Michael Keaton protagoniza "Birdman"
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El fabuloso revoloteo de Keaton

Birdman, de Alejandro González Iñárritu, es un alucinante periplo cinematográfico que recorre la lucha mental de un actor deslucido por recuperar un poco de su gloria extinta
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28 de enero de 2015 a las 18:49

En una conversación entre el actor Riggan Thomson (Michael Keaton) y su productor (Zach Galifianakis), ambos buscan desesperadamente un reemplazo para un papel protagónico en la obra que Thomson planea estrenar en Broadway. Varias estrellas de Hollywood son nombradas pero todas están ocupadas trabajando en películas de superhéroes: Robert Downey Jr, Michael Fassbender y hasta el menos popular Jeremy Renner. “Es un vengador”, aclara el productor sobre el último. “Mierda, ¿le pusieron una capa a él también?”, responde con disgusto Thomson.

El diálogo es uno de tantos guiños al panorama actual de la industria cinematográfica que abundan a lo largo de Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia), el último filme del director mexicano Alejandro Gonzáles Iñárritu que ha causado revuelo desde su estreno en 2014 en el Festival Internacional de Cine de Venecia. De hecho, es en una de las favoritas de los premios Oscar, con nueve nominaciones.

El alboroto es meritorio, porque Birdman es una de las historias más originales y mejor filmadas entre las contendientes a Mejor película de este año, que a su vez ofrece al espectador una experiencia cinematográfica que vale la pena experimentar en carne propia frente a una pantalla grande.

Hay varios elementos que hacen a Birdman un filme recomendable, pero tal vez el más destacado sea el trabajo de Keaton. Iñárritu ha expresado en varias entrevistas que no hubiese hecho la película sin el actor en el protagónico. Puede sonar como un halago infaltable de cualquier director a su estrella, pero esta teoría se derrumba al conocer el relato por el que atraviesa Keaton en la piel de Thomson. Se trata de un actor sexagenario famoso por su papel como el superhéroe del título, que ahora intenta a duras penas recuperar un poco de su antiguo esplendor heroico al adaptar, dirigir y protagonizar una obra teatral basada en el cuento De qué hablamos cuando hablamos de amor, de Raymond Carver.

Los toques metaficticios de Birdman son innegables con la propia carrera y vida de Keaton, célebre por portar la capa y máscara de Batman en las películas de Tim Burton durante la década de 1990. La lucha del protagonista por tratar de salir de su decadencia y lograr un último papel relevante es el impulso emocional del filme, donde toda acción y reacción es motivada a través de los desafíos que debe atravesar Thomson para que la obra –y su propia sanidad mental– no terminen en un caos irremediable.

“¡Parezco un pavo con leucemia!”, grita desconsoladamente Keaton en uno de sus ataques de histeria más honestos en la película, donde se desnuda literal y figurativamente.

El actor no está solo en este emprendimiento y su laureada tarea se la debe a la interacción con un reparto igual de sólido. Sin dudas, es Edward Norton la segunda pieza fundamental del filme, al encarnar de manera estupenda a un actor sabelotodo que antagoniza constantemente a la figura e integridad artística de Thomson, pese a que la locura de su personaje sea su villano real. Por allí también figuran Naomi Watts, Andrea Riseborough, Amy Ryan y Galifianakis, quienes brindan una humanidad plena a sus roles secundarios. Quien tal vez no haya estado a la altura del reto es Emma Stone en la piel de la hija del protagonista, cuyo usual brillo en pantalla se ve opacado por un personaje poco inspirado.

La película se sitúa en su mayoría en el teatro St. James de Broadway, en el que el elenco prepara la obra a unos días de su estreno oficial. Cada pasillo del establecimiento y los rincones de sus alrededores son retratados como si fueran un único gran escenario, donde los intérpretes aparecen, desaparecen, conversan, discuten y hasta se pelean y aman.

En Birdman, el teatro se vuelve un personaje en sí y, para ello, Iñárritu y el encargado de la cinematografía Emmanuel Lubezki decidieron filmarla como si fuera una única toma. La técnica logra su propósito a nivel visual y la película se ve espléndida. Si bien algunos trucos no funcionan (para pasar de la noche a la mañana, la cámara se queda fija en un edificio mientras el tiempo avanza más rápido), al final vale reconocer la labor de Lubezki, quien también ha trabajo en otros filmes visualmente audaces como Gravedad de Alfonso Cuarón y El árbol de la vida de Terrence Malick, en el que Iñárritu parece inspirarse a la hora de encuadrar a sus actores.

El término “comedia negra” ha sido utilizado varias veces para enmarcar a Birdman dentro de un género. Es verdad que el guión logra generar varias risas al narrar la caída en desgracia de un ser humano que ya tocó fondo. Sin embargo, el título de “comedia fantástica” le sienta aún mejor a la película de Iñárritu, quien logra que el drama y la comedia, lo real y lo irreal confluyan dentro de la pantalla con una gracia y destreza más que bienvenidos.

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