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Cómo el Occidente debiera ver a una China en ascenso

Es probable que China emerja como la mayor economía del mundo
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24 de mayo de 2018 a las 05:00

Por Martín Wolf

Los países avanzados de la actualidad, dominados por EEUU y por Europa, cuentan con una preponderante proporción de la economía global. El 14% de la humanidad que habita en países avanzados genera el 60% de la producción mundial a precios de mercado y el 41% a paridad de poder adquisitivo (PPA).

Esto no durará: tan recientemente como en 1990, los países avanzados generaron el 78% de la producción mundial a precios de mercado y el 64% a PPA. El Occidente debe aceptar su relativo declive o involucrarse en una lucha extremadamente inmoral, y probablemente ruinosa, para evitarlo. Ésa es la verdad más importante de nuestra era. Por esta razón, sobre todo, los occidentales deben considerar cómo ven el mundo los que viven en las potencias emergentes. Es probable que China, en particular, emerja como la mayor economía del mundo. Necesitamos evaluar y sopesar las opiniones de quienes dirigen el país. Hace dos semanas, yo presenté lo que escuché en reuniones de alto nivel en Beijing. Ahora, yo evaluaré lo que escuché, utilizando las mismas categorías.

Necesidad de fuerte gobierno central

Un hecho digno de mención es la creencia de nuestros interlocutores de que la estabilidad política de China es frágil. La historia indica que ellos están en lo cierto. Los últimos dos siglos han sido testigos de numerosos desastres provocados por el hombre, desde la Rebelión Taiping del siglo XIX hasta el Gran Salto Adelante y la revolución cultural.

Por lo tanto, es bastante fácil entender por qué los miembros de la elite parecen convencidos de que la renovación del Partido Comunista, bajo el control de Xi Jinping, es esencial. Debemos recordar que los trastornos de la modernización y de la urbanización por los cuales China está actualmente pasando desestabilizaron a Europa en el siglo XIX y a principios del siglo XX.

Sin embargo, este aumento del control pudiera descarrilar la economía o generar una explosión política en un país que contiene un pueblo cada vez más alfabetizado, más interconectado y más próspero. China desea ser un enorme Singapur. ¿Puede serlo?

Modelos occidentales desacreditados

La elite china tiene razón: tristemente lo están. La visión dominante entre el resto del mundo solía ser que el Occidente era intervencionista, egoísta e hipócrita, pero competente. Después de la crisis financiera y del aumento del populismo, la capacidad del Occidente para adecuadamente manejar sus sistemas económicos y políticos se ha puesto en tela de juicio. Para aquellos que creen en la democracia y en la economía de mercado como expresiones de libertad individual, estos fracasos son alarmantes. Solo pueden abordarse mediante reformas. Desafortunadamente, lo que el Occidente está obteniendo en su lugar es una improductiva ira.

China no quiere gobernar el mundo

Sobre este punto podemos expresar dudas. Por primera vez, China se convertirá en una gran potencia dentro de una civilización global. Al igual que todas las grandes potencias anteriores, China seguramente deseará organizar el orden global y el comportamiento de otros Estados (y también de las organizaciones privadas) a su gusto. China también tiene numerosos vecinos, muchos de ellos históricamente aliados a EEUU. China ya está tratando de expandir su influencia, especialmente en el mar de China Meridional. También intenta influir el comportamiento en el extranjero, en particular el de todos los estudiantes chinos. Todo esto representa la inevitable extensión del poder chino en el exterior.

China está siendo atacada por EEUU

La elite china tiene razón en pensar que los estadounidenses consideran cada vez más a su país como un rival; de hecho, como una amenaza. Los estadounidenses, a su vez, argumentan que China los está atacando mediante la extensión de su poder militar y de la socavación de sus aliados, principalmente de Japón. La verdad es que el poder es, inevitablemente, un juego de suma cero. EEUU considerará el aumento del poder chino como una amenaza, cualesquiera que sean las intenciones de China. Además, muchos estadounidenses, de hecho, muchos occidentales, no aceptan las posiciones chinas en cuanto a Tíbet y a Taiwán, desconfían de las intenciones de China, y resienten su éxito. Tal desconfianza mutua le da cabida a la llamada "trampa de Tucídides", con la sospecha entre la potencia establecida y la potencia en ascenso.

Los objetivos de EEUU en las negociaciones comerciales son incomprensibles

China tiene razón: son absurdos. Pero dentro de ellos hay cuestiones genuinamente importantes, la propiedad intelectual en particular.

China sobrevivirá estos ataques

Esto es, casi seguramente, cierto. A menos que EEUU rompa todos sus compromisos y busque imponerle un embargo económico a China, la actual fricción no detendrá el progreso de China, aunque pudiera desacelerarlo. Una mayor amenaza para China radicaría en la reacción interna a un entorno externo mucho más hostil. La respuesta más probable sería un control político y económico más estricto, en lugar del cambio necesario hacia una economía más orientada al mercado, más liderada por el sector privado y más impulsada por el consumo.

Este año será revelador

Sin duda lo será. De hecho, éste será un siglo revelador. La perspectiva correcta que el Occidente debiera adoptar es que China es un importante competidor. Su ascenso creará un sinnúmero de dilemas para el Occidente y especialmente para EEUU. Pero China también es un socio esencial para garantizar un mundo razonablemente cooperativo, estable, próspero y pacífico. El Occidente necesita pensar con mucho más detenimiento cómo debiera funcionar un mundo como ése. El punto de vista de la administración estadounidense –de que el ejercicio del poder unilateral estadounidense es todo lo que se necesita– fracasará.

Es esencial que los occidentales se den cuenta de que nuestra incapacidad para adecuadamente gobernar nuestros propios países se ha convertido en nuestro peor enemigo. Mientras tanto, el único futuro para un mundo interdependiente debe basarse en el respeto mutuo y en la cooperación multilateral. Esto no significa aceptar todas las demandas chinas como legítimas. Lejos de eso. Una resistencia basada en principios es esencial. Pero estamos cambiando de un pasado dominado por el Occidente a un futuro posoccidental. Tenemos que sacarle el máximo provecho posible.

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