está situado cerca de un puesto de control, donde verifican que todos los que ingresan tengan un sello. ¿Ah, no lo tiene? Bueno, pase por allá, le van a cobrar y lo van a sellar. Son $70, que te permiten recorrer los stands de la feria. No, lo que hay adentro no está incluido.

Montevideo Místico
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El séptimo

Es la séptima vez que se hace Montevideo Místico en Uruguay, y desde hace algunos años, ese mismo entrepiso del Dazzler es su hogar permanente. Cuando se publicó el comunicado, que decía que iba a desarrollarse por un fin de semana completo, sorprendió, pero no por la propuesta de "técnicas alternativas". El volante que circuló por redes sociales anunciaba un evento declarado de interés por el Ministerio de Educación y Cultura y el Ministerio de Turismo. Al final, no había sido así. Las autoridades lo desmintieron, un nuevo comunicado salió, y todo siguió su curso.

Y por eso allí está la gente. Las 3.424 que fueron en esta edición. Recorriendo, mirando, tocando y preguntando. "¿Esto para qué sirve? ¿Si me lo paso por la espalda me curo? ¿Qué pasa con mi marido, anda con alguien más? Yo creo que sí". Da la impresión de que, en general, quienes llegan saben bien qué van a encontrar allí, qué prácticas los van a recibir. El perfil del visitante se repite: mujeres de edad avanzada, algunas van acompañadas por un hombre de la misma edad –su marido, supongamos– que camina a regañadientes. También hay hombres solos, que miran sin preguntar. Y por allí anda también el barbudo, el de la recepción.

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En la feria se puede encontrar de todo. Si tiene que ver con "las otras prácticas", está. Y sino, capaz que también. Lectura del Tarot, de la borra del café, de los ángeles y los arcángeles, piedras con propiedades curativas, numerología, palo santo a $100, estampitas variadas a $50, inciensos sin abrir y otros echando humo, alquimia, latones de plástico con agua mágica, personas tirando agua mágica en cabezas dolientes, empanadas, helados de chocolate, libros de astrología, libros de medicina alternativa, libros de Osho (sí, el de la serie de Netflix, la que está de moda, Wild Wild Country), alguien que reparte volantes, que explica cosas, que mira aburrida, que toma mate, que cumple horario.

En la feria se puede encontrar de todo. Si tiene que ver con "las otras prácticas", está. Y si no, capaz que también

"¿Esta es tu primera vez acá?". "No, no, no. Venimos desde el primer año. Nosotros lo que hacemos son consultas personalizadas de Tarot, Oráculo angélico, sanación a través de la alineación de los chakras con arcángeles. La gente pregunta mucho, no conoce tanto lo que hacemos, el tarot es más popular. Pero preguntan, sí", explica en una esquina de la sala una mujer vestida toda de blanco. "¿Cómo se llevan ustedes por acá? ¿Trabajan en conjunto?". "Y... mirá este rubro es complicado, yo prefiero estar por mi cuenta. Acá hay de todo, como verás", dice, por su parte, otra mujer que se dedica a leer la borra del café.

Cerca de ella, un hombre explica lo bueno que es dormir adentro de una estructura piramidal hecha de lata, parece. O de madera. "Yo no lo puedo hacer, porque en mi casa no entra. Pero ¿sabés lo que hago y qué sirve un montón? Pongo un vaso de agua acá adentro y después de un rato me lo tomo. El agua piramidal contribuye a tener mayor energía vital. Es ideal", explica. Tres señoras lo escuchan. Tocan la pirámide. Piensan que tal vez, es una solución. "Yo bruxo mucho, puede ser que me sirva". "¡Ah! ¡Sí! Yo tuve eso también", le dice el hombre.

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Un poco más lejos una mujer come un helado palito. A unos pasos hay alguien que está un poco afectada por lo que pasa allí. Más precisamente, por lo que le dijeron en una tirada de Tarot. "Pobrecita, dale un calmante para dormir después de todo lo que escuchó", le dice la mujer que la atendió. Su acompañante asiente y se va del brazo de la atolondrada doña. Que mira para abajo y solo para abajo.

Son casi las seis de la tarde del primer día del séptimo Montevideo Místico. Afuera el calor sigue pegando fuerte. Fuerte. El aire acondicionado de la recepción vuelve a ser un descanso. Ahí no hay olor a incienso, la nariz deja de picar. Sentado en el mismo sillón que antes está el barbudo, de nuevo. Ahora tiene varios folletos que lee con atención. Después de un rato se va. Tal vez vuelva, quedan todavía dos días de feria. La pareja de veteranos del principio también puede ser que vuelva. Quién sabe. Su interés parecía genuino. No burlón, como el de algunos que llegan y preguntan. Era una atracción inexplicable, la misma que tiene aquellos que llenan los pasillos del evento. La de los que están convencidos de que existen otras posibilidades. La certeza de los que, cada año, vuelven a descubrir ese otro Montevideo.

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