Opinión > ANÁLISIS/ Fernando Gutiérrez

Con su discurso en el Congreso, Macri dejó en evidencia el cambio de contexto político

El presidente argentino abandonó la confrontación con la oposición en su discurso ante el Congreso y se enfocó en la agenda; hubo párrafos para su base de votantes
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03 de marzo de 2018 a las 05:00
Un cambio de etapa: eso fue lo que transmitió el discurso del presidente Mauricio Macri ante el Congreso. Tanto el contenido como el tono de su alocución dejaron en claro el cambio de contexto político del país y, sobre todo, la terminación del período en el cual el discurso de la "pesada herencia" tenía buena receptividad.

Si se compara el discurso y el ambiente del Congreso que hubo ahora respecto de las dos primeras aperturas legislativas hechas por Macri, el contraste es elocuente.

Hace un año, el clima en las barras era casi futbolero. Macri "chicaneaba" con frases que parecían destinadas a irritar al kirchnerismo, como la alusión a que no había asumido su cargo "para que nos hagan un monumento".

En aquel discurso de 2017, desde la gran cantidad de veces que mencionaba la palabra "corrupción" hasta las alusiones a la falsificación estadística en el Indec o la crítica al "relato" de un modelo que se enfocaba en "regalarnos el presente para robarnos el futuro", todo tenía un destinatario claro. Era, justamente, la gran ausente en la mañana de ayer, la flamante senadora Cristina Fernández de Kirchner.

Ahora, en cambio, las alusiones a la oposición fueron notablemente más suaves, y más bien el discurso pareció orientado a reafirmar el apoyo del sector que le dio los votos al macrismo para ganar las últimas legislativas. El equipo de asesores de Macri tomó nota de los indicadores de desánimo social, tales como las encuestas que marcan 58% de expectativas sobre que este año la situación del país empeorará.

A ese público estuvo dirigido el "gracias por entender que las cosas llevan tiempo y que no hay atajos ni soluciones mágicas".

Por eso, el "sí se puede" que corearon los legisladores macristas y el propio presidente tuvo esta vez menos sentido "peleador" y proselitista, y más bien sonó defensivo ante las críticas.

No por casualidad, la frase que mejor sintetizó el discurso y que quedó resonando en los medios de prensa y las redes sociales fue "lo peor ya pasó". Todo una admisión tácita sobre la frustración provocada por las dificultades económicas y sociales que caracterizaron la primera mitad de la gestión macrista.

Indicadores ambivalentes

A diferencia de otras oportunidades, Macri prefirió no ahondar en la economía sino plantear una agenda variada y con propuestas de reformas que apuntan al largo plazo. Una de las pocas "victorias" de las que pudo jactarse en este rubro fue el regreso del crédito hipotecario accesible a la clase media, que está apuntalando un boom en la construcción.

Pero el resto de las alusiones del presidente dejaron dudas que no tardaron en ser explotadas por los dirigentes de la oposición, que hablaron sobre "desconexión con la realidad".

Por caso, Macri volvió a hablar de crecimiento y de llegada masiva de inversiones, en un momento en el que casi todo el gremio de los economistas, así como organismos internacionales y bancos de inversión, hacen saber sus dudas respecto de la viabilidad del plan económico.

"La inversión aumenta. El año pasado creció 11% y es esa inversión precisamente la que nos garantiza que vamos a seguir creciendo, porque agranda nuestra capacidad para producir", dijo Macri. Pero la frase contrasta con las expresiones preocupadas que recibieron funcionarios en las recientes giras y entrevistas con inversores extranjeros.

Por otra parte, a la hora de reivindicar algunos de los indicadores de mejora en el consumo, hubo un llamativo parecido con los datos que le gustaba esgrimir a Cristina Fernández.

"Este enero tuvimos récord de venta de cemento, de asfalto, de autos, de autos usados, y de motos, de turismo y de vuelos de pasajeros", se jactó Macri, en uno de los pasajes más aplaudidos por la bancada oficialista.

De hecho, cuando estaba en la oposición, el macrismo apuntaba a que muchos de esos indicadores eran más un síntoma de los defectos que de las virtudes del modelo, porque se trata de los típicos rubros que explotan en un momento de retraso cambiario y de déficit fiscal fogoneado por la obra pública.

Y, de hecho, los últimos números conocidos antes del discurso presidencial hablan sobre déficits récord en la balanza comercial y de cuenta corriente, así como de un boom de salida de dólares por turismo y demanda de billetes.

Más polémica aun fue su alusión a que las mejoras serán posibles "gracias a que la inflación está bajando". La realidad es que la inflación viene subiendo y en el último cuatrimestre acumula un alarmante 9%, sin que haya optimismo visible en el mercado respecto de un freno a corto plazo, dado el efecto de arrastre de los aumentos tarifarios.

El propio Macri se cuidó bien de no mencionar la cuestionadísima meta del 15% de inflación para este año, que ya ni los propios funcionarios del equipo económico tienen en cuenta para sus estimaciones. Y que solo se pone en la mesa de negociación salarial ante los sindicatos díscolos como el de los maestros, para quienes tuvo una de las pocas "chicanas" del día.

Más bien, el presidente prefirió limitarse a prometer que este año la inflación será más baja que en 2017, que cerró con un registro de 25%.

Sin opción al endeudamiento

Pero tal vez el mensaje "entre líneas" más importante sobre la línea económica fue el vinculado al rechazo a una política de shock. Fue, para empezar, todo una admisión de que ya no solo el macrismo está preocupado por responder a las críticas clásicas del "populismo" sino también a aquellos de orientación liberal que tienen prédica sobre buena parte del electorado de Cambiemos y que está frustrada por la lentitud de las reformas.

En los últimos días arreciaron los pronósticos oscuros por parte de consultoras que pusieron el foco en el costo de postergar un ajuste drástico a nivel fiscal y de mantener el esquema gradualista.

"Ustedes escuchan que algunos nos critican por ir demasiado lento y otros por ir demasiado rápido. Los primeros piden un shock de ajuste. Y a ellos les digo que acá vinimos a reducir la pobreza y asegurarnos que ningún argentino pase hambre", fue la frase del presidente.

La contracara de esa definición es que la política de endeudamiento público –una de las más criticadas en el modelo económico– seguirá firme, porque sencillamente no hay alternativa a la vista.

De hecho, la frase "vamos a dejar de endeudarnos" quedó condicionada a que se cumplan las metas de baja en la inflación y en el déficit fiscal. Es decir, un objetivo de largo plazo.

La opción de un recorte más fuerte en el gasto es percibida en el Gobierno como una medida sin consenso social ni margen político.

El recuerdo de los incidentes violentos de diciembre frente al Congreso, mientras se aprobaban las reformas tributaria y jubilatoria, sobrevoló el ambiente. Y eso explica que en la nueva agenda legislativa haya menos temas espinosos y aparezcan otros que parecen destinados a reconciliarse con la opinión pública, como el proyecto de ética en la función pública, el debate sobre el aborto o la ampliación de derechos por licencia para paternidad.

Es así que la reforma laboral, en su momento uno de los anhelos que Macri impulsó con más decisión, quedó ahora algo devaluado. De hecho, la parte de esa reforma que el Presidente mencionó en su alocución es la de objetivo más fiscal y cortoplacista, la de la amnistía para promover el blanqueo de trabajadores "en negro".

En cambio, queda en duda qué ocurrirá con la reforma estructural para "el trabajo del siglo XXI" y que ha sido recibida con escaso entusiasmo por parte de las centrales sindicales.

El cambio de tono de Macri quedó también en evidencia en la cantidad de veces que pronunció la palabra "diálogo" y en las alusiones elogiosas a los gremios que han mantenido una postura moderada y que se avinieron a cerrar acuerdos que incluyeran pautas de productividad.

El llamado a dialogar "sin patoterismos ni extorsiones" tuvo destinatarios claros y deja en claro la línea que quiere trazar Macri: el de la gente con la que se puede hablar y aquellos con los que no vale la pena. Sin embargo, las primeras declaraciones de los dirigentes peronistas luego del discurso dejan en claro que la convivencia en el Congreso no será tan fácil. Abundaron las críticas por la falta de resultados y los reclamos por otro "proyecto nacional".

En otras palabras, que el peronismo está dispuesto a hacer valer su apoyo a la hora de votar iniciativas del gobierno y que –con el 2019 electoral ya más cerca en el horizonte– también percibe el cambio de clima político.

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