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¿Creer en Dios nos hace pobres o ser pobres nos hace creer en Dios?

La importancia de la religión desciende a medida que se incrementa la calidad de vida
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20 de abril de 2017 a las 05:05
En América Latina los países con mayor desarrollo humano son los que menos creen en Dios, mientras que los de menor desarrollo son de los que tienen más fé. Chile, Argentina y Uruguay, los líderes latinoamericanos en IDH (Índice de Desarrollo Humano) según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se distinguen además por contar con los mayores índices de ateísmo de la región, según el informe "Las religiones en tiempos del Papa Francisco", de Latinobarómetro. En el extremo opuesto, Paraguay y Ecuador, dos de los países con menor índices de desarrollo humano y PIB per capita de la región, cuentan con los menores índices de ateísmo y agnosticismo.

Las condicionantes históricas, políticas y sociales generan características particulares en cada país por lo que no hay una correlación exacta entre el grado de desarrollo y el índice de ateísmo de los países. Un claro ejemplo es Centroamérica, donde Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, algunos de los países menos desarrollados de América Latina presentan índices de ateísmo levemente mayores a otros países más desarrollados. Este fenómeno se inscribe dentro de una fuerte mutación de las tendencias religiosas en estos países con una fuerte penetración de las Iglesias Evangélica que ha debilitado fuertemente a la Iglesia Católica.

Sin embargo, si en lugar de utilizar el índice de ateísmo se toma el índice de Confianza en la Iglesia del Latinobarómetro y se lo compara con la renta por habitante puede verse una fuerte correlación, mayor al 70%. Esto quiere decir que hay una clara relación entre ambos índices y que a medida que uno de los dos crece el otro decrece.

Según Daniel Barber, un especialista en estudios religiosos, a medida que los estados de bienestar incrementan la calidad de vida de la gente, la importancia de la religión desciende. Este fenómeno es visible en América Latina, la única región del mundo que cuenta con una religión ampliamente dominante como es el catolicismo. Entre el año 1995 y 2013 la cantidad de católicos ha descendiendo de forma constante, reduciéndose del 80% al 67% de la población mientras que la los índices de desarrollo mejoraron de forma generalizada, sobre todo en Sudamérica, debido en gran parte al crecimiento económico.

"Dios no nos hace pobres, pero las religiones sí lo hacen", afirma Juan Manuel de Castells, economista y experto en historia de la religión. En varios países de América latina la Iglesia católica ha logrado prohibir el aborto, impedir la educación sexual y restringir el acceso anticonceptivos y a prácticas de planificación familiar. Como resultado, afirma de Castells, tenemos altos índices de muertes de mujeres por causa de abortos inseguros, familias demasiado numerosas y abandono de niños, extensión del VIH, baja escolaridad y otros factores que afectan especialmente a las clases de menores ingresos y a la población femenina.

La correlación entre el índice de desarrollo y el ateísmo también es visible en Europa donde los países del norte son más desarrollados y presentan mayores índices de ateísmo que los del sur. "Las religiones han sido siempre un freno al desarrollo económico, en América Latina y en el resto del mundo", afirma de Castells, "La Historia nos enseña que sin secularización el progreso social y económico se enfrenta a barreras infranqueables. Ni la democracia ni el respeto de los derechos humanos existen en culturas en donde la legislación se basa en libros sagrados y verdades reveladas".

En conclusión, mientras Barber afirma que religión pierde peso a medida que los Estados aumentan la calidad de vida la gente, de Castells cree que la Religión en sí misma es un freno para el avance de las sociedades. Dos posturas que se resumen en una pregunta: ¿creer en Dios nos hace pobres o ser pobres nos hace creer en Dios?

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