Choferes dicen que la inseguridad en Cutcsa aún anda sobre ruedas

Era casi la media noche del domingo 10 de diciembre y el ómnibus de Cutcsa estaba atiborrado, con la mayoría de las personas de pie. "¡Dame la plata, dame la plata!", le gritó un hombre al conductor. Esteban Zanconato acababa de abrir la puerta para que subiera más gente en una parada por la Curva de Maroñas. El delincuente ya había subido los tres escalones y lo estaba apuntando con un revólver. Cuando soltó las manos del volante para buscar el dinero, un estruendo le dejó sordo su oído derecho y la máquina expendedora de boletos estalló en esquirlas. "Creí que me moría y que no podía contar esta historia", narró a El Observador. Fue una bala que pasó a menos de 20 centímetros de su cabeza.

El disparo, de muy mala puntería, lo hizo un Policía que estaba sentado a pocos metros del asiento de Zanconato. Se había anticipado un segundo a uno de los dos asaltantes que, desde los escalones del bus, había sacado su revólver cuando divisó el uniforme azul entre los pasajeros. Los delicuentes se dieron a la fuga y el policía no pudo alcanzarlos.

A fines de setiembre, Leonardo Carranza vivió una historia similar, aunque la muerte no le zumbó en la oreja sino que la vio de frente. Eran las 20 horas y recién había partido de la terminal de Delta del Tigre, Canelones, cuando se subió un hombre pidiendo a los gritos que cerrara la puerta. Carranza no entendía qué estaba sucediendo y, cuando miró por la ventana, otro hombre levantó su revólver, le apuntó a la cabeza y disparó. La bala atravesó el vidrio y salió por la puerta que aún no había cerrado. No fue un asalto, sino una persecución entre narcotraficantes, explicó luego la policía. Por qué le disparó a Carranza es algo que aún no tiene explicación.

"La magnitud de estos eventos a veces tira abajo el trabajo que hacemos todos los días, en distintos ámbitos, con el gobierno", se lamentó Mario de Sáa, integrante de la comisión de seguridad de la Unión Nacional de Obreros y Trabajadores del Transporte (Unott) y dirigente del sindicato de Cutcsa.

Esa labor, que parece irse por la borda cuando hay trabajadores que sienten que nacen por segunda vez, se mide en números. Según el Ministerio del Interior, mientras en 2010 se registraron 815 rapiñas en los buses, en 2016 hubo 151, y en el primer semestre de este año hubo 126 denuncias de este delito.

El descenso de la violencia, sostienen los sindicalistas, se debe al "éxito" del programa Bus Seguro creado en acuerdo con los sindicatos y las cooperativas de transporte. De ese modo, el Ministerio del Interior ofrece diversos servicios de seguridad encubierta, como agentes que se suben en determinadas líneas y viajan de civil, o coches con policías que acompañan algunos tramos de los recorridos de las unidades.

Sin embargo, los trabajadores creen que estarían más seguros si pudieran contar con otros mecanismos de seguridad, como vidrios blindados o policías a bordo en forma permanente, que ofrezcan más garantías que las cámaras de seguridad con que ya cuentan y los botones de emergencia que desde hace un tiempo Cuctsa instaló en sus unidades.

"Ya nos dijeron que no pueden hacer nada porque no hay recursos suficientes", lamentó Zanconato. Consultado por la solución que ofrece el botón de emergencia para casos como el que vivió, aseguró que el pánico le impidió que siquiera lo tuviera presente.

Carranza admitió que el blindaje en las ventanas no es viable para Cutcsa. "Los coches son muchos y con la reestructura por la que está atravesando, no se van a asumir más costos", dijo.

De Sáa afirmó que el sindicato ya solicitó a las empresas "que inviertan en ese sentido".