<b>Las quejas continuas y sin justificación intoxican cualquier ambiente laboral</b>

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Cómo afrontar los malos momentos en el trabajo

Acotar las situaciones que te provocan malestar en el puesto de trabajo y analizarlas de una manera objetiva y fuera de contexto es la manera más inteligente de acabar con un ambiente laboral tóxico
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10 de marzo de 2017 a las 08:53

Si en el primer café de la mañana, mientras se revisa el correo electrónico, corre la noticia de que le han subido el sueldo a un compañero y que ya no habrá más aumentos en lo que queda del año, se puede pasar de la sorpresa a la indignación en menos de lo que dura un sorbo. Un mal momento puede arruinar la jornada laboral si no se toma distancia del asunto.

Malgastar el tiempo en ese y otros malos episodios que pueblan el trabajo diario tendrán algunas consecuencias inevitables: salir más tarde o dejar asuntos pendientes por estar pendiente de cuestiones que, aunque sean profesionales, no aportan nada a tu productividad.

Gestionar estas situaciones día a día es la única manera de superar esa indignación y evitar caer en la resignación, algo muy nocivo para el desarrollo de la carrera profesional.

El socio y director general de Habittud, Juan Antonio Fernández, ofrece una recomendación que sirve como punto de partida: "Olvidarse de centrar o invertir el tiempo en aquellas cosas que llevan a la preocupación, sobre todo cuando no se pude hacer nada o poca cosa para resolverlas. No ser víctima de los problemas, sino protagonista de las soluciones".

A continuación, siete casos habituales que pueden ocurrir.

Le han subido el sueldo al más vago
Si la empresa donde trabajas premia a quien no se lo merece, "quizás es el momento de plantearse un cambio o de mirar hacia uno mismo en lugar de comprarse con el resto", dijo el socio de Ban consultores en España, Ignacio Belinchón. Aunque quizás, ese aumento salarial obedece a un cumplimiento de un objetivo que se desconoce, por lo que lo primero sería intentar analizar qué parte de ese compañero no estamos viendo y qué podamos empezar a valorar. En caso de que esto no ocurra y el incremento del sueldo no está alineado a los resultados, entonces probablemente sí esa empresa no sea la más adecuada para una carrera profesional sana: la meritocracia y el reconocimiento van de la mano en las organizaciones que, de verdad, apuestan por las personas y su talento.

El preferido siempre tiene razón
Muchas veces ser amigo o el favorito del jefe puede otorgar a algunos una carga de razón inusitada. No intentar arrebatarla es una buena estrategia. Evitar la confrontación. Utilizar expresiones del tipo 'en relación con lo que él o ella dice yo añadiría' suelen dar buen resultado para discrepar de manera elegante. "Por mucho empeño que se ponga, no se puede crear un vínculo emocional similar al que el preferido tiene con el jefe. Saber seguir el partido de cualquier organización y conocer a los jugadores de la misma es crucial para la supervivencia", agregó Belinchón.

No aguantar al nuevo jefe
Lo aconsejable para estas situaciones es dar tiempo para que se adapte. Ocurre que a veces detrás de un comportamiento autoritario o arrogante hay un sentimiento de inferioridad y vulnerabilidad al que se reacciona comportándose de manera agresiva. Belinchón recomienda ser paciente en estos casos. "Demostrar que se es adaptable a los cambios, y luego ver si vale la pena o no; pero la flexibilidad en un principio es la mejor postura"

El cambio de puesto de trabajo
Salir de la zona de confort siempre incomoda, pero "la rutina es agotadora. Hay que acostumbrarse", sentencia Belinchón. Sea para mejor o peor, lo ideal es asumirlo como un cambio positivo. Lo más probable no es que no sea ni la primera ni la última vez que haya un traslado no ya de sitio, sino de sede. En este sentido, varios especialistas coincidieron en que ocupar otros lugares de trabajo puede dar nuevas perspectivas y generar oportunidades, como por ejemplo conocer más profundamente a otros compañeros.

Todo el trabajo desemboca en uno
Ser el foco de todo el trabajo más pesado no tiene porqué ser negativo. Muchas veces puede implicar que el jefe confía más en esa persona para solucionar determinados asuntos, o en caso de no ser así, lo mejor es plantear al superior que la carga de trabajo está siendo demasiada. Según Belinchón, "también puede ocurrir que sea una prueba para una posible promoción".

Hacer más horas de las debidas
"Una de dos, o se trabaja de forma ineficiente o, simplemente, se tiene miedo a irse antes que el jefe", subraya Belinchón. Puede ser así o no, por lo que el equipo de trabajo deberá valorar si habría que marcar hábitos para una gestión más eficiente del tiempo, indicó otro profesional.

Las interrupciones
Planificar las tareas importantes para la jornada laboral y blindar la agenda para ello o avisar a un colega que no se estará disponible es la receta ideal para evitar las interrupciones. Aunque Belinchón recuerda que son inevitables. "Se pueden gestionar, ordenar y priorizar, pero también hay que aprender a convivir con ellas", indicó.

Actuar, el antídoto para las quejas

Las quejas continuas y sin justificación intoxican cualquier ambiente laboral. Para Javier Fernández, es necesario huir de quienes alimentan esos entornos. No juntarse demasiado con las personas que todo lo contradicen, la crítica constante sin búsqueda de soluciones no aporta demasiado", afirma. Estos profesionales anticipan los malos momentos y los engrandecen hasta que alcanzan una dimensión imposible de gestionar. Actuar es la opción para acabar con las quejas. Plantear un problema, compartirlo con los demás libera, pero no tiene sentido hacerlos si no se realiza con ánimo de mejora. Esta salida sólo procede si la protesta está justificada. En ese caso, actuar es el primer paso para explorar y poner fin a algo que, objetivamente no es justo y se puede mejorar.

Las encuestas de clima laboral que cada año realizan la mayoría de las organizaciones, son el mejor termómetro para detectar qué incomoda a los profesionales. No obstante, ante la falta de estos medidores, tratar de manifestar el malestar justificado ante determinadas situaciones o personas es un mecanismo de defensa muy válido. No es así, si la queja se utiliza de manera gratuita y sistemática: eso lleva sin remedio a convertirse en un empleado tóxico, en la manzana podrida que contamina toda la organización. Apartarse de estos individuos o escucharlos pero sin aportar nada que alimente su inconformismo es la mejor opción.

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