Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > RECOMENDADO

Disney: tan cerca y tan lejos

Entrañable y trágica en partes iguales, el filme -que mereció mejor suerte en los Oscar- se puede ver en los cines de Montevideo
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14 de abril de 2018 a las 05:00

La ciudad de Kissimmee está en las afueras de Orlando. Es la localidad más cercana a uno de los puntos más reconocibles del estado de Florida, en Estados Unidos: Disney World. Es una ciudad que funciona a base de turismo, porque allí se ubican los hoteles y alojamientos para todos los que van al célebre parque temático que, durante su construcción, se conocía como "El Proyecto Florida".

Algunos de esos alojamientos son hoteles de cadenas internacionales. Otros son prácticamente pensiones, donde viven los que no tiene alternativa. Madres solteras con hijos pequeños, abuelas que se hicieron cargo de sus nietos cuando sus hijos se borraron, ancianos con jubilaciones ínfimas y familias que se rebuscan para ganar algunos dólares y que complementan su dieta con lo que regala la iglesia local. Comunidades de un grupo que Hollywood –y Estados Unidos- esconde bastante: los pobres.

En uno de esos hoteles-pensión vive Moonee, una niña de seis años tan adorable como maleducada, junto a su madre Halley, prácticamente una adolescente, que vive de estafar turistas, vender perfumes de contrabando y algunos trabajos poco estables. Dentro de sus posibildades, son felices. Moonee tiene amigos con los que juega, su madre la adora y Kissimmee es un lugar bastante divertido si se tiene imaginación, algo que a la niña le sobra. Lo único que le duele es no poder visitar Disney, que está tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.

El mundo se cae a pedazos, pero un niño encontrará siempre un motivo para estar feliz o un lugar donde divertirse.

La película narra en paralelo las aventuras de verano de Moonee y las desventuras de Halley para conseguir dinero. Por un lado divierte y es entrañable, por otro dolorosa y trágica. Halley va cayendo pero su amor por su hija la mantiene siempre a un paso de ser odiada por el espectador. Y buena parte de todo esto lo logran las actuaciones de su elenco amateur, apoyado por un consagrado como Willem Dafoe, que estuvo nominado a Mejor actor de reparto por este filme.

Dafoe, que encarna al dueño del hotel, tiene además una de las mejores escenas de la película, una toma continua en la que se enfrenta a un hombre mayor que observa de forma sospechosa a los niños que viven allí. Además ejerce el rol de una especie de figura paterna para Halley y un abuelo para los niños, que juegan con él y le demuestran respeto.

Brooklyn Prince, la niña que interpreta a Moonee, destaca también en su trabajo. A veces los niños son difíciles de creer como actores, pero eso no sucede en este caso. Prince actúa y actúa bien. Nada se siente forzado y tiene una presencia magnética en pantalla que hace que sea la mejor elección como el centro moral y emotivo de la película, que está contada desde su punto de vista. Como la perspectiva de la fotografía del filme es la de ella, a veces, los adultos que aparecen en cámara quedan cortados.

Los premios no son necesarios para reconocer la calidad de este drama agridulce, que incluye entre sus temas la imaginación, la infancia, el ejemplo que los adultos dan a los niños (para bien y para mal) y la negligencia parental.

Los colores brillantes también son presencia clave en la estética de la película y se asocian con el hecho de que la imaginación y la perspectiva del mundo de Moonee y sus amigos dominan toda la narración. El mundo se cae a pedazos, pero un niño encontrará siempre un motivo para estar feliz o un lugar donde divertirse.

Ese detalle, que parece insignificante, muestra y destaca el trabajo del equipo de Sean Baker. El director de la película tiene como antecedente la recomendable Tangerine, la historia de una prostituta transgénero que descubre que su novio y proxeneta la engaña, filmada con tres iPhone 5.

Los teléfonos de Apple (aunque una versión más moderna) volvieron a ser usados en El Proyecto Florida, para el rodaje de la escena final, que fue hecha de forma clandestina, aunque decir por qué debió filmarse de esa forma sería revelar cómo concluye la historia de Moonee. La realización perfectamente podría haber estado nominada al Oscar a Mejor película, aunque el hecho de tratarse de una producción independiente, casi sin presupuesto y sin publicidad le jugó en contra. De todas formas, los premios no son necesarios para reconocer la calidad de este drama agridulce, que incluye entre sus temas la imaginación, la infancia, el ejemplo que los adultos dan a los niños (para bien y para mal) y la negligencia parental.

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