La idea de que la época moderna traería los que supuestamente iban a ser los tiempos más perfectos de la historia de la humanidad, tal como creyeron con las mejores intenciones varios de los inventores y científicos principales de principios de siglo XX, quedó pulverizada con el estallido de la primera guerra mundial.
En todo caso, el progreso lineal y sostenido no sería tal, y a partir de 1914 la incertidumbre se instalaría en la historia como el estado con el cual el ser humano debería aprender a vivir, a sobrevivir. Un siglo después, la misma incerteza reina, ahora agravada por la sensación de que las posibilidades de un exterminio masivo sean mayores -como lo son- y también más fáciles de llevar a cabo, es solo cuestión de apretar un botón, y ya.
Por lo tanto, favorecida por las posibles realidades al acecho, la historia actual se presta para cualquier tipo de vaticinio y conjetura referida al destino colectivo. Entre los augures más creíbles figura
Bill Gates, un inteligente billonario, quien además de tener buen
corazón usa su imaginación de manera literaria, esto es, creando realidades convincentes a partir de lo que parece ficción. Además, en el pasado reciente acertó en varias de sus predicciones.
Entre las que emitió hace poco y fueron publicadas en la revista Forbes, figura una en la cual cualquier mente inquisitiva habrá pensado al menos una vez. La presunción de que "el bioterrorismo puede matar a más gente que una guerra nuclear".
¿Cómo sería un escenario tal? Incontrolable, pues, para empezar, las probabilidades de crear nuevos virus son altísimas. Además, tal cual informó un
documental emitido por la televisión pública estadounidense, varios de los principales laboratorios han dejado de realizar investigaciones relacionadas a nuevas vacunas, por lo tanto, un escenario catastrófico podría prolongarse por mucho tiempo antes de la aparición de curas o antídotos.
Seguramente es la amenaza más temible del futuro a la vista, por ser alta su probabilidad de concreción.