Opinión > OPINIÓN/ EDUARDO BLASINA

El fondo del arroz

Sería inadmisible que alguien que ha dedicado su vida a ser productor perjudicara a su empresa por asumir una responsabilidad de gobierno
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04 de febrero de 2017 a las 05:00
El agro no suele estar en el centro de la escena política de Uruguay a pesar de que es la columna vertebral de la economía y lo seguirá siendo por todo el futuro visible. Horas de televisión y ríos de tinta se dedican a otros ministerios, típicamente el del interior. Esta semana el financiamiento al que accedió el productor arrocero y ministro Tabaré Aguerre llevó a que por unos pocos días la atención del público urbano se ubique sobre una parte de la agricultura uruguaya.

Un episodio breve pero que tiene importancia. Un ministro recibe un fondo de financiamiento, el propio ministerio está involucrado en la supervisión del proceso. Un periódico que puede considerarse de izquierda hace una nota al respecto y se arma revuelo.

El tema tiene sus aderezos porque se había dado como un hecho que el ministro dejaría su cargo y hasta se había asegurado que ya estaba designado el sucesor. Y no se trata de un ministro cualquiera. Es tal vez el único al que muchos ciudadanos no frenteamplistas prefieren que siga en el cargo. Es el que más ha permanecido en su cartera, ya que continúa desde que Mujica lo nombró en el comienzo del mandato anterior. Es el único que es empresario del sector en el que es ministro, además de ser profesional en el rubro ministerial y que fue dirigente gremial agropecuario ya que ocupó la presidencia de la Asociación de Cultivadores de Arroz. Aunque sea por lo que mide en términos de opinión pública no puede descartarse de una futura fórmula presidencial. Las injustas suspicacias pueden ser parte de un tablero mayor.

Tras una nota periodística las miradas urbanas se posan en el agro en general y en el arroz en particular. La gente tal vez piense que la variedad de arroces con que se encuentra en las góndolas viene graciosamente dado. Uruguay tiene una oferta de alta calidad y variada y exporta más del 90% del arroz que produce. Muchos países como Perú, tienen una preferencia especial por la calidad uruguaya. Y Uruguay hace una separación especial para ese y otros mercados de las variedades específicas que son de su preferencia.

Los productores y la industria tienen un nivel de coordinación como tal vez solo los lecheros alcanzan. El productor arrocero chico cobra por su grano lo mismo exactamente que el de gran escala. Y desde la crisis de comienzos de este siglo, de las épocas en que Martín Aguirrezabala era ministro, hay un fondo para cuando suceden situaciones excepcionalmente negativas. Es decir, es de los sectores en los que se logra algo fundamental: políticas de resiliencia que trascienden al partido que esté en el gobierno.

Los cultivadores arroceros, organizados como los de ningún otro rubro agrícola, han organizado mecanismos anticíclicos que han sobrevivido a los avatares de la política partidaria.
Deberíamos felicitarnos y felicitarlos de la existencia de mecanismos de ese tipo, como también los hay para la lechería. De lo contrario se perdería un capital humano valiosísimo ante cada vaivén del clima o el mercado. Uruguay tiene establemente algo más de 160 mil hectáreas de arroz que rinden establemente cerca de 8000 kilos por hectárea.

Y productores que arriesgan todos los años US$ 2.000 por hectárea que siembran para conseguir un margen sumamente exiguo. Una crisis en Brasil, una mes de octubre que no permita sembrar, o uno de abril muy lluvioso que dañe la cosecha, llevan a pérdidas graves. Sortear los años adversos es parte de la resiliencia que tiene que construir permanentemente la economía uruguaya.

Y eso fue lo que pasó el año pasado, tanto en arroz como en lácteos. Los dos sectores altamente organizados respondieron con fondos que permiten repartir la adversidad de un año en años siguientes que se espera serán mejores. Tal vez sean necesarios más fondos en otros rubros que permitan amortiguar los malos momentos sin generar erogaciones al fisco ni al contribuyente. Aprovechando la confianza y los mercados que esos sectores logran construir.

Por otro lado que el sector arrocero uruguayo, altamente tecnificado, capaz de lograr rendimientos tope a nivel mundial, capaz de diferenciar el grano en detalle para darle a cada mercado lo que requiere, que es digno de ser mostrado a cualquier visitante de cualquier lugar del mundo con orgullo, pase las tamañas apreturas que pasa es un claro indicador de que el costo de Uruguay ha sobrepasado cuotas que nunca debió sobrepasar.

Porque en definitiva un fondo debería ser de excepción, y ya van cuatro "excepciones". Algo grave pasa con la competitividad de Uruguay. Ya lo sabemos pero el arroz es una prueba más. Como la lechería, son actividades intensivas en energía y por lo tanto en desventaja regional.

Atacar o tejer mantos de duda sobre un ministro que por ser productor de toda la vida hace uso de un instrumento que está disponible para todos sería un grave error. Nunca más un empresario podría ser ministro de Agricultura. Sería inadmisible para alguien que ha dedicado su vida a ser productor de cualquier rubro, el perjudicar injustamente a su empresa por asumir una responsabilidad de gobierno. El todos iguales ante la ley debe aplicar en todos los sentidos.

Los arroceros van en esta campaña por un nuevo intento de remontar las adversidades, superar los altos costos, achicar el endeudamiento y seguir así representando a Uruguay en todo el mundo con la misma excelencia que las selecciones de fútbol. La sociedad precisa dar señales para que se forjen además las selecciones juveniles de arroceros. Aportaran fondos frescos de exportación a decenas de mercados, movilizarán a fletes, mecánicos, comercios de zonas especialmente vulnerables del Uruguay rural y son parte de la construcción de la marca país. Y aun así, precisaron un cuarto fondo arrocero para seguir en su camino.

Cuatro días en el que el público urbano mire desde otro ángulo ese arroz que además forma parte de la dieta uruguaya, no vienen nada mal. Que los empresarios puedan ser ministros y reciban el mismo tratamiento que cualquier ciudadano tampoco es menor. Que se respete el trabajo de los periodistas, cuya misión siempre es dudar, cuestionar, mirar lo que otros no vieron, también es importante. Y rescatar de las bibliotecas obras importantes como El hombre mediocre, de José Ingenieros, -recomendación fuera de tono del ministro a un periodista inquieto y para nada mediocre- también es positivo. Todos deberíamos darle una lectura

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