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China debería empezar a preocuparse por Trump

Europa gana un respiro en la guerra comercial, mientras las perspectivas para Pekín se oscurecen.
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09 de agosto de 2018 a las 05:00
Por Edward Luce, Financial Times.

El miércoles, Europa pasó de ser un “enemigo” de EEUU a ser un “gran amigo”. El próximo lunes las cosas podrían ser distintas. O quizás Europa seguirá gozando del favor de Donald Trump. El único que puede decirlo con certeza es Trump. Quizás ni siquiera él tiene idea. Pero mi corazonada es que el cese del fuego que negoció con Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, se mantendrá. A Trump le encantan los aplausos y el acuerdo comercial de última hora con Bruselas le valió una ovación transatlántica. Europa se ha ganado un respiro.

Sin embargo, las perspectivas comerciales para China — que ya eran decrecientes — ahora se han oscurecido. La presión de Trump sobre China ahora probablemente tiene el respaldo de los europeos y la comunidad empresarial estadounidense. Ambos han abogado durante mucho tiempo en favor de una presión occidental combinada sobre China para poner a los inversionistas extranjeros en igualdad de condiciones.

Ambos comparten una profunda preocupación por la transferencia de tecnología sistémica de China. A ninguno de los dos le gusta el plan “Hecho en China 2025” de Xi Jinping, pues pretende tomar la delantera en el sector de la inteligencia artificial. Lo más probable es que Trump haga uso de su nuevo apalancamiento.

Existen tres fuerzas que conspiran para empeorar las relaciones entre EEUU y China. La primera es la política. Conforme se acercan las elecciones legislativas estadounidenses, aumentará la tentación de provocar alarmismo con el tema de China. Le funcionó a Trump en 2016. En ese momento acusó a China de violar la economía estadounidense. Nunca dijo nada similar sobre Europa. Pekín se muestra como un objetivo probado y comprobado para ataques políticos.

La segunda es la geopolítica. Trump necesitaba la ayuda de China durante sus primeros 18 meses para presionar a Corea del Norte. Sin las sanciones chinas, es difícil imaginar que Kim Jong hubiese aceptado la total desnuclearización de Corea del Norte. La ‘zanahoria’ era el levantamiento de esas sanciones.
Cualquiera podría haberle dicho a Trump que Kim lo estaba engañando. De cualquier manera, China estará mucho menos dispuesta a presionar a Corea del Norte por segunda vez; ya está relajando las restricciones fronterizas. Las tensiones entre EEUU y China probablemente se intensificarán.

Asimismo, China está en el lado equivocado de la política de Trump hacia Irán. Conforme intensifica su retórica contra Irán, Europa obedecerá a regañadientes. Para la mayoría de las compañías europeas, el dolor de la pérdida de negocios con EEUU supera con creces cualquier perspectiva de ganancias con Irán.

En el caso de China, los cálculos son diferentes. Durante el último período de aislamiento de Irán, Pekín fue su sostén. China dará un paso al frente nuevamente. Sin embargo, esta vez será en desafío de Trump. La tercera es la falta de flexibilidad de China. Las quejas de Trump sobre Europa son exageradas e hipócritas. Pero contra China tiene argumentos mucho más sólidos.

Si realmente desea un acuerdo con Europa sobre productos industriales —de lo cual nadie está seguro— debería ser posible. El superávit de Europa con EEUU es apenas la mitad del de China. Ambos lados del Atlántico ya están relativamente abiertos. Hay posibilidades para la negociación creativa si existe la voluntad.

Por el contrario, la postura de Pekín es teológica. El objetivo de “Hecho en China” de Xi no es negociable. A los ojos de China es totalmente razonable.

China perdió credibilidad durante el llamado “siglo de humillación” a manos de los poderes coloniales. Ahora ya está en una etapa muy avanzada de su siglo de restauración. Se requerirá algo más que simple bravuconería para convencer a Xi de cambiar de rumbo.

¿Están EEUU y China destinados a chocar? No. Pero cada vez es más fácil imaginarlo. Xi intentará seguir el juego de espera. Encontrará oportunidades para dejar que Trump declare triunfos cosméticos. Pero su margen de error se está reduciendo. Trump no es el tipo de presidente que espera el momento oportuno.

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