Espectáculos y Cultura > Columna/ Eduardo Espina

El cantante que fue una década

Llega en marzo a Montevideo Phil Collins, un músico que definió los ochenta
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10 de diciembre de 2017 a las 05:00
El mundo siempre estuvo lleno de idiotas. La única diferencia es que antes estaban callados, sabían al menos disimular. Hoy en día descubrieron las redes sociales y las usan para escribir cualquier cosa sin haber pensado antes. La democratización de las opiniones es una de las cosas incomprensibles de nuestra época", me decía días atrás un querido profesor, quien ahora disfruta su jubilación alejado de este mundo en derrumbe estético y moral, viviendo "lo más lejos posible de todo lo que tenga que ver con la llamada comunicación inmediata", precisó, para agregar mientras nos despedíamos: "Si quiere hablar, llámeme por teléfono; la voz sigue siendo irreemplazable".

Haciendo referencia a una época que ya va para largo y en la cual se hizo cada vez más fácil "escribir sin haber pensado antes", Phil Collins dijo en una entrevista reciente que no disfrutó a fondo los éxitos que lo convirtieron en uno de los cantantes y compositores más populares de la década de 1980, porque lo amargaban las críticas que regularmente aparecían en diarios y revistas, y que lo consideraban un cantante pop liviano, exitoso pero con poco talento y escasa originalidad. Cada tanto, mejor dicho, con una frecuencia bastante inusual, considerando lo difícil que es alcanzar un lugar entre los más vendidos de Billboard, Collins conseguía meter durante sus días dorados un hit de proporciones globales.

Fue un fenómeno en cuanto a ventas, pero las críticas raras veces destacaban aquello que el músico quería ver destacado: su carácter innovador. Eran unos cuantos quienes se animaban a opinar sobre las supuestas debilidades de las canciones de Collins, tanto sea a nivel de letra como de música. Solían decir que la mayoría eran cursis e hiperproducidas (que las letras no tenían pies ni cabeza, que eran vagas), esto es, que habían sido fabricadas de manera estándar y no con sentido artístico. Collins no formaba parte del canon de los músicos prestigiosos de la música pop y rock de por entonces. Era célebre, una estrella pop, pero no considerado un artista de peso.

El paso de los años demostró que las canciones de Collins lograron sobrevivir la prueba del tiempo y que han tenido extraordinaria influencia en la música que se escribe, produce y canta en el presente. La influencia de los arreglos creados por el músico nacido en la parte oeste de Londres se puede detectar en infinidad de solistas y grupos populares en estos días, como también el inconfundible sonido de su batería, que en la década de 1980 fue replicado por gran cantidad de artistas, algunos de los cuales, vaya paradoja, eran mucho más mimados por la crítica que el creador del sonido original.

Phil Collins fue una figura clave de la música de los años ochenta, y puesto que el mundo no perdió su romance con esa década, tan rica y original en cuanto a producción de sonidos, muchas de las estrellas de por entonces regresan resucitadas –por la nostalgia de quienes las escuchaban entonces y por la curiosidad de quienes las quieren escuchar hoy en día– y además, renovando su influencia.

También Collins ha regresado, pero con un plus: ahora, en tiempos de reevaluación del pasado reciente, la crítica por fin lo tiene por lo que fue: un innovador, un adelantado de originalidad malinterpretada, considerada en su momento una facilidad producto de la falta de rigor y del abuso de sintetizadores, una carnada para que sus discos fueran populares en forma inmediata. La discografía del cantante es notable y el popurrí de sus canciones destaca una apabullante variedad de ritmos, una lozanía de melodías, un tono inconfundible propio de aquellos que han descubierto algo y supieron convertirlo en su marca registrada. Sin Phil Collins, la década de 1980 no hubiera sido tan rica y variada (en 1985, doce meses de esplendor). Pocos años en la historia de la música popular han tenido un repertorio tan espectacular.

"Qué gran año que fue el año 1985", dice entusiasmada la memoria. En música, sin duda, lo fue. Además de We Are the World (con 30 millones de copias vendidas integra la lista de las 30 canciones de la historia en vender por lo menos 10 millones de copias en todo el mundo), fue el año de: Shout y Everybody Wants to Rule the World (Tears For Fears), Money for Nothing (Dire Straits), Take On Me (A-ha), Can't Fight This Feeling (REO Speedwagon), Everytime You Go Away (Paul Young), We Built This City (Starship), The Power of Love (Huey Lewis and the News), Don't You Forget About Me (Simple Minds), Raspberry Beret (Prince), We Don't Need Another Hero (Thunderdome) (Tina Turner), Some Like It Hot (The Power Station), Only the Young (Journey), That's What Friends Are For (Dione Warwick and friends: Gladys Knight, Elton John, Stevie Wonder), A View To A Kill (Duran Duran), St. Elmo's Fire (Man In Motion) (John Parr), y Never Surrender (Corey Hart), entre tantas otras canciones inobjetables.

Tan buena fue la música de 1985, y tan aguda es la nostalgia por ese año (y esa década), que en 2005 el grupo de rock Bowling for Soup grabó la canción llamada, vaya originalidad, 1985. Hoy, tantos años después, tenemos también nostalgia de esa canción y de seguro en 20 años (en caso de que para entonces recuerdo no sea una palabra olvidada), tendremos nostalgia de ambas, la música de 1985 y la canción que dos décadas después la celebró con pegadizo ritmo. Es decir, a su modo, habrá nostalgia de la nostalgia. 1985, annus mirabilis, fue muy especial para la música; tuvo lugar el multitudinario concierto Live Aid, primera gran movida internacional contra los males que sigue padeciendo la olvidada África.

En ese año de tanta proliferación creativa, plagado de hits sin fecha de vencimiento, Phil Collins editó No Jacket Required, su tercer álbum solista, que contiene 10 canciones. Cuatro de ellas –Sussudio, One More Night, Don't Lose My Number y Take Me Home– integraron el top ten de Billboard, y las dos primeras alcanzaron la posición principal. Tres de ellas fueron utilizadas en Miami Vice, que por entonces lideraba los ratings. No Jacket Required vendió 25 millones de copias y figura en la lista de los álbumes más vendidos de todos los tiempos. Le sirvió a Collins para convertirse en estrella mundial y llenar estadios abiertos en cada ciudad adonde llegaba.

Como si las canciones exitosas que tenía no fueran suficientes, en 1985, en medio de la gira de promoción de No Jacket Required, el cantante grabó Separate Lives a dúo con Marilyn Martin, perteneciente a la banda sonora de la película Sol de medianoche, que también llegó al número 1 de Billboard en noviembre de ese año. Fue, sin duda, un año fabuloso en la carrera del músico londinense, tal vez el mejor de todos. Comenzó de manera espectacular con la canción Easy Lover (llegó al número 2 de Billboard la primera semana de febrero), grabada con Phil Bailey, de Earth, Wind & Fire, y terminó con igual esplendor, con la arrasadora popularidad radial de Take Me Home, editada como single.

Más de tres décadas después de su año tan espectacular, Phil Collins llegará en marzo próximo a Montevideo para demostrar que sus canciones no pasaron de moda sino que han pasado la prueba del tiempo con las mejores calificaciones. Más de uno sabrá reconocer la deuda grande que tiene la música actual con quien construyó un rico edificio sonoro con sus propias señas de identidad, del cual siguen llegando novedades creadas mucho tiempo atrás.

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