Ministro de Hacienda argentino, Nicolás Dujovne

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Crisis del dólar en Argentina: el mensaje de un mercado ávido por señales políticas

Macri tuvo que ratificar a sus técnicos y garantizar una política dura en los frentes fiscal y monetario, ante la agudización inflacionaria y los errores en el plano financiero
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05 de mayo de 2018 a las 05:00
Lo del dólar en Argentina ya dejó de ser un problema financiero y se transformó en una verdadera crisis política: mientras se batían récords de devaluación –más de 8% en una sola jornada, el pasado jueves-, quedó en evidencia que el mercado reclamaba señales claras sobre el rumbo de la política económica.

El gobierno decodificó el problema y por eso salió este viernes a dar una respuesta contundente. En el plano financiero, al demostrar que no tendría pudor en usar medidas "heterodoxas" –incluyendo algunas armas preferidas por el kirchnerismo, como obligar a los bancos a vender sus tenencias en dólares-.

Y, sobre todo, al mostrar que no tendría timidez a la hora de subir las tasas de interés. Cuando se hizo evidente que las dos subas de tasas sucesivas –una de cuatro puntos a fines de abril y otra de tres puntos el jueves- no serían suficientes, decidió darle al mercado lo que éste pedía.

El Banco Central subió su tasa de referencia nada menos que a 40%, un récord en la era Macri, porque ese era el rendimiento que estaban marcando los títulos oficiales en el mercado secundario.


Y en el plano macroeconómico hubo dos señales. La primera, ante los rumores de cambios de funcionarios, fue exponer en una conferencia de prensa al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y al de Finanzas, Luis Caputo. Todo un mensaje de continuidad y respaldo presidencial.

La segunda señal fue el anuncio de una nueva meta fiscal más ambiciosa. Dujovne dijo que, como consecuencia de una mejor recaudación impositiva y con un mayor esfuerzo en el recorte de gasto, se logrará que este año el déficit fiscal llegue a 2,7% del PIB, un recorte de medio punto porcentual respecto de la meta original.

De esa manera, el gobierno está tomando nota sobre las dudas que expresaron varios bancos de inversión y hasta el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) respecto de un posible descontrol fiscal en el país que derivara en mayor inflación.

El efecto inmediato fue equivalente a una bocanada de oxígeno: se frenó la corrida y el dólar retrocedió desde los 23,30 pesos argentinos con que había cerrado el jueves a un nivel de 22,28 este viernes.

Un reclamo de claridad

No por casualidad estuvieron a la orden del día las versiones sobre medidas cambios de nombre en el gabinete. Y, ante la incertidumbre reinante, los programas políticos de televisión volvieron a invitar a personajes del pasado, como Domingo Cavallo.

Lo que los economistas y operadores del mercado consideran más grave no fue el hecho de que el dólar se hubiera escapado, algo para lo cual había motivos. A fin de cuentas, había un diagnóstico en el sentido de que había retraso cambiario, y además el nuevo contexto internacional provocó devaluaciones en toda la región.

En cambio, lo que causó más preocupación fueron las señales de impotencia por parte del equipo económico. En dos meses, el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, volcó al mercado la friolera de US$ 7.700 millones, luego de haber defendido durante dos años las virtudes de la libre flotación del dólar sin intervención de la mano oficial y dejando que fuera el mercado quien encontrara el tipo de cambio de equilibrio.

Apenas dos meses atrás, el propio Sturzenegger afirmaba que "está sobrando tasa" cuando el mercado le reclamaba mano dura en la política monetaria. Ese mismo funcionario, luego subió la tasa cuatro puntos de una sola vez ante la constatación de que el mercado no creía en las metas oficiales, y dos días después tuvo que subir otros tres puntos y finalmente, cuando se constató que nada de eso alcanzaba, otros siete puntos adicionales.

Mientras tanto, los funcionarios del área de hacienda siguen pronosticando una "desinflación" que nunca se materializa.

En marzo, se argumentó que la alta inflación se debía a causas estacionales y que la situación se normalizaría rápidamente. Pero en abril, según las estimaciones privadas, se registrará un 2,5% como consecuencia de las subas en las tarifas de los servicios públicos. Y en mayo, un mes en el que estaban cifradas las esperanzas gubernamentales para un freno a la inflación, ya se están constatando remarcaciones en los rubros de alimentos, algo que podría agravarse si, por la escapada del dólar, se produce un nuevo ajuste en el precio de los combustibles, que genera un "efecto contagio" a los otros productos.

Con semejante panorama, bastó que ocurriera un error de cálculo del gobierno para que el dólar se saliera de control: se había subestimado el efecto de un nuevo impuesto a la renta financiera que empezó a regir a fines de abril.

La consecuencia fue que una multitud de fondos de inversión externos salieron de sus posiciones en pesos y compraron dólares, para llevárselos fuera del país.

La primera reacción fue afirmar que se trataba todo de un fenómeno pasajero, pero hubo una salida abrupta de unos 5.000 millones de dólares. Eso ocurrió en el peor momento, porque el agro –tradicional aportante de divisas por la exportación- tuvo este año una mala cosecha por la histórica sequía.

La revancha de Sturzenegger

Lo ocurrido en los últimos días fue un recordatorio de que el dólar en la Argentina es el termómetro por excelencia del humor social. Y por eso una corrida cambiaria nunca es menor y siempre tiene significado político.

El contraste de los funcionarios intentando minimizar el problema al mismo tiempo que medios financieros internacionales como la revista Forbes se preguntaban si era hora de que los inversores abandonaran en masa la Argentina cayó como una bomba sobre la City porteña.

Por eso la forma de traer nuevamente tranquilidad al mercado –algo que aparentemente se consiguió– implicó un mensaje político por parte de Macri: otra vez la preeminencia la tiene el "ala dura" partidaria del ajuste, en detrimento del "ala política" que quiere suavizar los costos.

En los hechos, lo ocurrido es una recuperación de Federico Sturzenegger, que desde diciembre pasado sufría una virtual "intervención" del Banco Central y se vio obligado a suavizar la política de tasas de interés, con indisimulable disgusto.

La falta de resultados positivos sobre la inflación parecen ahora jugar a favor de quienes defienden una política monetaria dura, y en contra de la "mesa chica" de Macri, liderada por el jefe de gabinete Marcos Peña, que aparece como responsable del descontrol de los indicadores.

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