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El drama de quienes vuelven a Guta: quedó tan irreconocible que no encuentran sus casas

El gobierno de Al Asad plantó bandera tras derrotar a los rebeldes, pero de la ciudad no queda casi nada
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13 de abril de 2018 a las 05:00
Con el ceño fruncido, Um Mohamed examina una fila de viviendas destruidas sin poder encontrar la suya. Al volver a casa, los habitantes de Guta Oriental, cerca de Damasco, no logran reconocer sus barrios, devastados por los bombardeos del régimen sirio.

"Mi casa estaba al lado del instituto, en la calle Al Qabun. No he podido encontrar el instituto ni la calle", lamenta la quincuagenaria, que pasó más de 10 años en la localidad de Zamalka, en Guta Oriental.

A mediados de febrero, las fuerzas progubernamentales sirias lanzaron una ofensiva para retomar las zonas rebeldes de Guta Oriental, provocando más de 1.700 muertos y enormes destrucciones materiales.

Los habitantes, que habían huido de los combates por decenas de miles, empezaron a regresar al territorio donde este jueves el gobierno izó su bandera, anunciando su reconquista total.

"El barrio es irreconocible, no encuentro ninguno de sus principales puntos de referencia", dice Um Mohamed, observando el paisaje de desolación que la rodea.

A lo largo de las calles invadidas por escombros y pedazos de chapa torcida, se suceden los edificios residenciales convertidos en ruinas de cemento. Aquí se puede ver un tejado derrumbado, más allá, un inmueble de paredes caídas.

Desolación

Durante semanas, los bombardeos y tiros de artillería de las fuerzas del régimen aplastaron las localidades rebeldes.

Ayudada por un soldado sirio, Um Mohamed, que viste un largo abrigo y oculta su pelo con un pañuelo marrón, escala los montículos de cascotes, señalando una casa, luego otra, visitando varios edificios, con la esperanza de encontrar su domicilio.

"Arriesgué mi vida por volver aquí. No me iré antes de encontrar mi casa", afirma. "Zamalka era un paraíso. Ahora hay barricadas en todas partes, todas las entradas están minadas".

El miércoles, cientos de personas esperaban con impaciencia en las afueras de Guta a que las autoridades quitasen los escombros en las principales carreteras de acceso a esa región, el antiguo vergel de Damasco.

Una excavadora desmonta las barricadas y los sacos terreros para permitir el paso de los habitantes y de un convoy de periodistas, que participan en una visita organizada por las autoridades de Damasco.

"Sentarme en mi casa"

La espera no asusta a Um Rateb, que trajo una silla y una manta para protegerse del sol ardiente.

"Vine sola para ver mi casa en Kafr Batna, sin saber si seguía en pie", dice esa mujer de 65 años. "Aunque sólo queda tierra, voy a extender mi manta y sentarme en mi casa".

Fuad Mahjub ha tenido que esperar horas con su familia antes de poder regresar a Ain Tarma para tratar de encontrar su casa y su taller de costura.

"Llevo aquí desde las siete de la mañana", cuenta el hombre, empapado en sudor, mientras dibuja con un palo de madera círculos en el suelo para pasar el tiempo.

"Abandoné todo cuanto tenía. Espero que mi casa y mi taller no hayan sido destruidos", dice.

Mahjub se emociona al señalar a su nieta, Khadija. "Tiene seis años y nunca ha visto la casa de su abuelo. No conoce Ain Tarma, solamente lo ha visto en fotos. Pero si volvemos a instalarnos aquí, recuperaré con ella el tiempo perdido".

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