Miguel Arregui

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El inglés que vio en Uruguay la república perfecta

William Henry Hudson publicó en Londres hace más de un siglo una extraña crónica novelada de la campaña oriental hacia 1860
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03 de mayo de 2017 a las 05:00

Un argentino amante de los pájaros, hijo de padres estadounidenses y británico por adopción, publicó en inglés hace más de 130 años la que ha sido, tal vez, la mejor crónica novelada del Uruguay primario y bárbaro de mediados del siglo XIX.

La tierra purpúrea, ahora un texto de culto en cenáculos del Río de la Plata, habla de aquellos orientales de la campaña, tan amables como belicosos, de su carácter y hábitos, sus paisajes, ganados y viviendas. Cuando el texto se publicó en Londres por primera vez en 1885 pasó casi desapercibido; y en Uruguay sólo prosperó un siglo más tarde.

Uno de grandes cronistas

William Henry Hudson, como se llamaba el autor, recogió la mejor tradición de los grandes cronistas británicos sobre estas tierras. Entre ellos se contaron el escocés John Parish Roberton, que arribó en 1807 con las invasiones inglesas; el diplomático lord John Ponsonby, uno de los artífices de la independencia uruguaya en 1828, y sus cartas privadas y oficiales; Thomas Samuel Hood, cónsul británico en Montevideo entre 1823 y 1843, que escribió gran cantidad de informes interesantísimos; o el científico Charles Darwin, quien permaneció varios meses entre 1832 y 1833 y lo narró en su Viaje de un naturalista alrededor del mundo (o El viaje del Beagle).

William Henry Hudson nació el 4 de agosto de 1841 en una pequeña estancia de la zona de Quilmes, en la Provincia de Buenos Aires. Entonces esa Provincia, bajo gobierno de Juan Manuel de Rosas, era uno de los Estados soberanos de la Confederación Argentina, entonces dividida por una guerra civil que incluyó a Uruguay y más tarde a Brasil: la Guerra Grande. Sus padres eran agricultores y criadores de ovejas de Nueva Inglaterra, Estados Unidos, que en vez de emigrar hacia el far west marcharon en 1833 hacia el sur profundo.

Hudson se crió a su aire, en el campo, educado por algunos tutores precarios, afecto a la vida rústica del gauchaje y también, sorprendentemente, a la lectura.

"Su apariencia era impresionante", dice un artículo del Oxford Dictionary of National Biography escrito por Dennis Shrubsall. "Medía alrededor de 1,90 metros, aunque era un poco encorvado, con largos miembros musculosos, abundante cabello castaño, una barba corta, un bigote que casi ocultaba su boca y una nariz prominente que parecía rota".

A partir de 1866 reunió plumas de aves para el Instituto Smithsonian de Estados Unidos, en 1870 se convirtió en miembro de la Zoological Society of London y en 1871 pasó una larga temporada observando pájaros en el valle del río Negro, en la Patagonia.

Hudson era intolerante con los límites de clase y tenía gran capacidad para animar a otros a hablar mientras escuchaba atentamente. Gustaba quedarse en casas rurales o de la clase trabajadora, donde podía ponerse al tanto de las formas de vida.

Los tres chiripás de Manuel Blanes
Los tres chiripáes de Juan Manuel Blanes.
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Recorrió el territorio de Uruguay entre 1868 y 1869, un tiempo caótico durante el gobierno de Lorenzo Batlle, después de toda suerte de desastres violentos, y en los preámbulos de la larga y sangrienta Revolución de las Lanzas que lideró el caudillo blanco Timoteo Aparicio. Hudson, cuya familia había seguido a Rosas y los federales, notoriamente simpatizaba con los blancos, de igual forma que menospreciaba a la nueva inmigración masiva de origen italiano que arribaba al Plata.

Inglés por elección

El 1º de abril de 1874, cuando tenía 32 años, embarcó para Inglaterra, su "patria espiritual". Nunca regresaría al Río de la Plata. Fracasó en la búsqueda de empleo como naturalista, por lo que se dedicó a escribir artículos de divulgación científica. En 1876 se casó en Londres con Emily Wingrave, una antigua cantante profesional, en cuya pensión vivía. No tuvieron hijos. Arrendaban viviendas amplias, utilizaban algunas habitaciones y en las otras montaban casas de huéspedes. Ella además daba clases de música y él publicaba los pocos artículos que le compraban. Al fin, en 1888, se mudaron a una casona de tres pisos que ella heredó en el número 40 de la calle St Luke's, en Bayswater, Londres. Con el alquiler de algunas habitaciones terminó de pagar su hipoteca.

En 1885 publicó en la capital británica los dos tomos de The Purple Land that England Lost - Travels and Adventures in the Banda Oriental, South America (La Tierra Purpúrea que Inglaterra perdió – Viajes y aventuras en la Banda Oriental, Sud América). Esa y otras obras de ficción que le siguieron fueron completos fracasos. Sin embargo, poco a poco, se hizo un nombre como ornitólogo. Colaboró en varios libros de referencia sobre aves y en 1900 ganó celebridad con su Naturaleza en las Tierras Bajas, que recogía sus experiencias en Sussex, en el sur de Inglaterra.

En 1900 recibió la ciudadanía británica y en 1901 se le concedió una pensión de 150 libras anuales "en reconocimiento a la originalidad de sus escritos sobre Historia Natural". Incluso hoy los británicos consideran a Hudson más como naturalista que como novelista, al menos según se desprende de su biografía en el Oxford Dictionary. Pero su producción fue grande y variada, hasta su muerte el 18 de agosto de 1922.

El cronista de las pampas

Al despuntar el siglo XX comenzó a publicar en Inglaterra una larga serie de cuentos, novelas, ensayos y testimonios, que incluyó Allá lejos y hace tiempo (1918), unas sensibles memorias sobre su niñez y juventud en las grandes praderas sudamericanas. Mansiones verdes (1904), una aventura ambientada en la selva de Guyana, fue llevado al cine en 1959 por la Metro (MGM), en versión melosa interpretada por Audrey Hepburn y Anthony Perkins.

En 1904 se publicó la segunda edición de su novela sobre sus andanzas en Uruguay. Se redujo a un solo tomo y a un título más breve: The Purple Land, aunque el autor debió aclarar que era una obra de ficción, no una narrativa de viajes. Por entonces Hudson era un autor reconocido y la novela tuvo éxito. Se publicó también en Estados Unidos en 1918, con prólogo Theodore Roosevelt, quien había sido presidente del país entre 1901 y 1909, gran lector y amante de la naturaleza, un universitario que por años vivió como un vaquero. "Pone ante nosotros el esplendor y la vasta soledad del campo donde se lleva esta ardorosa vida", escribió Roosevelt.

Gran parte de la crítica consideró a Hudson el verdadero cronista de las pampas anterior a la inmigración, señaló Jean Franco en el prólogo a la edición venezolana de 1980; "de una edad de oro de vida rural y, en consecuencia, la fuente genealógica ideal para una cultura nacional incontaminada por las masas urbanas".

El diario The Times de Londres, en el obituario que publicó el 19 de agosto de 1922, lo calificó de "insuperable escritor inglés sobre la naturaleza".

La tierra purpúrea sería traducida al español en 1928 por Eduardo Hillmann, para su edición en Madrid y Buenos Aires (una versión que ha sido cuestionada por su criollismo artificioso, aunque contó con un epílogo escrito por Miguel de Unamuno), y en 1980 por la poeta y ensayista uruguaya Idea Vilariño, una de las principales figuras de la "Generación del 45", para su publicación en Venezuela. En 1992 el libro fue publicado por fin en Uruguay por Ediciones de la Banda Oriental, con prólogo del crítico y ensayista Ruben Cotelo.

"Quienes nunca dudaron de su valor fueron los argentinos", consignó Cotelo, en particular Jorge Luis Borges y Ezequiel Martínez Estrada, quienes estimaron que la obra total de Hudson superaba al Martín Fierro.

La próxima entrega de este blog, la semana que viene, hablará de La tierra purpúrea, una novela con aire de crónica sobre el Uruguay hacia 1860, con sus ciudades pequeñas y una campaña semivacía poblada por hombres duros, mujeres agraciadas o sumisas y vacunos y yeguarizos cerriles, antes de la llegada del alambrado, la agricultura y la explotación ganadera moderna.

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