<b>Enzo Benech</b>
Ricardo Peirano

Ricardo Peirano

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El derecho a pensar por su cuenta

Cabe alegrarse por el ministro Benech, un hombre que comprende el valor de la libertad. Y lo mismo se puede decir de sus hijos
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18 de marzo de 2018 a las 05:00
En Uruguay estamos muy acostumbrados a cosas como la "disciplina partidaria" que no deja ámbitos de discrepancia dentro de los partidos, especialmente en el partido de gobierno, o a la policía del pensamiento que persigue a quienes disienten del pensamiento que debería ser mayoritario o único, o la acción de los fieles custodios del pensamiento políticamente correcto que no admiten la más mínima desviación, a la acción fulminante de las nuevas minorías que se alzan como Júpiter tronante para fulminar con un rayo a quienes osan pensar distinto. Por ello se ha convertido en noticia el hecho que uno de los hijos del recientemente designado ministro de Agricultura, Enzo Benech, participe en uno de los equipos técnicos de Un solo Uruguay, el movimiento de los autoconvocados agropecuarios que han despertado las iras del gobierno y de muchos de sus colaboradores, que los denostan como si fueran brujas en el medioevo.

Así varios senadores y figuras representativas del Frente Amplio han calificado a los autoconvocados de "grandes productores camuflados", "grupo de empresarios" o "fuerza política de la derecha reaccionaria" y varias cosas más del mismo o peor tenor. En definitiva, un enemigo de la peor calaña a quien hay que desenmascarar y destruir. Así varios senadores y figuras representativas del Frente Amplio han calificado a los autoconvocados de "grandes productores camuflados", "grupo de empresarios" o "fuerza política de la derecha reaccionaria" y varias cosas más del mismo o peor tenor. En definitiva, un enemigo de la peor calaña a quien hay que desenmascarar y destruir.

Pero hete aquí que Fabio Benech, hijo del ministro de Agricultura, productor agropecuario que vive en Lascano, participó de la fundación del movimiento Un solo Uruguay y estuvo en la primera reunión formal en el pasado mes de enero en Paysandú. Fabio destaca en el movimiento por sus conocimientos técnicos del mundo agropecuario –del cual muchos hablan sin conocer– y por su aporte como ingeniero agrónomo experto en producción lechera.

A medio país, o a más de medio país, le sorprendió que al ministro Benech le pudiera salir una "oveja negra", y más aun a las organizaciones y a los fanáticos que no entienden nada, no ya del agro, sino de la capacidad de pensar libremente. A medio país, o a más de medio país, le sorprendió que al ministro Benech le pudiera salir una "oveja negra", y más aun a las organizaciones y a los fanáticos que no entienden nada, no ya del agro, sino de la capacidad de pensar libremente.

Más sorprendidos se habrán sentido estos autodesignados custodios de la "verdad" y de lo "políticamente correcto" cuando el propio ministro de Agricultura, al ser consultado sobre el particular por Telemundo, dijo sentirse "muy orgulloso" de sus dos hijos porque fueron criados "para que piensen con cabeza propia. Yo no crié a mi hijo para que piense como yo, le di las herramientas necesarias para se enfrente al mundo", concluyó.

Y si ya la policía del pensamiento estaba al borde del infarto con la "deserción" del hijo de Benech del "buen camino", ahora debe haber llamado urgentemente al servicio de emergencia cardíaca. Ya no era el hijo quien se había "descarriado", sino el padre que se "sentía orgulloso" de ello. Orgulloso de que sus hijos "pensaran con cabeza propia" y no con la cabeza de su padre. Orgulloso de decir que "no había criado a sus hijos para que pensaran igual", sino que tuvieran "las herramientas necesarias para enfrentarse al mundo". Ergo, para pensar por su cuenta.

Me sigue sorprendiendo que este hecho recibiera tanto destaque. No merecería ningún destaque porque es lo más normal. Lo más normal es que los padres eduquen a sus hijos para que piensen con "cabeza propia", para que no piensen necesariamente como sus padres, para que tengan capacidad de pensar distinto. Pero lo triste es que predomina lo contrario: no se elogia la capacidad de pensar libremente sino la capacidad de no pensar, de actuar como una majada de ovejas, donde todas siguen el mismo camino sin ponerse a pensar.

Ya hoy es difícil discrepar sin que a uno le caigan, no con argumentos de razón, sino con argumentos ad hominen. Y las redes sociales, que están al alcance de cualquiera, potencian esa capacidad de no razonar, de ignorar que en una sociedad libre podemos y debemos pensar distinto. Que no es malo pensar distinto sino, por el contrario, es una señal de buena salud. Y que la policía del pensamiento único fanático y unilateral es un grave problema de la sociedad moderna, así como lo es que aquellos grupos que habiendo sido discriminados en el pasado, al recibir el reconocimiento de sus derechos pretendan imponer su pensamiento como el único pensamiento aceptable, de modo que el que no piense como ellos merece ser fulminado como lo hace la yihad islámica.

Cabe, por tanto, alegrarse del ministro Benech, un hombre que comprende cabalmente el valor de la libertad, en especial de la libertad de pensar por su propia cuenta, y que no tenga reparo en decirlo públicamente. Y lo mismo cabe decir de los hijos de Benech que cumplieron lo que su padre quería: que pensaran con cabeza propia. Ojalá ese ejemplo cundiera. Este país sería mucho mejor.

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