Economía y Empresas > ENTREVISTA A ALDO LEMA

“El gran desafío del nuevo gobierno será evitar una crisis”

El escenario más probable para 2015-2020 es de estanflación
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27 de abril de 2013 a las 20:00

En una punta de su amplia oficina de la calle Pereira de la Luz tiene un gran ventanal con vista al Río de la Plata, cable a tierra con el Uruguay que lo vio nacer en San José, donde regresa siempre que puede, y del que se fue a inicio de los años 90 para estudiar en Santiago de Chile junto a quien hoy es su esposa. En el otro extremo de la habitación una terminal de la agencia Bloomberg lo mantiene informado al instante sobre lo que ocurre en los mercados del mundo.

“La crisis a nivel mundial irrumpirá cuando transitemos a una guerra de tasas y dólar globalmente fuerte con Estados Unidos y otros países desarrollados revirtiendo los grandes estímulos monetarios. ¿Dónde será la implosión? En China u otro lugar del mundo emergente, y Argentina es un candidato natural, piensa el economista Aldo Lema. Cuando eso suceda, Uruguay estará con sus defensas bajas porque desperdició una década de bonanza sin aplicar reformas –en educación e infraestructura principalmente–, que le garanticen un crecimiento de largo plazo sin depender de la afluencia del capital extranjero, opina. Cree que en 2013 el viento de cola internacional soplará menos, pero eso alcanzará para evitar caer en recesión, aunque se va a “acentuar el aterrizaje suave del 2012”. Cuando se termine lo que denomina “años de transición” (2013-2014), el avión de la economía uruguaya ingresará decididamente en zona de turbulencia y el principal desafío de la administración que asuma el 1º de marzo de 2015, será “evitar una crisis como las últimas dos que vivió el país en 1982 y 2002”.

A continuación un resumen de la entrevista que Lema concedió a El Observador.

¿Cómo observa la situación económica mundial y qué es lo que debe esperar Uruguay en el corto y mediano plazo?
Del mundo seguimos recibiendo alta volatilidad en un panorama que todavía es complejo e incierto a más de cinco años de la crisis financiera. Con todo, si bien el viento extrarregional se ha suavizado respecto a lo que fue entre 2003 y 2008, sigue siendo relativamente favorable. El crecimiento del mundo es cercano al promedio histórico y los precios de materias primas, si bien han dejado de subir, se mantienen altos y vamos a seguir teniendo un escenario de tasas históricamente bajas por lo menos dos años más en Estados Unidos, Europa y Japón. Eso combinado con un escenario global de dólar débil es consistente con que no haya un repliegue significativo de los flujos de capitales, variable que siempre ha estado detrás de las grandes crisis en América Latina y Uruguay. En cambio, el entorno regional ha dejado claramente de ser un viento a favor y estamos transitando hacia un viento más bien en contra: Brasil con problemas estructurales y sin arrancar en materia de crecimiento por carencia de reformas estructurales. En Argentina, el viento se ha tornado derechamente de frente y con turbulencias inciertas que pueden venir en el futuro porque tiene estanflación, hay menor demanda de bienes y servicios y desde el punto de vista financiero habrá un cambio en la llegada de capitales. Vamos a ver una salida de recursos del sistema financiero y del sector real por la necesidad de liquidez de los argentinos.

¿Habrá un aterrizaje suave o uno forzoso y violento en Uruguay?
En 2012 se produjo el aterrizaje suave y este año se debería acentuar con baja probabilidad de recesión. Pero hay luces amarillas respecto a 2014-2015, con probabilidad mayor de un escenario recesivo porque a los elementos externos se suman desequilibrios internos y el ciclo político. Hay tres desequilibrios que ante un escenario externo con menor impulso o peor, le imponen restricciones a la política económica para reaccionar y actuar en forma contracíclica: la inflación que puede estabilizarse entre 8% y 9%, pero no es claro que vaya a moderarse y, al mismo tiempo, dependiendo del manejo fiscal, salarial e incluso monetario pueden volver más rebelde el proceso. Quita grados de libertad a todas las políticas para reaccionar en forma contracíclica ante un escenario más adverso. Lo segundo es que hubo un aporte significativo de la inversión en el crecimiento en estos últimos años, pero muy dependiente del ahorro externo, y es otra luz amarilla porque tiene implícito una vulnerabilidad ante un cambio en los flujos. El tercer desequilibrio está asociado al mayor dinamismo del gasto que se ha traducido en un mayor déficit de cuenta corriente y los problemas de competitividad. Una parte tiene que ver con la caída del tipo de cambio real, pero otra está justificada por dimensiones como las carencias educativas, el déficit en infraestructura y los costos del Estado.

¿Se desaprovechó una década de bonanza para hacer esas reformas estructurales y sentar las bases de un crecimiento sostenible?
En gran medida sí. En materia de infraestructura no hubo avances y en materia educativa hubo retrocesos en escolaridad y calidad respecto a países líderes. En reformas pro competitividad, los avances han sido más lentos que los de otras economías y no nos dejan lo suficientemente preparados para un escenario internacional más adverso.
El tercer factor, que es más de fondo, es el aporte del capital humano que definitivamente se percibe menor al de algunas décadas atrás por la caída en el crecimiento de la población y el deterioro de la educación. El crecimiento de largo plazo debería estar más cercano al 3,5% que al 6% de la última década. Se va a notar en el próximo quinquenio donde probablemente vamos a tener una crisis a nivel mundial y la gran duda es dónde va a estar alojada. Vamos a tener un quinquenio 2015-2020 más cercano a una estanflación con un entorno externo adverso que va a contrastar significativamente con el observado en los últimos 10 a 12 años.

¿Qué tasa de crecimiento podría emerger para Uruguay en ese período?
Claramente menor a su potencial por el viento en contra. Combinado con el gran impulso desde la región y del mundo la economía creció por encima de ese 3,5% desde 2003, pero después empezó a incubar grandes desequilibrios. Para el nuevo gobierno, vamos a tener un escenario mundial derechamente más adverso donde las condiciones van a cambiar para peor, con problemas más serios en la región, y se va a llegar sin grandes márgenes para hacer política contracíclica. En materia monetaria, la política perdió credibilidad porque la inflación se ha mantenido, y desde el punto de vista fiscal porque la situación es consistente con un déficit fiscal estructural cercano a 4% del PIB y con problemas de competitividad. La gran duda es, en un escenario estructuralmente más adverso, qué pasará con el tipo de cambio, que debería depreciarse fuertemente, 20%, 30% o incluso más.

Ya no va a estar la política fiscal que hubo en 2008-2009. Para escenarios más adversos tenemos un crecimiento potencial con un techo de 3,5% y perdimos capacidad para hacer política contracíclica, la política monetaria también perdió credibilidad y vamos a llegar con muchas restricciones desde el punto de vista fiscal en la medida que el déficit es de 3% y las dudas a que la política cambiaria juegue un rol más activo en escenarios más adversos. Hay una alta probabilidad de un escenario parecido al que ha tenido Uruguay en el pasado, donde ante un entorno más adverso el ajuste venga a través de un alza fuerte del tipo de cambio, una aceleración de la inflación que licúe el gasto público y que termine haciendo las correcciones de precios relativos necesarias para enfrentar ese entorno más adverso. No será con la magnitud de las crisis anteriores de 1982 y de 2002, pero sí en esa dirección. Uruguay avanzó para no volver a repetir esas crisis en magnitud, pero no lo suficiente para evitarlo. Una forma de hacer el ajuste después de 2015 puede ser parecido al que ocurrió en el pasado. Sin consecuencias tan dramáticas pero parecido, con un alza fuerte del tipo de cambio y una aceleración de la inflación que haga el ajuste fiscal necesario y se produzca el cambio relativo de precios que se requiere para que las exportaciones lideren el crecimiento. Estamos en un trienio de transición con enormes desafíos para la política económica y con un cambio claramente del entorno externo que sumado a las restricciones internas, hacen que el período 2015-2020 sea muy complejo en Uruguay. El mal manejo de las crisis de alguna manera han gestado las futuras crisis. Pasó en los años 80, en los años 90 y ahora otra vez: esta salida de plata fácil, dulce, de dólares hacia los países emergentes, va a dejar al desnudo las vulnerabilidades domésticas. Estamos en transición hacia un escenario de crisis que en algún momento de esta década va a ocurrir y la gran duda es dónde va a estar esa gran implosión. Argentina es un candidato natural y lo vamos a tener durante todo este año deteriorándose aun más. La ventana sigue abierta para corregir algunos desequilibrios, para prepararse. Pero cada día se va cerrando más a medida que nos acercamos a la segunda mitad de la década. El ciclo electoral puede exacerbar cada una de estas cosas. Ante un escenario externo más adverso y ante la desaceleración en curso, la reacción de política económica sería expansiva y natural en los países que han construido colchones. Sin embargo, Uruguay, en un contexto de poca credibilidad sobre todo en materia de política monetaria y de inflación, el riesgo es que se transite por un camino parecido al de Brasil y Argentina, es decir de estanflación. Es un escenario de riesgo que gana terreno para 2014 y 2015 y depende mucho del manejo de las expectativas económicas.

¿Cómo incide que en el gobierno existan visiones contrapuestas en materia económica?
Es necesario unificar las visiones e incorporar las amenazas a la política económica y todavía se está a tiempo. No hay mayor desafío en este gobierno y de la izquierda en general que evitar una crisis como la de 1982 y 2002. Si ante un cambio como el que se puede venir en la segunda mitad de esta década, si se construyen mecanismos de defensa para atenuar y no repetir esas experiencias, definitivamente Uruguay habrá dado un gran salto en materia de estabilidad macroeconómica. Para eso todavía hay tiempo en el sentido de manejar las expectativas, atenuando la percepción de que ante un escenario de desaceleración se va a reaccionar con políticas contrarias al crecimiento potencial o políticas expansivas de demanda que solo van a generar más inflación y no necesariamente van a atenuar el alza del desempleo. El desafío es enorme porque hay una tentación de generar políticas expansivas, la historia de Uruguay así lo demuestra, pero que puede ser al costo de que el país se quede con defensas bastante más vulnerables para el período siguiente. Esa es una disyuntiva por la que las autoridades van a tener que optar.

El 2013 está siendo el año de un reconocimiento más generalizado del cambio en el ciclo y de la importancia de los desequilibrios. Se ha despertado esa conciencia y debería ir creciendo en la medida que aparezcan más alertas. Pero pueden haber tantas restricciones o falta de voluntad política y de liderazgo que cuando cambie definitivamente el entorno externo, detone en ajustes, no con la magnitud pero sí con la forma que lo vimos en el pasado, con devaluación del peso. El tipo de cambio real está en desequilibrio porque algunos de sus fundamentos están en desequilibrio, crecimiento más alto que el de Estados Unidos, boom de gasto, tanto público como privado. Cuando definitivamente esos factores se ajusten, se va a tener que ajustar el tipo de cambio y ahí vamos a tener una depreciación real del peso. ¿Cómo va a ocurrir? En el pasado fue con una gran devaluación nominal y alta inflación. Y probablemente vamos a ver algo parecido en algún momento del próximo quinquenio, pero en magnitudes más acotadas y sin el gran riesgo de una crisis financiera que es lo que se ha mitigado. Y por la menor exposición a Argentina, se ha mitigado el riesgo de una crisis financiera de la magnitud de 1982 y 2002, pero no la dirección.

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